Mikel Erentxun desde la silla del Price

Mikel Erentxun en el Teatro Circo Price el 8 de julio

El pasado miércoles 8 de julio tuve ocasión, una vez más, de contemplar al gran Mikel Erentxun en directo en el madrileño Teatro Circo Price. La primera vez que lo vi allí fue en noviembre de 2013, pero entonces iba acompañado de Diego Vasallo, el segundo integrante del dúo Duncan Dhu. Tras doce años separados, Erentxun y Vasallo volvían a la carga con un nuevo y sensacional álbum: El duelo. Lo recuerdo como un concierto memorable. Había llegado con mucho tiempo para poder encontrar sitio cerca del escenario, en la pista. Porque entonces aún existía la pista del Price. La gente se empujaba, bailaba, coreaba los temas…

Pero el miércoles, una marabunta de sillas había colonizado lo que antes fuera la pista del Teatro Circo. El concierto formaba parte de la gira por el nuevo álbum de Erentxun en solitario: Corazones, publicado en la primavera de 2015. Un poco frustrados, tomamos asiento en los sitios que nos habían asignado, como si en vez de un concierto de pop-rock estuviéramos allí para deleitarnos con una orquesta filarmónica.

Interior del Teatro Circo Price tras la reforma donde se han implantado las sillas en la pista

En realidad, el concierto estaba planificado originalmente para finales de abril, en lo que antaño fuera el Teatro Joy y que hoy ha sido relegado como discoteca y sala de conciertos. Cuando muchos ya teníamos compradas las entradas, nos comunicaron por teléfono que esos entes abstractos y remotos que se encargan de organizar los conciertos de los artistas habían decidido insertar la actuación de Mikel en el ciclo madrileño de espectáculos Veranos de la Villa, aplazándolo al 8 de julio y trasladándolo de la Joy al Price.

Me sienta muy mal que me cambien las fechas de algo que ya está organizado –y no un día o dos; no: tres meses-. Pero peor me sentó encontrarme con aquellas filas de sillas estratégicamente colocadas para que a nadie se le ocurriera desmelenarse.

Y como si las filas de sillas marcaran el comienzo, Erentxun empezó excesivamente tranquilo, versionando su precioso tema “A un minuto de ti” con resultados, en mi opinión, poco favorables. Después llegaron los temas del nuevo álbum, para los cuales utilizaba ocasionalmente un micrófono que robotizaba su voz y que resultó un auténtico desacierto, porque contribuía a restar esos matices melancólicos y temblorosos tan característicos del cantante, que son los que le aportan personalidad a su voz.

Esta ausencia de melancolía, de contrastes agridulces, nostálgicos, se apreció principalmente en el que considero uno de los mejores temas del donostiarra: “Cartas de amor (cuando ya no hay amor)”, que fue cantada sin alma y que utilizó para lucir su técnica de guitarra eléctrica, sobre todo. Después de haber escuchado a Erentxun cantar la misma canción hace unos años en la inauguración de la FNAC de Azca, puedo afirmar que Mikel es capaz de emocionar a su público con la versión en directo del tema. Pero, tal vez, en esta ocasión trató de sumarse a un estilo más “electrónico” que, por mucho que se empeñe, no es el suyo, y que le resta toda su personalidad musical.

La gente comenzó a recibir las canciones con aplausos tranquilos y voces sosegadas, pero, a medida que fue avanzando el concierto y ante los impulsos del propio Erentxun –“¡Podéis levantaros…!”-, la animación se incrementó en la medida en que las consabidas filas de sillas lo permitieron, siendo el punto culminante aquel en el que el público comenzó a corear el nombre de uno de los músicos de Mikel, Paco, y a Erentxun le dio un ataque de risa en mitad del escenario.

Portada del álbum Corazones, publicado en 2015

La calidad del directo aumentó en algunos temas de Corazones y fue muy buena en “Ojos de miel”, la canción que dedicó a su hija Siena. En esta crónica es necesario añadir que Corazones es un álbum un poco distinto a los anteriores de Mikel en solitario y, desde luego, a los de Duncan Dhu. En él se puede apreciar la influencia de sus admirados Beatles y, en especial, de los aportes electrónicos del tema “A Day In The Life”, que deja un poso importante en la sexta canción del álbum de Erentxun, “As de corazones”. El tono del disco, en general, es más tranquilo, evocador y dichoso que los anteriores: hay canciones dedicadas a sus hijas, a su mujer… Es un trabajo que refleja la madurez emocional de un padre de familia que ha encontrado el sosiego necesario en su vida sentimental y trata de introducir nuevas técnicas en las habituales.

Otros seguimos prefiriendo al Erentxun alocado y presleniano, que recorría ciudades de paso sin detenerse en ninguna más que para encontrarse alguna vez con algún amor platónico, roto en un pasado tormentoso y dañino, pero inspirador. A ese Erentxun que se quejaba de tener ya “treinta años y ni un gramo de madurez”. El que este mismo verano sobrecogía al público con una imitación de Elvis en el escenario de las fiestas de San Sebastián de los Reyes…

Tampoco puedo decir que se quedara parado en este concierto del Price, desde luego. Mikel hizo gala de su carisma y de ese brote de showman que le recorre y que nos deleita a sus seguidores. Pero, en general, me faltó emoción. Quizá es que, simplemente, un concierto de rock no puede verse desde una silla…

Presentando «El barco de cristal»: lluvia, rock y literatura en Madrid

Presentación de "El Barco de Cristal" en el restaurante madrileño Subiendo al sur. Foto de José María Plaza
Presentación de «El Barco de Cristal» en el restaurante madrileño Subiendo al sur. Foto de José María Plaza

Era un sábado inhóspito, invadido por una de esas lluvias salvajes de diciembre por las que se cuela el frío dentro del cuerpo y llega al corazón. Pero el ambiente del local resultaba cálido, acompañado de luces amarillas y olor a velas. Situado en una escondida calle de la zona de Noviciado –Ponciano, 5, Madrid-, el restaurante “Subiendo al Sur” –un restaurante de comercio justo cuyos beneficios van, en parte, destinados a países desfavorecidos- fue el escenario de una noche memorable.

Más de cincuenta personas se agolpaban entre sillas y mesas –algunas tuvieron que sentarse en el suelo-, desafiando a la lluvia y a la pereza existencial que esta provoca. Familiares, amigos, conocidos; gente que ha llegado a mi vida en los últimos tiempos, o que permanece en ella desde siempre: allí estaban casi todos, expectantes. En la mesa, a mi lado, junto a los libros, se hallaba el profesor Emilio Blanco, presentador del acto. Un poco más atrás, Juan Manuel Corral, orgulloso editor de Líneas Paralelas. Me embargaba una emoción indescriptible. Y entonces, comenzaron a sonar los primeros acordes de “The Crystal Ship”, tema de The Doors de 1967 versionado maravillosamente por Strange Days.

De izquierda a derecha: Rafa Ceballos, Julio Téigell, Marina Casado, Emilio Blanco, Juan Casado y Nico de Vicente
De izquierda a derecha: Rafa Ceballos, Julio Téigell, Marina Casado, Emilio Blanco, Juan Casado y Nico de Vicente

Strange Days, cuyo nombre rinde homenaje, precisamente, a un álbum de The Doors, es la joven banda compuesta por mi hermano, Juan Casado –vocalista y guitarrista-; el polifacético Julio Téigell, que se dividió entre teclado, guitarra y voz; Rafa Ceballos, bajista, y Nico de Vicente, que puso ritmo a la noche con la caja flamenca.

