Aprovechando que las redes están que arden con Luis Cernuda por ser el 50º aniversario de su muerte -que ya podía haber pasado lo mismo con el 110º aniversario de su nacimiento, que fue el año pasado…- he decidido dejar otra recopilación de artículos, esta vez, escritos por mí, en torno a su persona y a su obra.
Estar cansado tiene plumas,
tiene plumas graciosas como un loro,
plumas que desde luego nunca vuelan,
mas balbucean igual que loro.
Estoy cansado de las casas,
prontamente en ruinas sin un gesto;
estoy cansado de las cosas,
con un latir de seda vueltas luego de espaldas.
Estoy cansado de estar vivo,
aunque más cansado sería el estar muerto;
estoy cansado del estar cansado
entre plumas ligeras sagazmente,
plumas del loro aquel tan familiar o triste,
el loro aquel del siempre estar cansado.
Siendo joven, bastante tímido y demasiado apasionado, lo que le pedía a la música eran alas para escapar de aquellas gentes extrañas que me rodeaban, de las costumbres que me imponían, y quién sabe si hasta de mí mismo.
(Luis Cernuda, Ocnos)
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A Luis Cernuda le apasionaba la música. De niño, pasaba las horas escuchando el piano de su vecino, deleitándose con las notas delicadas y ligeras de Mozart o las más graves de Bach, que para él eran una suerte de versos compuestos por el aire. Beethoven en cambio, no era «genio de su devoción», como él mismo confesaba. Admitía que esto se debía a prejuicios arraigados en su juventud, cuando Beethoven no le parecía lo suficientemente refinado. De él decía que era «un genio bastante casero, con la grandeza del genio desde luego, pero también con cierta subterránea vulgaridad». Mozart, en cambio, era «la música misma», como lo define en el poema que lleva su mismo nombre, escrito en sus últimos años. La huella de la música clásica, y de la más popular, la hallamos en poemas: «Scherzo para un elfo», «El arpa», «Música cautiva», «A dos voces», «Luis de Baviera escucha Lohengrin«… y también en relatos, como «El sarao».
En 1928, cuando abandonó Sevilla para ocupar un puesto de lectorado en la Universidad de Toulousse, tuvo ocasión de familiarizarse con los bailes modernos que sacudían aquellos alegres años veinte. Un jovencísimo Cernuda de 26 se fascinaba con los tangos, el jazz y el fox-trot, aprendiendo los pasos, contagiándose de la moda parisina y fumando cigarrillos blancos. En «Un río, un amor», poemario escrito en aquellos años, sorprendemos poemas como «La canción del oeste» -un amor que se aleja envuelto en melodía- o «Quisiera estar solo en el sur», que toma su título de una pieza de fox-trot de la época.
Cada verso cernudiano lleva música. La música va inserta en cada uno de sus poemas, en los que la Naturaleza parece dirigir de manera invisible un concierto perfecto. Cernuda buscaba «el acorde», un broche musical de éxtasis que expresaba la intemporalidad, la inmortalidad de la poesía, su fusión con los elementos naturales. El poeta, para Cernuda, simbolizaba una especie de divinidad.
Luis Cernuda en los años 30
Vuelvo otra vez a la tristeza. Verdaderamente no puedo vivir sin tener al lado algo o alguien por quien sentir afecto. Y estoy solo. Aunque Prados, Altolaguirre, Hinojosa me acompañan siempre, su compañía no me basta. Sé que esto, decir esto, está mal: es ser ingrato para quienes tanto afecto me demuestran. Pero no estoy en mi sitio; lo siento físicamente y espiritualmente. Lo mismo me ocurrirá en Madrid. Pero ¡qué le vas a hacer! La vida es así, como dice un tango que oímos la otra noche en Eritaña. Ya no puedo volverme atrás. Esto no se lo diría a Salinas; ya se lo que diría: ¡Falta de vitalidad!. No lo creo así. Sé lo que me falta; pero mejor sería que no lo supiera.
(Carta de Luis Cernuda a su amigo Higinio Capote fechada en Málaga, a finales de la década de los veinte)
Tras leer esta carta por primera vez, me pregunté de qué tango podría tratarse. En aquellos años, trataba yo de bucear por el alma del poeta buscando conocerle, a pesar de no hallarse él entre los vivos, pero habiendo sorprendido un «acorde» entre su obra y mi propia alma.
Me maravillaba la idea de poder emocionarme con una canción que él había hecho suya muchos años atrás. Experimentar una sensación que me uniera a él, a pesar del desierto de tiempo que nos separa, «y alcanzar aquel muro del espacio, separando mis años de los suyos pasados», por introducir una variación en su poema «A un poeta futuro«.
Y encontré aquel tango: «No te quiero más». Compuesto por Juan Baüer e interpretado por Carlos Gardel, ¡cómo no!, uno de los ídolos de Luis Cernuda. Hoy, 21 de septiembre, se cumplen 111 años del nacimiento del poeta, y yo le regalo este tango a su memoria: