Siempre nos quedará la Música

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Silvio Rodríguez junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba. Madrid, 18/5/2019

Mientras media España veía ayer Eurovisión –ese caldillo rancio y veleidoso con tropezones de músicos que hoy triunfan y mañana nadie recordará–, unos cuantos acudíamos al antiguo Palacio de los Deportes de Madrid para deleitarnos con auténticos artistas en un concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba con la colaboración de… Silvio Rodríguez.

En mi casa siempre se ha escuchado a Silvio, desde que tengo uso de razón y aun antes. Tal vez por eso lo siento más de mi época que a todos los cantantes “actuales” que me transmiten tan poco y cuyo ascenso meteórico deja una estela pronta a borrarse.

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Recuerdos. Silvio Rodríguez en 1968

Silvio es distinto. Su existencia, su presencia en el escenario, constituyen en sí mismas un género musical. Fue uno de los fundadores de la Nueva Trova, que parte de la vieja trova cubana, incorporándole un contenido político a las letras. Canción protesta, sí; pero imbuida de lirismo. De la Nueva Trova también surgió otro cantautor cubano irrepetible: Pablo Milanés. Junto a artistas como Noel Nicola, defendían en sus letras la Revolución liderada por Fidel Castro y el Che, que había derrocado al dictador Fulgencio Batista el 1 de enero de 1959, cuando Silvio tenía doce años. Desarrolló su carrera musical principalmente desde mediados de los sesenta, publicando su primer álbum, Días y flores, en 1975.

Cuestiones políticas aparte, su música y sus letras han adquirido un carácter universal; han trascendido, que es algo que solo ocurre con el arte cuando es auténtico. Por eso ayer, en el momento en el que cruzó el escenario, parapetado tras una boina y unas gafas de sol, a algunos se nos llenaron los ojos de lágrimas. Silvio se salió del programa previsto –que incluía los temas “La era está pariendo un corazón”, “Ángel para un final”, “Jugábamos a Dios”, “Pequeña serenata diurna” y “El necio”– para regalar al entregado público algunas canciones más, entre las que destacó “Te amaré”. Cuando desapareció y volvió a regresar, trayendo consigo su guitarra, el público enloqueció. Le pedían incesantemente su tema más célebre, “Ojalá”, pero Silvio se negó a tocarla, decantándose por “Noche sin fin y mar”, que le dedicó, con unas cariñosas palabras, a su buen amigo, el cantautor Luis Eduardo Aute, con quien ha colaborado en los escenarios en varias ocasiones. “Vive muy cerca; se la voy a cantar a ver si le llega”, dijo. No sabemos si Aute, retirado de la escena pública después de haber sufrido un infarto en 2016 que lo dejó varios meses en coma, escucharía la canción, pero puedo afirmar que la emoción estremeció a todo el auditorio.

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Más recuerdos. Luis Eduardo Aute y Silvio Rodríguez en 2016, ofreciendo un concierto en Madridpor los damnificados de un terremoto en Ecuador

Fue una noche memorable la de ayer. La aparición de Silvio, en realidad, constituía una colaboración con la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, sobre cuya actuación se articuló el concierto. Silvio fue la perla y la razón por la que muchos –he de confesarlo– acudiéramos ayer al Wizink Center. Sin embargo, la orquesta dirigida por el maestro Enrique Pérez Mesa resultó una revelación maravillosa para los que no la conocíamos, especialmente cuando interpretaron la suite de El sombrero de tres picos de nuestro inagotable Manuel de Falla. Niurka González sorprendía con su instrumento, la flauta travesera.

La orquesta ocupó más de la primera mitad del concierto, dando paso después a Silvio. Al despedirse el cantautor, la orquesta recuperó el protagonismo para interpretar una serie de piezas exquisitas fuera del programa, con innegables ritmos cubanos. Entonces, ocurrió algo que no me esperaba: una desbandada general. Decenas de personas de entre el público abandonaban sus asientos para salir del concierto; otros coreaban “Silvio, Silvio”, mientras Pérez Mesa continuaba dirigiendo con maestría, sin inmutarse, a sus músicos. Dejó para el final la maravillosa Danza del fuego de Manuel de Falla. Para entonces, muchos habían hecho mutis por el foro y se la perdieron. Aunque, realmente, me pregunto cuántos de aquellos que se fueron, sin mostrar el más mínimo respeto por los artistas, conocerían la pieza. Porque esa actitud hablaba de una escasa –o nula– sensibilidad.

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José María Guzmán en La Voz senior. Nótese que el incluso el rótulo que le pusieron es erróneo, porque el título es «Señora azul»

Todavía siguen asombrándome determinadas reacciones en nuestro país. La ignorancia cultural que a menudo se respira. Lo de anoche fue un ejemplo, pero podríamos recopilar tantos. Sin ir más lejos, el vergonzoso momento que se vivió en el programa televisivo La voz –versión “senior”– la semana pasada. No lo presencié en directo porque jamás me he planteado ver ese tipo de programas, y lo que leí en las noticias posteriormente no hizo sino reafirmarme en mi convencimiento. El caso es que en una parte de actuaciones “a ciegas”, el mismísimo José María Guzmán, del grupo setentero Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, interpretó con la guitarra “Señora azul”, un tema célebre en la historia musical española. El equipo de “coaches musicales”, como lo llaman, formado por David Bisbal, Antonio Orozco, Paulina Rubio y Pablo López, no reconoció ni a Guzmán, ni a la canción, ni a su grupo.

En el vídeo, puede verse a los flamantes “jueces” moviendo la cabeza al ritmo de la música, comentando entre ellos “es un crack”, preguntándole a Guzmán si la canción es suya. En un determinado momento, le cuestionan sobre la identidad de esa “Señora azul” y responde el músico: “Es la crítica desautorizada. Los que hablan sin saber”. Aunque Guzmán no pretendía ser incisivo –sus respuestas fueron educadas y muy respetuosas–, ¡qué bien se podría aplicar a la situación!

Lo que yo me pregunto, como se han preguntado una serie de personajes del panorama musical de nuestro país, es de qué forma te conviertes en un referente de la música española, con autoridad suficiente para juzgar a cantantes noveles, teniendo tan poca idea de la cultura musical de décadas anteriores. ¿Qué tipo de referentes tenemos hoy? De verdad; no estoy reivindicando que la gente de a pie de mi generación tenga que conocer “Señora azul” –entonces, me tendría que bajar del mundo–, pero, ¿un supuesto entendido en música? ¿Un profesional?

El estado cultural de un país puede analizarse viendo a sus referentes culturales. Prefiero no profundizar en esa idea, en el caso de España. Yo me quedo con las honrosas excepciones contemporáneas y con el memorable concierto que vivimos ayer en Madrid. Cuando me dicen que tengo gustos musicales anticuados, mi respuesta es siempre la misma: “a mucha honra”.

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Una respuesta a «Siempre nos quedará la Música»

  1. No se puede decir mejor. Es un problema de cultura musical. Pero es más un problema de respeto musical. Tanto lo de la desbandada del concierto como lo del programa del que hablas.
    Estoy contigo. A mucha honra

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