“The Crystal Ship” fue el tema que elegí para titular mi ensayo El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock, publicado por Líneas Paralelas en octubre de este año. Además de tratarse de un tema compuesto por Jim Morrison, vocalista de The Doors y figura que encarna a la perfección el vínculo esencial entre rock y literatura –fue un voraz lector, poeta y cineasta, y su bagaje cultural se refleja sobradamente en las letras de sus canciones-, la imagen del barco de cristal me sugería una preciosa alegoría en la que el barco representa la música rock, gobernada por capitanes de la talla de Elvis Presley, Chuck Berry, Little Richard, Jerry Lee Lewis… Y más adelante, los míticos Beatles. ¿Por qué de cristal? Porque el cristal permite ver que las tripas de ese barco de rock están hechas de literatura, que tras las letras de canciones que se han hecho famosas se esconden todas las lecturas de sus autores: las estrofas están repletas de guiños a obras y a escritores. Y es que los grandes rockeros fueron también grandes lectores y algunos, como Jim Morrison o Lou Reed, incluso se aventuraron muy decentemente en la escritura. Rock y literatura caminan de la mano, y esta idea constituye la base de mi ensayo, presentado el sábado 13 de diciembre en “Subiendo al Sur”, en lo que se constituyó como un evento inolvidable.

Marina Casado y Juan Casado. De fondo, Emilio Blanco y  Juan Manuel Corral
Marina Casado y Juan Casado. De fondo, Emilio Blanco y Juan Manuel Corral

El origen de El barco de cristal hay que buscarlo en 2012, cuando creé una sección con el mismo nombre en el programa cultural El Marcapáginas de Gestiona Radio, programa dirigido por el periodista David Felipe Arranz. En la sección, que se mantuvo en activo hasta diciembre de 2013, analizaba las conexiones entre grandes obras de la literatura universal y algunos de los temas más populares del género del pop-rock. En torno a diciembre de 2013, Juan Manuel Corral, colaborador habitual del programa, me comunicó su idea de crear una editorial: proyecto arriesgado en los tiempos que corren y, precisamente por ello, muy admirable. Tras unos meses de trabajo, redacción, investigación y maquetación, nació el libro El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock, cuidadosamente editado por el equipo de Juan Manuel Corral, que posee gran experiencia en el ámbito editorial y es autor de varios ensayos sobre cine y música pop.

Emilio Blanco, presentador del acto, destacó el buen trabajo realizado por la editorial, además de elogiar el contenido del libro, que, en su opinión, es muy completo y hace un repaso pormenorizado por la historia del pop-rock, con temas que constituyeron la banda sonora de varias generaciones. Emilio Blanco es filólogo y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Coincide conmigo en su gusto por relacionar la música de todo género con la literatura. En 2011, coordinó el congreso “La letra de la música”, celebrado en la Rey Juan Carlos.

De izquierda a derecha: Emilio Blanco, Marina Casado, Rafa Ceballos, Juan Casado y Nico de Vicente
De izquierda a derecha: Emilio Blanco, Marina Casado, Rafa Ceballos, Juan Casado y Nico de Vicente

El acto estuvo vertebrado por las versiones que Strange Days hicieron de algunos de los clásicos que trato en el libro. Además del mencionado “The Crystal Ship” de The Doors, interpretado con elegancia por Julio Téigell, Juan Casado imitó muy acertadamente la voz aguda y plagada de falsetes del gran Elton John en su famoso tema de 1978 “Goodbye Yellow Brick Road”, en el que hace un guiño a la obra de 1910 de Frank Baum El mago de Oz al despedirse del camino de baldosas amarillas por el que los personajes avanzaban para alcanzar Ciudad Esmeralda, lugar donde residía aquel maravilloso Mago de Oz que supuestamente cumpliría todos sus deseos. En la novela, el Mago resultó ser un hombre normal y corriente, y la canción de Elton John alude a un fraude sentimental, a una relación en la que no hay más que promesas doradas, sin rastro de realidades.

