1967, el año que marcó la historia de la música

8ea0f467b17e4719ec10ceace66bf9e8
Concentración hippie en San Francisco durante el Verano del Amor (1967)

En cuestiones de música, confieso que siento debilidad por la década de los sesenta. Partiendo de esta consideración, no se puede obviar que 1967 fue El Año, por muchas razones que cobran forma de grandes canciones y álbumes y de las que hablaré brevemente en este artículo.

Puede resultar extraño para algunos lectores que me decante por los sesenta cuando yo nací en los albores de los noventa; pero con la música ocurre como con la literatura: ¿por qué recurrir a un best seller de Dan Brown si puedes acceder a un Dostoyevski? Pues bien: ¿qué razones me llevarían a contentarme con Ed Sheeran o Lady Gaga, si puedo rescatar un disco de los Beatles? Algunos, en el terreno musical, también nos rendimos ante el magisterio de los clásicos. Y la música de los sesenta contiene la dosis exacta de sentimentalidad mezclada con ritmo. Un requiebro nostálgico y hondo en medio del terreno de lo “bailable”, como podría ser los dos inicios de estrofa en “Good Vibrations” (The Beach Boys), que contrastan exquisitamente con el estribillo. Comparada con la de los sesenta, la música actual me resulta previsible y anodina —aunque exista alguna que otra honrosa excepción—. En los setenta, la música perruna de discoteca eran los Bee Gees. ¡Los Bee Gees! Ahora soportamos a Juan Magán, Enrique Iglesias y Shakira. ¿Qué nos ha pasado?

scott-mckenzie-whats-the-difference-cbs-9
Portada del álbum The Voice Of Scott McKenzie, publicado en 1967, que incluye su gran éxito «San Francisco»

Hace medio siglo, en junio de 1967, Scott McKenzie convocaba en San Francisco a los hippies de medio mundo instándolos a que llevaran flores en el cabello —Be Sure To Wear Flowers In Your Hair—. La famosa canción fue obra de John Phillips, el ya por entonces celebérrimo vocalista de The Mamas & The Papas, que colaboró con la industria discográfica de Los Ángeles para sembrar el inicio de lo que se ha conocido históricamente como el Verano del Amor (Summer of Love). Este no debe entenderse más que como un intento de comercialización del movimiento contracultural que se venía gestando en San Francisco —concretamente, en el barrio de Haight-Ashbury— desde hacía aproximadamente un año. Influyeron varias cuestiones: el legado de los beatnik, los bajos precios de los alquileres en Haight-Asbury, la legalidad del LSD en California hasta octubre de 1966, la oposición de los pacifistas a la cruenta Guerra de Vietnam. El resultado se concretó en oleadas de jóvenes que se asentaban en San Francisco con la aspiración de vivir enfrentados al sistema, experimentando con la psicodelia aportada por las drogas y con nuevas formas de sexualidad. Lo que empezó como una revolucionaria y alocada propuesta se iría internando después por caminos más oscuros y peligrosos que conducían, en muchos casos, a la muerte.

jimmy-hendrix-monterey-pop-festival-bb13-fea-1500
Brian Jones y Jimi Hendrix durante el Monterey Pop Festival de 1967

El culto al amor libre, la protesta ante la Guerra de Vietnam y la oposición al sistema capitalista del colectivo hippie constituyeron el caldo de cultivo para el Verano del Amor que gestaron artificialmente Phillips y sus amigos y que acabaría arrasando con la comunidad que se había formado en Haight-Asbury, como bien explica Diego A. Manrique en un artículo de hace un año en El País. En la práctica, se trató de una concentración masiva de hippies y de curiosos en el área de San Francisco. La industria musical californiana dio luz, ese verano, al primer festival al aire libre de la historia del rock: el Monterey Pop Festival, celebrado entre el 16 y el 18 de junio. En él actuaron leyendas como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Otis Redding, Eric Burdon y The Animals, The Byrds, Jefferson Airplane, The Who, Grateful Dead, Buffalo Springfield, The Rolling Stones…

