En el Sur

El pasado lunes me despedí de Madrid temporalmente y partí hacia el suroeste, hacia tierras extremeñas, perfumadas de encinas y de guitarras emocionadas. Villafranca de los Barros… Lo llamo «mi pueblo», pero en realidad es el de mi madre, porque yo nací en Madrid. Sin embargo, después de toda la vida yendo en verano o en Semana Santa y de conocer todas las tradiciones, dichos populares, leyendas urbanas y demás asuntos regionales -además de ser capaz de reproducir el acento local con un 10 % de margen de error-, puedo considerarme una especie de «hija adoptiva» de Villafranca.

En el cartel de entrada, pone «Villafranca de los Barros, ciudad de la música», porque, según parece, tiene una amplia tradiciòn musical. Mas tradicionales me parecen, sin embargo, las bollas con huevo, las perrunillas y las flores, todos ellos dulces típicos -lo confieso, soy una golosa. Y para los amantes del vino, el pueblo es famoso por Viña Canchal, vino de tierra de barros, muy célebre y, según dicen, la quintaesencia de su género.

Al pueblo no le falta de nada, excepto amigos… (villafranqueses que leáis esto, ¡manifestaos!). Se producen, además, unas situaciones muy divertidas, como la que reproduzco a continuación:

SEÑORA 1– ¿Vive aquí el Vueltina?

SEÑORA 2– Si, aquí, a dar una vueltina…

SEÑORA 1– ¡No! Que si vive aquí el Alehandro, el Vueltina…

En la Carrera Grande de Villafranca de los Barros, Badajoz
En la Carrera Grande de Villafranca de los Barros, Badajoz

Escribo estas palabras desde el porche de la casa de Conil donde me alojaré hasta el 15 de agosto con mi familia. El viento de levante me azota los cabellos y me incita a cometer un asesinato o a comenzar una religión, como diria Jim Morrison. El levante, en Cádiz, es la locura andaluza hecha viento. Rafael Alberti, en La arboleda perdida, tiene un estudio muy clarividente al respecto…

Conil de la Frontera, situado en plena Costa de la Luz, a unos 50 km. de Cádiz, es un pueblo costero de azules y blancos gaditanos. Tiene una playa inmensa, que no ha perdido del todo su toque salvaje, y calles estrechas y empinadas que por la noche desprenden un aroma mágico a esa planta que en Andalucía llaman «dama de noche». Conil puede ser una guitarra doliente o unas palmas alegres, una bandada de flamencos o un firmamento que se deshace para en el mes de agosto desprenderse en decenas de estrellas fugaces, popularmente conocidas como las Lágrimas de San Lorenzo.

Conil es uno de los principales motivos por los que fui capaz de ahondar en el alma de Rafael Alberti, de identificarme con su mar, con sus azules y sus blancos de cal y océano, con esa pequeña e inocente vena cáustica que genera el viento de levante. Alberti era de El Puerto de Santa María, cierto, pero conocer cualquier pueblo de Cadiz es deslumbrarte primero y enamorarte después, y creer que te has enamorado de una persona que allí conociste, pero más tarde, cuando las personas se marchan, te descubres en los inviernos soñando con regresar, aunque sepas que solo queda la tierra. Entonces es cuando te das cuenta de que tienes la mitad de tu corazón inundado por las olas del mar de Cádiz…

Frente a la playa de Conil, agosto de 2012
Frente a la playa de Conil, agosto de 2012

Llevo viniendo a Conil desde hace unos seis veranos, quizá más. En alojamientos más o menos pintorescos, aunque el de este año, en cuanto a diseño, se lleva la palma. ¿Un dormitorio con acceso a un salón secreto? ¿Otro dormitorio al cual se accede desde una de las dos cocinas? O un armario imposible de abrir, porque los que colocaron los muebles no debían ser ingenieros, precisamente…

"Epic fail" en diseño arquitectonico...
«Epic fail» en diseño arquitectonico…

Dieciocho de julio

*Nota previa: Esta entrada fue redactada por la autora el 18 de julio de 2013, pero por motivos de salud se publicó un día más tarde. Así que cambiadme las perspectivas, please…

Soy, como diría Luis Buñuel, «atea, gracias a Dios». Sin embargo, en Villafranca de los Barros, pueblo de mi familia materna, tradicionalmente se celebraban más los santos que los cumpleaños. Como consecuencia, en mi casa ha prevalecido la costumbre de felicitarnos el día del santo, de salir a cenar, e incluso de hacer algún regalito…