El pop-rock nacional también tuvo acto de presencia en el acto del sábado, cuando Strange Days versionó un single de 1987 del dúo donostiarra Duncan Dhu -que toman su nombre del personaje de una novela de Robert Louis Stevenson-, “Una calle de París”, donde se homenajea aquel París de la Bohemia del siglo XIX que fue escenario de las andanzas de poetas como Charles Baudelaire. Julio Téigell fue en esta ocasión el vocalista, poniéndose en el papel de mi admirado Mikel Erentxun.

Nico de Vicente y Julio Téigell al teclado
Nico de Vicente y Julio Téigell al teclado

La interpretación más elogiada fue, sin duda, la del tema de 1993 “Heart-Shaped Box”, de Nirvana, con la voz de Juan Casado y un fondo musical oscuro y humeante. Para el videoclip de este tema, la idea original de Kurt Cobain, líder de Nirvana, era que apareciera el poeta beatnik William S. Burroughs haciendo de viejo cristo yonqui crucificado. Aunque Burroughs rechazó la propuesta, se entrevistó con Cobain en 1993, puesto que era el ídolo literario del cantante. En general, la Generación Beat tuvo una inmensa influencia en la historia del rock.

A Julio le tocó hacer de Mark Knopfler en la brillante interpretación del clásico de Dire Straits «Romeo and Juliet», una particular versión de la obra de Shakespeare que traslada a los amantes a un contexto urbano y actual, banalizado. Romeo sigue amando a Julieta, que en esta versión musical adopta una actitud de fría indiferencia, recibiendo a Romeo con una mezcla entre desdén y burla, considerándolo un pretendiente más. Romeo, nostálgico, recuerda las promesas de Julieta y sus palabras. Su romanticismo resulta ridículo en esta nueva ambientación aportada por Dire Straits…

Otro momento de la presentación de "El barco de cristal"
Otro momento de la presentación de «El barco de cristal»

Para el final, Strange Days se reservó el clásico de 1968 de The Rolling Stones “Sympathy For The Devil”, inspirado por la obra de Mijáil Bulgákov El maestro y Margarita, que Marianne Faithfull regaló a su por entonces novio Mick Jagger, vocalista de la banda. En la obra y en la canción, el Diablo aparece retratado como un gentleman, malicioso y elegante, que se confiesa autor de todos los crímenes de la historia de la humanidad. Juan Casado interpretó fabulosamente la voz salvaje de Jagger, acompañado en algunos momentos por el público, que coreaba el estribillo con pasión.

El resultado fue un acto emocionante, donde me sentí arropada por todos los asistentes, amigos y familiares. Allí estaban, unidas, mis dos pasiones: la literatura y la música, y allí estaban también todos aquellos años escuchando los discos que mis padres ponían en el salón, y la aventura de mi hermano Juan como mi indiscutible guía por los turbulentos senderos del rock.

Marina Casado firmando ejemplares de su libro
Marina Casado firmando ejemplares de su libro

Los escritores no son solo señores muy serios o muy extravagantes que se apartan del mundanal ruido para escribir su obra, ni las estrellas del rock grandes salvajes, sin la menor sensibilidad, que aporrean sus guitarras ciegamente. Dos mundos aparentemente tan opuestos encuentran un estrecho vínculo, y esto es lo que he tratado de reflejar en mi obra: El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock (Líneas Paralelas, 2014).

Portada de "El barco de cristal. Referencias  literarias en el pop-rock" (Líneas Paralelas, 2014)
Portada de «El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock» (Líneas Paralelas, 2014)

PUEDES COMPRAR EL LIBRO EN LA WEB DE LA EDITORIAL Y EN ALGUNAS LIBRERÍAS COMO LA CENTRAL O CASA DEL LIBRO.

*En breve, publicaré aquí el vídeo de la presentación.