1200px-kfrc_fantasy_fair_dryden_balin_kantner
Jefferson Airplane actuando durante el Monterey Pop Festival de 1967

El rock psicodélico fue, en mi opinión, la mejor aportación del movimiento hippie a la historia de la cultura. En 1967, se formaron grupos de la talla de Fleetwood Mac, Steppenwolf o Status Quo, y fue el año en que se lanzaron álbumes  y sencillos imprescindibles para el género, que demuestran mi teoría acerca de que, en el terreno musical, fue El Año. Concluyo este artículo con una lista que incluye algunos de los álbumes y sencillos más famosos:

Enero: Between The Buttons (The Rolling Stones)

Febrero: The Doors (The Doors), Younger Than Yesterday (The Byrds), Surrealistic Pillow (Jefferson Airplane), “Happy Together” (The Turtles)

Marzo: The Velvet Underground & Nico (The Velvet Underground), I Never Loved A Man The Way I Love You (Aretha Franklin), Mellow Yellow (Donovan), “A Whiter Shade Of Pale” (Procol Harum)

Mayo: Are You Experienced? (Jimi Hendrix), “Waterloo Sunset” (The Kinks)

Junio: Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (The Beatles), David Bowie (David Bowie)

Julio: Bee Gees’ 1st (Bee Gees), Flowers (The Rolling Stones), Little Games (The Yardbirds), “Brown Eyed Girl” (Van Morrison)

Agosto: The Piper At The Gates Of Dawn (Pink Floyd)

Octubre: “Love Is All Around” (The Troggs)

Noviembre: Forever Changes (Love), Disraeli Gears (Cream), Buffalo Springfield Again (Buffalo Springfield)

Diciembre: Strange Days (The Doors), Their Satanic Majesties Request (The Rolling Stones), Days Of Future Passed (The Moody Blues), Magical Mystery Tour (The Beatles), The Who Sell Out (The Who), John Wesley Harding (Bob Dylan)

Jim Morrison, jinete en la tormenta

There may be a time when we’ll attend Weather Theaters to recall the sensation of rain.

Jim Morrison, The Lords

jim-morrison-flower-crown

Jim, como aquellos niños enloquecidos de “The End”, también esperaba la lluvia de verano. El verano: la estación insaciable que contiene mundos en sus goznes. Los besos son entonces tan pálidos; el cielo, tan azul. Hay un rumor de desiertos en el pavimento.

La lluvia de verano podía llegar también en invierno. Era la constatación del final de una puesta en escena, la arteria salvaje que podría salvarlo. El amor… El amor no. Pero sí la lluvia. Una lluvia irreal, una tormenta en la que quiso ser jinete.

Jim nació un ocho de diciembre en la ciudad de Melbourne, Florida. Sus ojos tenían el color impreciso de la lluvia de verano. Su alma, loca y encendida, se moría por abandonar la civilización y bailar bajo compases chamánicos en las colinas. Cambió el desierto por los escenarios. Se enamoró de una cabellera que había empezado a arder antes de que el mundo fuera mundo, antes de que Jim persiguiera realidades en vasos inhumanos de vodka. Dicen que el fuego todo lo consume, incluso la lluvia de verano. Pero él seguía esperando ver llover.

Hemos venido al universo como meros espectadores. Lo contrario al baile serían unos ojos fijos en la tormenta que no termina de llegar. Como si en vez de exploradores fuéramos buscadores de irrealidades. Puede parecer lo mismo, pero no lo es. Jim odió a los voyeurs y abrazó la filosofía de Rimbaud, aquel niño loco y apasionado, cruel y espontáneo, que no esperaba la lluvia porque él mismo era la tormenta.

Jim Morrison fue un Rimbaud fuera de su tiempo. Menos brillante, menos lluvioso; pero él tampoco se conformaba con mirar. Ardió entre cabellos rojos y sórdidas bañeras parisinas y jamás volvió a contemplar diciembre, el mes en que sus ojos se invadieron de grises por vez primera.

