
La mítica banda donostiarra cerraba anoche el cartel de conciertos de las fiestas del municipio madrileño de San Sebastián de los Reyes, en las que habían sonado nombres tan populares como Barón Rojo, El Drogas, Lori Meyer o Leiva. Era la tercera vez que veía en directo a Mikel Erentxun: la primera fue en solitario, celebrando junto a otros artistas la inauguración de la Fnac de Azca; la segunda, en la gira de regreso de Duncan Dhu en diciembre del año pasado, en el Teatro Circo Price de Madrid. En esta tercera ocasión, en el Auditorio Parque Marina, Erentxun representaba al dúo Duncan Dhu, pero no lo acompañaba el otro integrante, Diego Vasallo, debido a una lesión de columna que ya le ha impedido participar en los conciertos de las últimas semanas. Su compañero le dedicó el concierto públicamente al inicio de la actuación.
¿Cómo fue la experiencia de Duncan Dhu sin Vasallo? Contrariamente a lo que se pudiera imaginar, su ausencia sí se percibió, sobre todo en el acompañamiento musical –la armónica, especialmente, se echó en falta en temas como “Cuando llegue el fin”-. Es cierto que, del dúo, Erentxun es el alma y la cara visible, y Vasallo permanece en un modesto segundo plano. Su voz, ronca hasta niveles desconcertantes -¿la modulará así a propósito?-, se queda muy atrás en comparación con la dulzura del timbre de Erentxun –aunque hay que señalar que, en directo, la voz de Erentxun pierde parte de la riqueza de matices que la caracterizan-. Pero ayer quedó demostrado que, si no imprescindible, Vasallo es un componente esencial de la banda. Su compañero, tanto en el concierto de diciembre como en el de anoche, no tuvo problema en reconocer que la autoría de la mayor parte de las letras del último álbum, El duelo, pertenece a Vasallo.

Precisamente este disco, lanzado en 2013 después de una larga separación de doce años de Duncan Dhu, nos sorprendió muy favorablemente por la poeticidad y la hondura de la letra de las canciones, mezclada con melancólicos acordes de guitarra que lo convirtieron, en mi opinión, en uno de los mejores álbumes de la historia de la banda. Quedó bautizado así en homenaje al regreso del grupo después de años separados, acogiéndose a la madurez musical y al “duelo” al que retaron al tiempo, como bien especifica la letra del tema homónimo:
No sé hacia dónde vamos,
si esto es sólo un cara o cruz
en un duelo con los años.
En el concierto de anoche vimos a un Erentxun enérgico, ataviado con camisa tejana y chaqueta vaquera, que no escatimó tiempo a pesar de tratarse de un concierto de las fiestas locales de un municipio –la duración de su actuación fue similar a la del concierto del Price, en torno a dos horas-, y que cubrió la ausencia de su compañero –que no estuvo allí para interpretar “Llora, guitarra”, “Los días buenos” y “Rosa gris”- con temas antiguos como “Capricornio” o “Pienso en ti”.
Quedó confirmado el favoritismo de Erentxun por “La barra de este hotel”, canción perteneciente al álbum de 1987 El grito del tiempo. En el concierto de diciembre, explicó al público que se trata de un tributo a Elvis Presley, a quien Vasallo y él idolatraban. Anoche, el final de la canción dio paso a un sorprendente baile en el que Erentxun se ganó al personal imitando aquel célebre de Elvis. Ya lo vi hacerlo en el Price, pero, en esta ocasión, se desmelenó aún más subiéndose a los altavoces y quedando muy cerca del público, lanzando la guitarra y hasta desabrochándose la camisa. Erentxun, a sus 49 años, tiene más ritmo que muchos artistas veinteañeros.


En directo, “Entre salitre y sudor” perdió gran parte de su fuerza, pero otros temas, como “La casa azul” o “Palabras sin nombre”, claramente la ganaron. Las célebres cien gaviotas mostraron su rumbo extraviado al final del concierto, haciendo vibrar al auditorio que, a pesar de poseer dimensiones inmensas, se hallaba bastante lleno. La actuación terminó con la habitual “Esos ojos negros”, coreada fuertemente por el público, y “Mundo de cristal”, en la que Erentxun cambió la palabra “Roma” del estribillo por “Siena” –suponemos que como homenaje a su primogénita, que lleva el nombre de la ciudad italiana-.
En conclusión: se echó de menos a Vasallo, pero Erentxun demostró que es capaz, sobradamente, de embelesar él solo a un auditorio y dejar en el ambiente una estela de, como dirían los Rolling, “satisfaction”.

Eso no te lo crees ni tu, Vasallo no pinta nada al lado de Mikel, solo faltó » llora guitarra».
Duncan Dhu siempre ha sido Mikel Erentxun, pero debe ser que citar a Vasallo te hace más entendida, tu sabes que no.
Voy a ignorar el tono agresivo de la crítica y a responderte, con la diplomacia que siempre me ha caracterizado, que no pretendo hacerme la entendida ni la desentendida, en mi artículo. Diego Vasallo, por si no estás al corriente, es el compositor de la mayor parte de letras de la banda. No voy a entrar en consideraciones acerca de qué sería de Duncan Dhu sin las composiciones de Vasallo, porque estoy segura de que Mikel también tiene talento en esos asuntos. Pero que la mayoría de letras de la banda las ha compuesto Vasallo es un hecho. Y que tiene su papel en el grupo, también. Por supuesto que Erentxun lo supera -y mucho- en cuanto a calidad vocal y a puesta en escena. Pero Duncan Dhu son ambos. Porque para lo demás, ya tiene Erentxun su carrera en solitario, que es maravillosa. Si ha decidido volver a unirse a Vasallo después de tantos años actuando únicamente en solitario, la propia lógica nos dice que algo le aportará, Vasallo. Seguramente, no le aporte su melodiosa voz, ni un carisma natural para con el público. Pero otras cosas habrá. Por ejemplo, las letras tan buenas que tiene el último álbum