De nuevo Duncan Dhu, pero incompleto

Mikel Erentxun anoche en   el concierto de Duncan Dhu de San Sebastián de los Reyes
Mikel Erentxun, anoche, en el concierto de Duncan Dhu de San Sebastián de los Reyes

La mítica banda donostiarra cerraba anoche el cartel de conciertos de las fiestas del municipio madrileño de San Sebastián de los Reyes, en las que habían sonado nombres tan populares como Barón Rojo, El Drogas, Lori Meyer o Leiva. Era la tercera vez que veía en directo a Mikel Erentxun: la primera fue en solitario, celebrando junto a otros artistas la inauguración de la Fnac de Azca; la segunda, en la gira de regreso de Duncan Dhu en diciembre del año pasado, en el Teatro Circo Price de Madrid. En esta tercera ocasión, en el Auditorio Parque Marina, Erentxun representaba al dúo Duncan Dhu, pero no lo acompañaba el otro integrante, Diego Vasallo, debido a una lesión de columna que ya le ha impedido participar en los conciertos de las últimas semanas. Su compañero le dedicó el concierto públicamente al inicio de la actuación.

¿Cómo fue la experiencia de Duncan Dhu sin Vasallo? Contrariamente a lo que se pudiera imaginar, su ausencia sí se percibió, sobre todo en el acompañamiento musical –la armónica, especialmente, se echó en falta en temas como “Cuando llegue el fin”-. Es cierto que, del dúo, Erentxun es el alma y la cara visible, y Vasallo permanece en un modesto segundo plano. Su voz, ronca hasta niveles desconcertantes -¿la modulará así a propósito?-, se queda muy atrás en comparación con la dulzura del timbre de Erentxun –aunque hay que señalar que, en directo, la voz de Erentxun pierde parte de la riqueza de matices que la caracterizan-. Pero ayer quedó demostrado que, si no imprescindible, Vasallo es un componente esencial de la banda. Su compañero, tanto en el concierto de diciembre como en el de anoche, no tuvo problema en reconocer que la autoría de la mayor parte de las letras del último álbum, El duelo, pertenece a Vasallo.

Diego Vasallo, el otro integrante de la banda Duncan Dhu
Diego Vasallo, el otro integrante de la banda Duncan Dhu

Precisamente este disco, lanzado en 2013 después de una larga separación de doce años de Duncan Dhu, nos sorprendió muy favorablemente por la poeticidad y la hondura de la letra de las canciones, mezclada con melancólicos acordes de guitarra que lo convirtieron, en mi opinión, en uno de los mejores álbumes de la historia de la banda. Quedó bautizado así en homenaje al regreso del grupo después de años separados, acogiéndose a la madurez musical y al “duelo” al que retaron al tiempo, como bien especifica la letra del tema homónimo:

No sé hacia dónde vamos,

si esto es sólo un cara o cruz

en un duelo con los años.

En el concierto de anoche vimos a un Erentxun enérgico, ataviado con camisa tejana y chaqueta vaquera, que no escatimó tiempo a pesar de tratarse de un concierto de las fiestas locales de un municipio –la duración de su actuación fue similar a la del concierto del Price, en torno a dos horas-, y que cubrió la ausencia de su compañero –que no estuvo allí para interpretar “Llora, guitarra”, “Los días buenos” y “Rosa gris”- con temas antiguos como “Capricornio” o “Pienso en ti”.

Quedó confirmado el favoritismo de Erentxun por “La barra de este hotel”, canción perteneciente al álbum de 1987 El grito del tiempo. En el concierto de diciembre, explicó al público que se trata de un tributo a Elvis Presley, a quien Vasallo y él idolatraban. Anoche, el final de la canción dio paso a un sorprendente baile en el que Erentxun se ganó al personal imitando aquel célebre de Elvis. Ya lo vi hacerlo en el Price, pero, en esta ocasión, se desmelenó aún más subiéndose a los altavoces y quedando muy cerca del público, lanzando la guitarra y hasta desabrochándose la camisa. Erentxun, a sus 49 años, tiene más ritmo que muchos artistas veinteañeros.