Entrevista para «Experiencias literarias»

book6

Esta noche, os recomiendo visitar la web Experiencias literarias, cuyo equipo realiza una magnífica labor por la difusión de la cultura, entrevistando a nuevos talentos.

Hoy me han entrevistado a mí. La entrevista ha corrido a cargo de Carlos Desán, un enamorado del arte, muy polifacético, que también dirige la página Ochenta’s, centrada en las décadas doradas del pop-rock.

Ha sido una entrevista completísima en la que hemos tocado muchos temas: desde mis dos poemarios, pasando por mi faceta rockera, hasta llegar a algo tan irreverente como… el marinismo.

Os dejo aquí el podcast de la entrevista.

Gracias a Carlos Desán y al equipo de Experiencias literarias.

La voz morena de Johnny Cash

 

johnny-cash-5
Johnny Cash

Cuando sólo era un crío,
me dijo mi madre: “Hijo,
sé siempre un buen chico:
nunca juegues con armas”.
Pero disparé a un hombre en Reno
sólo para verlo morir.
Cuando escucho ese silbido,
agacho la cabeza y lloro.

Con letras como ésta se ganó Johnny Cash el corazón de los presos de la Prisión de Folsom, en California. Mucho se ha escrito acerca de sus míticas actuaciones allí y del hito que supusieron en su carrera musical. La primera fue en 1966 y la segunda, la más conocida, dos años más tarde. En esta segunda grabó su exitoso directo Folsom Prison Blues.

Los presos lo acogieron calurosamente porque se mostró cercano y comprensivo; lo suyo no era simple “postureo” para impulsar su carrera. Realmente, se preocupó por aquellos hombres, por mostrarles el camino correcto. Hablamos, en muchos casos, de presos reincidentes, de criminales cuya moral se había endurecido aún más bajo las durísimas condiciones de la que se consideraba, después de San Quintín, como la prisión más terrorífica del Estado de California.

3fd36ed66c3fb918d57235876412cf0d-787x1000x1
Johnny Cash

Cash creía en la reinserción de los delincuentes, quizá porque él mismo pudo reinsertarse en la sociedad tras muchos años experimentando con la anfetamina y otros tipos de drogas duras. No resulta sorprendente en una estrella del rock –¿alguien podría decirme una que se mantuviera “limpia”?-; pero lo meritorio fue que Johnny sí pudo salir de aquella cárcel impuesta por sí mismo: pudo salir y vivir hasta los 71 años y hasta resultar una influencia positiva para los presos de la Prisión de Folsom y de tantas otras, que lo veían como un ejemplo de superación.

Apodado “el Hombre de Negro” por sus habituales vestimentas oscuras, fue amigo de los grandes de la década de los cincuenta, de los padres indiscutibles del rock: Elvis, Roy Orbison, Little Richard, Jerry Lee Lewis. Se iban por ahí en coche a compartir giras y botellas de whisky. En esos tiempos gloriosos conoció también a June. June Carter, cantante de country, que sería su esposa durante 35 años, aunque ella tuviera que pasar previamente por dos divorcios. June, su eterna compañera de escenarios. Cash murió solamente cuatro meses después que ella, en 2003, porque el escenario de la vida resultaba inconcebible si no lo podían compartir. Hoy se cumplen trece años desde su fallecimiento.

