The Three Kings

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A una señal del mánager, se ponen en pie y avanzan. De fondo, ya se adivina el clamor del público. Gaspar camina en medio, por detrás de Melchor y delante de Baltasar, que esta noche luce un gorro de arpillera que recuerda demasiado a los que usaba Bob Marley en el siglo pasado. Balt y su recurrente manía de imitar a los astros negros: Marley, Hendrix, Chuck Berry… Por no hablar de aquel año en que se empeñó en emular a Stevie Wonder…

Pero ese “rollito retro” en pleno siglo XXI encuentra muy buena acogida entre el público. La gente siempre tiene ganas de volver la mirada al pasado, tal vez porque en esta década aciaga de los sesenta –tan diferente a los sesenta del siglo XX- las cosas se han vuelto demasiado frías y, en ese contexto, Balt ofrece una imagen entrañable, irresistible. Tiene una mirada bondadosa y colocada al mismo tiempo, como si hubiera estado fumando un montón de canutos antes de llegar al escenario –Gaspar sabe que, en realidad, no han sido más de dos-, y al coger el bajo y situarse frente al micrófono esboza ese guiño made in Balt que no puede pasar desapercibido para el público, el cual grita y corea su nombre.

Balt no es el líder de la banda, desde luego, pero parte de la crítica lo sitúa como el miembro carismático por excelencia. Hay camisetas con su cara y es la estrella del merchandising. La gente le considera exótico, vintage, con carácter. Gaspar sabe que es buen tío. Demasiado adicto a las hierbas, pero buen tío, al fin y al cabo. Constituye la cara amable del grupo y, sin él, nada sería lo mismo. Gaspar piensa todo esto mientras se sitúa frente a la batería y realiza algunos golpes de efecto para encender los ánimos del público, que aplaude fervientemente, aunque continúa pendiente de las muecas carismáticas de Balt.

Entonces, de entre el público emerge un rugido tempestuoso, porque acaba de hacer su aparición en el escenario Melchor. Su traje blanco podría constituir algo así como la evolución de aquellos que llevaba David Bowie en su día, pero es el último grito en moda, y eso Gaspar lo sabe porque cada día llegan a los estudios de grabación nuevos modelitos que Melchor encarga a las firmas más caras, y de los cuales nunca llega a lucir la mitad. Melchor es así: un genio disperso de cabello rubio platino y fulgurantes ojos azules que parecer mirar hacia otro mundo. Egoísta, egocéntrico y soberbio, como los mejores genios. Pero desde su torre de marfil, es capaz de valorar a Gaspar, porque a él le debe algunas de las letras más célebres de la banda. A Gaspar lo que más le preocupa es la creciente adicción del líder carismático por las drogas de diseño. Aunque, por otro lado, es la fuente de su inspiración. Las drogas duras son para Melchor como la absenta lo fue para Verlaine…

Comienza a sonar el primer tema, “Bring Me a Present”, del álbum del año anterior Camels Also Like Pacharan, el cual tuvo más éxito del que Gaspar le auguraba en un principio, considerando que es un tipo de rock demasiado tendente a la psicodelia en los tiempos que corren, donde la música indie está a la orden de día.

El público ruge, vibra, se desata. Gaspar no puede evitar sonreír, aun a pesar de romper con su imagen de “miembro serio y formal de la banda”. Tal vez vaya siendo hora de cambiar de imagen. De afeitarse la barba castaña y hacerse algunas mechas de colores, de dejar atrás las camisas y vestir algún traje de cuero blanco como el de Pérez Mouse, el rapero de más éxito en los países hispanos. Gaspar golpea con fuerza la batería mientras todos estos pensamientos se marchan de su cabeza con la misma facilidad con la que llegaron. Él es un alma romántica y, en el fondo, tiene su gracia ser el elemento alternativo de la banda.

Por encima del escenario, en luces de neón rojas y verdes, se lee el legendario nombre:

THE THREE KINGS

Ya en los camerinos, Melchor se retoca el maquillaje y se pone otra blusa para no manchar la del concierto. Balt mira por la ventana mientras se fuma el tercer porro del día, y Gaspar permanece sentado en un sillón, extrañamente exhausto. Y como siempre, es Balt quien se percata:

-¡Eh, tíos! ¡Acabo de ver una estrella fugaz!

-Tronco, deja los porros… –replica Gaspar.

-Eh, Balt puede tener razón –interviene Melchor-. Estaba anunciado para hoy el paso del Cometa Halley por la Tierra; decían que se podría contemplar si el cielo no estaba encapotado y todos esos rollos… ¿Era eso lo que has visto, Balt? ¿Un cometa?

-Sí, tío, ¡te juro que lo he visto! Iba en esa dirección…

-Oye, pues por lo que he oído –continúa Melchor-, se iban a montar una fiesta muy guapa en Belén, para conmemorar no sé qué acontecimiento histórico del cometa.

-¿Por qué no vamos? –propone Balt, entusiasmado- Cogemos unas birras y nos piramos en las motos.

-¿Ahora? –se asombra Gaspar.

-Claro, tronco, no queremos llegar tarde, ¿no?

Gaspar mira a sus compañeros, suspira y pone los ojos en blanco. Después, se levanta y coge su chaqueta de cuero…

Cometa Halley
Cometa Halley
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