Anoche en el concierto, el momento en que Erentxun se sube al altavoz para sorprender al público
Anoche en el concierto, el momento en que Erentxun se sube al altavoz para sorprender al público
Erentxun y su exuberante baile a la manera de Elvis
Erentxun y su exuberante baile a la manera de Elvis

En directo, “Entre salitre y sudor” perdió gran parte de su fuerza, pero otros temas, como “La casa azul” o “Palabras sin nombre”, claramente la ganaron. Las célebres cien gaviotas mostraron su rumbo extraviado al final del concierto, haciendo vibrar al auditorio que, a pesar de poseer dimensiones inmensas, se hallaba bastante lleno. La actuación terminó con la habitual “Esos ojos negros”, coreada fuertemente por el público, y “Mundo de cristal”, en la que Erentxun cambió la palabra “Roma” del estribillo por “Siena” –suponemos que como homenaje a su primogénita, que lleva el nombre de la ciudad italiana-.

En conclusión: se echó de menos a Vasallo, pero Erentxun demostró que es capaz, sobradamente, de embelesar él solo a un auditorio y dejar en el ambiente una estela de, como dirían los Rolling, “satisfaction”.

El escenario del concierto, anoche, en San Sebastián de los Reyes
El escenario del concierto, anoche, en San Sebastián de los Reyes

Duncan Dhu regresa a Madrid

Ayer, 11 de noviembre de 2013, tuve ocasión de asistir al concierto que el grupo Duncan Dhu celebró en el Teatro Circo Price de Madrid, en su gira inaugural de regreso a los escenarios tras doce años separados. El dúo donostiarra, formado por Mikel Erentxun y Diego Vasallo, estrena este año nuevo disco, titulado El duelo, una auténtica demostración de talento poético y musical que supone la excepción a ese refrán tradicional que dice: “Segundas partes nunca fueron buenas”.

El grupo Duncan Dhu en el Teatro Circo Price de Madrid
El grupo Duncan Dhu en el Teatro Circo Price de Madrid

Música de Elvis y mucha expectación durante la espera que precedió la llegada del grupo. El Price estaba a rebosar, a pesar de tratarse del segundo concierto consecutivo de la banda en Madrid. Para el primero, que tuvo lugar el domingo día 10, se habían agotado las entradas prácticamente desde septiembre. Ante la justificación que muchos esgrimirán: «¡nostálgicos!», yo insisto en que, con el panorama musical existente ahora mismo en España, unos grandes músicos y letristas como Erentxun y Vasallo son capaces de insuflar nuevas energías y demostrarnos que no nos hallamos, como a muchos se nos ocurre pensar de vez en cuando, en la decadencia cultural más absoluta. Y eso a la gente que posee un cierto gusto musical le agrada. El grueso del público estaba formado por treintañeros y cuarentañeros con muchas ganas de marcha, pero también los había mayores y más jóvenes. Duncan Dhu, desde luego, se pueden considerar «viejas glorias», puesto que en su primer período de actividad -que fue de 1984 a 2001-, consiguieron un single del año con el tema «Cien gaviotas» en 1985 y lograron situarse a la cabeza de los grupos con más ventas en 1987, gracias a su álbum El grito del tiempo, que incluía su archiconocido «En algún lugar»:

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Un sencillo cartel de luces rojas sobre fondo negro con el nombre de la banda dio paso a la llegada del dúo al escenario, firmemente jaleado por el público. Erentxun vestía una chaqueta muy al estilo rockabilly, que no tardó en quitarse, para mostrar una camiseta negra de manga corta y un chaleco del mismo color. Vasallo, mucho más sobrio, apostó por su habitual atuendo de camisa y chaleco oscuros, con corbata. El concierto comenzó con el single de su nuevo disco: «Cuando llegue el fin».