Villafranca de los Barros, 2007
Villafranca de los Barros, 2007

El caso es que hoy, 18 de julio -una fecha no muy adecuada precisamente para festejar algo, if you know what I mean– es Santa Marina Virgen y Mártir, patrona de no sé cuántos municipios gallegos y a la que, según la leyenda, le cortaron la cabeza. Hay varias versiones, pero me quedo con la más chic: una en la que un rey malvado pretendía desposarla. Marina se negó, y entonces el rey la amenazó con decapitarla. Marina se siguió negando; entonces el rey ordenó que le cortaran la cabeza -muy a lo Reina de Corazones Style-, y la cabeza dio tres botes. En cada bote, dijo «no». Y en el lugar donde cayó finalmente, brotó un manantial…

He ahí un ejemplo gráfico de «cabezota» -chiste fácil.

Pero fuera de Galicia, mi santo no es demasiado conocido. En el santoral, suele aparecer con más frecuencia San Federico, que se festeja el mismo día. Y yo me acuerdo de mi adorado Federico García Lorca, que cada año lo celebraba por todo lo alto con su familia en la Huerta de San Vicente, su casa de Granada.

Huerta de San Vicente, Granada, 2012
Huerta de San Vicente, Granada, 2012

Y continuando con el tema de santos, mártires y cristianismo en general, no puedo dejar de relatar una curiosa anécdota acaecida a quien esto escribe en el día de ayer…

Andaba yo en una de mis numerosas expediciones hospitalarias -que últimamente, por unas cosas y por otras, son muy frecuentes- cuando, de repente, me topé con el siguiente cartel:

Lema de un hospital madrileño
Lema de un hospital madrileño

Entonces, me sentí como debieron sentirse los nativos americanos cuando Cristóbal Colón llegó al Nuevo Mundo. Evangelizar… Es que, dicho así… Por mucho que el hospital pertenezca a la sanidad privada, no pude evitar acordarme de aquel temazo de los Burning: «Qué hace una chica como tú en un sitio como éste».

A punto de ponerme el tocado de plumas y hacerme pinturas de guerra, me dirigí a la recepción para pedir hora para unas pruebas, y allí esperaba el equipo médico al completo. Lejos de apuntarme con un crucifijo cual profesor Van Helsing ante Drácula, me atendieron con mucha amabilidad y profesionalidad. Así que, señores, ¡nada de prejuicios!

(Eso sí, mejor no mirar los calendarios, donde podemos leer argumentos contrarios a la investigación con células madre…).

Una experiencia hospitalaria más. Todavía me quedan por cosechar unas cuantas, y además en un futuro muy, muy cercano. ¿Alguien ha tenido una piedra en el uréter?

Repetiré la pregunta con una pequeña modificación… ¿alguien ha tenido una piedra en el uréter… a los 23 años? Debo de ser de ese diminuto 3%, sí. Pero ya me estoy haciendo una experta en cólicos nefríticos, calmantes, doblejotas, sondas y demás necesarias aberraciones.

¿Quieres perder cinco kilos, sin necesidad de dietas ni gimnasios, además de añadir experiencia a tus conocimientos acerca del funcionamiento del aparato excretor? No lo dudes: pon una piedra en tu uréter. Garantizado por Marinistic S.A.

Me queda hasta humor negro para repartir a diestro y siniestro…

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Y para evadirnos un poquito de estos temas alegres, he de confesar que últimamente tengo sueños muy peliculeros. El de hoy, con banda sonora incluida -me he despertado tarareando la melodía, y todo-: una historia de palacios, oscuras pasiones, hijos secretos y asesinatos; Shakespeare estaría orgulloso de mi subconsciente.

Pero me gustó casi más el del otro día. Una «pesadilla» en la que Lord Voldemort -sí, el malo malísimo de Harry Potter– iba ataviado con un estilo ochentero pijo -imaginadlo con una camisita de cuadros y un jersey de cuello de pico de Lacoste– a cargarse a Harry y a sus padres. Pero todo inmerso en un ambiente muy urban, con paredes de graffitti, zapatillas Converse y música de Nickelback -lo de la música es una aportación a posteriori, lo admito. Y el asesinato se produce en un baño de instituto. Very cool.

Ralph Fiennes en su papel de Lord Voldemort, el antagonista de la saga Harry Potter
Ralph Fiennes en su papel de Lord Voldemort, el antagonista de la saga Harry Potter