Me gusta el estilo de Cash. Dentro del género del country, no le discuto a Dylan su liderazgo como el gran compositor; pero me quedo con la voz de Johnny. Esa voz morena, profunda, con sus gotas de sangre apache otorgándole su característico aire calmado, poseedor de una sabiduría ancestral que conecta con las raíces más profundas de la tierra. Esa voz que, antes de comenzar un concierto, deleitaba a su público con las mismas palabras simples, vibrantes:

Hello. I’m Johnny Cash…

La influencia de Rimbaud en Van Morrison

rimbaud
El poeta Arthur Rimbaud

Las grandes estrellas del rock son, en parte, herederas de la rebeldía marginal de los poetas simbolistas franceses. Entre ellos, la figura de Arthur Rimbaud (1854-1891) se erige como el referente supremo, por su modo de enfocar la existencia, de supeditarla al arte, de desangrarse en su poética y vivir por y para ella, aunque esta elección le supusiera adentrarse conscientemente por un sendero autodestructivo y trágico. Rimbaud, apodado l’Enfant Terrible, escribió la totalidad de su fascinante y precoz obra poética antes de cumplir los diecinueve años, edad a la que abandonó la escritura, demostrando que su inspiración era más instintiva que formal. Para él, la poesía no constituía un entretenimiento estético o una vía de escape, sino aquello a lo que debía dedicar su esfuerzo vital.

van-morrison
Van Morrison, el «León de Belfast»

A la hora de citar a los grandes rockeros influidos por el poeta, surge inmediatamente la figura de Jim Morrison, de la que tanto he hablado. Otro Morrison, distinto al líder de The Doors, también bebió de Rimbaud para escribir sus letras. Me refiero al cantautor norirlandés Van Morrison, popular en las décadas de los sesenta y los setenta por mezclar en su música géneros como el jazz, el country y el blues. Siendo aún líder de la banda Them, alcanzó la fama en 1965 con el tema “Gloria”, que después popularizarían otros artistas como The Doors o Patti Smith. Ese mismo año comenzó su carrera en solitario, llegando a publicar hasta la fecha treinta y nueve álbumes, entre los directos y los de estudio. Hay entre ellos un tema que, ya desde el título, constituye un homenaje explícito a Rimbaud: “Tore Down a la Rimbaud” –“Derribo a la Rimbaud”-, que forma parte del álbum de 1985 A Sense of Wonder –“Un sentido de la maravilla”-. El propio Van Morrison confesó que, en el momento de escribir la letra, atravesaba un período de sequía creativa y, sólo después de leer en una biografía de Rimbaud que este poeta había dejado definitivamente la poesía a muy temprana edad, se sintió inspirado para escribir “Tore Down a la Rimbaud”. Leamos la traducción:

Me mostró las imágenes en la galería,
me mostró las novelas en el estante.
Puse mis manos sobre la mesa,
me otorgó el conocimiento acerca de mí mismo.
Me mostró visiones, me mostró las pesadillas,
me dio los sueños que nunca terminan.
Me mostró la luz del túnel
cuando se hizo la oscuridad en todo mi alrededor.

Y yo estaba allí, simplemente.
Derribo “a la Rimbaud”.
Y me gustaría que mi mensaje viniera.
Derribo “a la Rimbaud”;
ya sabes, me llevó algún tiempo.
Ya sabes, me llevó algún tiempo.

Me mostró la forma y los movimientos,
me enseñó lo que significa ser,
Me otorgó días de devoción profunda,
me mostró cosas que no puedo ver.

[..]

Me mostró diferentes formas y colores,
me enseñó muchos caminos diferentes,
me dio instrucciones muy claras
cuando yo estaba en la noche oscura del alma.

La letra habla de la inspiración literaria, de la sequía creativa que el propio Morrison experimentó, del papel revitalizador que cumplió Arthur Rimbaud, devolviéndole su creatividad al descubrirle nuevos e inimaginables puntos de vista. El “derribo a la Rimbaud” es una metáfora que representa el fin de esa barrera, de esa sequía productiva, gracias al fuego aportado por el joven francés. Como curiosidad, hay que añadir que en esta canción también hallamos una referencia al poeta místico del Renacimiento español San Juan de la Cruz, en el verso donde se menciona la “noche oscura del alma”.

Enigmático y distante, Van Morrison es considerado por gran parte de la crítica como la mejor voz blanca de todos los tiempos. La revista Rolling Stone lo sitúa, junto a Bob Dylan y Neil Young, en el trío de los músicos contemporáneos más influyentes.

.