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Música de banjo y un alegre tono country como telón de fondo para un auténtico poema en forma de canción que hizo vibrar al Price. En él resulta reconocible la antigua chispa de la banda, más que en el resto de temas del nuevo álbum, que son mucho más melódicos y menos encendidos. Títulos como «No dejaría de quererte», «El duelo», «Los días buenos», «Llora, guitarra» o «La última canción»; todos ellos caracterizados por un intenso lirismo que otorga a la banda una indiscutible madurez musical. No en vano Duncan Dhu, el nombre elegido por Mikel, allá en los ochenta, está muy relacionado con la literatura. Escribí al respecto un artículo, titulado «El regreso de Duncan Dhu».

El grupo Duncan Dhu en el Teatro Circo Price de Madrid
El grupo Duncan Dhu en el Teatro Circo Price de Madrid

A lo largo del concierto, interpretaron las seis canciones que componen El duelo. Como Mikel no dejó de reconocer en todo momento, Diego Vasallo ha estado muy implicado en la composición de las letras de este nuevo álbum. Erentxun describió «La última canción» como «la mejor letra que Diego ha escrito nunca», logrando un apasionado aplauso del público, que coreaba: «Diego, Diego…». Lo cierto es que Vasallo se mantuvo en un humilde segundo plano durante el concierto, sonriendo tímidamente y dejando todo el palabreo a su compañero, con el que demostraba una complicidad que solo es capaz de lograrse con muchos años de experiencia juntos. Vasallo es más compositor que cantante, como demostró en los temas en los que actuó de solista, con una voz enronquecida que únicamente ganaba cuando se le añadía la luminosidad de la de Mikel en los estribillos. Justo es reconocer que, juntas, las dos voces creaban un efecto muy cuidado, ya que cada una se sitúa en un extremo.

Diego Vasallo en el teatro Circo Price de Madrid
Diego Vasallo en el Teatro Circo Price de Madrid

Mikel Erentxun se confirmó como el alma del grupo. Carismático, alegre, luminoso -una especie de polo opuesto a Diego Vasallo-, que sigue conservando la voz juvenil y melódica de la primera época y la capacidad para levantar pasiones entre el público. El momento en el que interpretó «La barra de este hotel» -una canción que definió como tributo a Elvis, el ídolo de juventud de Vasallo y suyo- fue especialmente emocionante, ya que se marcó un baile exuberante a la manera de «El Rey» -se podría decir que sólo le faltaba el traje blanco y el tupé- que sorprendió a la sala, sobre todo después de tener noticia de que, en los últimos meses, el cantante ha padecido problemas de corazón que le han mantenido un tiempo alejado de los escenarios.

Mikel Erentxun en el teatro Circo Price de Madrid
Mikel Erentxun en el Teatro Circo Price de Madrid
Mikel Erentxun en el Teatro Circo Price de Madrid
Mikel Erentxun en el Teatro Circo Price de Madrid

Además de los temas del nuevo álbum, la banda hizo un repaso por toda su discografía, que incluyó grandes clásicos como «A tientas», «La casa azul», «Palabras sin nombre», «Rosa gris» o la conmovedora «No puedo evitar pensar en ti». «En algún lugar» quedó como la última interpretación antes del largo bis, en el que incluyeron cuatro grandes éxitos que hicieron rugir al público: «Esos ojos negros», «Cien gaviotas», «Jardín de rosas» y un ultimísimo «Mundo de cristal», después del cual el dúo, junto al resto de la banda, se despidió de la capital española, poniendo el broche a lo que Erentxun describió como «un fin de semana mágico» en Madrid.

Una noche memorable, sin duda, y la esperanzadora promesa de que no está todo perdido para el panorama musical español.

Duncan Dhu durante la grabación de el nuevo álbum, "El duelo"
Duncan Dhu durante la grabación de el nuevo álbum, «El duelo»