Pamela Courson y su mundo “de color naranja intenso”

Pamela Courson en 1970
Pamela Courson en 1970

Now her world was bright orange…

(“Orange County Suite”, The Doors, 2000)

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Ayer Pamela Courson, la musa de Jim Morrison, hubiera cumplido 68. En abril de 2014, escribí un artículo con motivo del 40º aniversario de su muerte, que en unos pocos meses se ha convertido en la entrada más popular de mi blog. La figura de Pamela Courson continúa ejerciendo ese misterioso magnetismo que, en vida de la muchacha, le servía para romper corazones y coleccionar amantes por doquier, rivalizando en infidelidades con su novio, Jim Morrison, tres años mayor que ella. Sus biografías resultan paralelas: vertebradas desde la infancia por la rebeldía y la sed de libertad, inconstantes en sus relaciones amistosas y sentimentales, truncadas por la drogadicción –Jim era alcohólico y Pamela heroinómana- y con un temprano y trágico final –presumiblemente, por sobredosis en ambos casos- a la edad de 27 años.

A los 27, Pamela vivía una existencia decadente, enloquecida, cegada por la droga, convertida en una nebulosa de cabello rojo que hablaba de su amado fallecido como si todavía continuara vivo. Había tenido varios amantes después de su muerte, pero ninguno de ellos lo sustituyó en su corazón. Hoy, su historia se puede revivir por fragmentos a partir de las canciones que Jim Morrison compuso para The Doors.

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“La moderna del siglo veinte”

El primer álbum de la banda, publicado en 1967, incluye el tema “Twentieth Century Fox”, que algunos han traducido erróneamente como “La Zorra del siglo veinte”, cuando en realidad se trata de una expresión hecha en inglés que se interpreta en nuestro idioma como “la moderna”. En esta canción, Jim Morrison traza un agudo retrato de la personalidad dominante, fuerte y magnética de la joven, a la que conoció tras uno de sus primeros conciertos, cuando The Doors aún no era una banda popular.

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Bueno, ella es delgada, como está de moda,

y es impuntual, siguiendo la moda.

Nunca montaría un escándalo,

jamás rompería una cita.

Pero ella no se arrastra;

tan solo, contempla su forma de moverse.

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Es la moderna del siglo XX:

sin lágrimas, sin miedos,

sin años perdidos

y sin relojes.

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Es la reina del descaro

y es la dama que espera.

Desde que su mente abandonó la escuela,

nunca ha dudado.

No perderá el tiempo

en charlas elementales.

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Porque es la moderna del siglo XX:

tiene al mundo metido

en una caja de plástico.

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En las frecuentes peleas que mantenía la pareja, era siempre Pamela la que acababa lanzando la ropa de Jim por la ventana. A pesar de su aspecto frágil y delicado, tenía un carácter déspota y dominante.

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“La Calle del Amor”

“Love Street” es un tema perteneciente al tercer álbum de la banda, Waiting For The Sun (1968). La canción se recrea en una calle de la ciudad de Los Ángeles, dentro del barrio Laurel Canyon, llamada Rothdel Trail. Allí tenía su apartamento Pamela, que compartió con Jim durante algún tiempo. Se trataba de una calle muy frecuentada por los hippies, a los que la pareja veía pasar desde el balcón de su casa. Por eso, Jim rebautizó al lugar como “la Calle del Amor”.

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Ella vive en la Calle del Amor,

pasa mucho tiempo en la Calle del Amor.

Tiene una casa y un jardín;

me gustaría ver qué pasa.

Ella tiene vestidos y tiene monos,

perezosos lacayos llenos de diamantes.

Posee sabiduría y sabe qué hacer;

Me tiene a mí y te tiene a ti.

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La letra de la canción está plagada de guiños acerca de la vida de Pam, como los vestidos –en alusión a la boutique que dirigía, Themis- o los “perezosos lacayos llenos de diamantes”, con los que se refería, concretamente, a uno de sus amantes, el conde Jean de Breteuil, camello de heroína responsable de la dosis que mató a Janice Joplin y de la que supuestamente acabó con la vida del propio Morrison en 1971. La inconstancia de Pamela y su incapacidad para el compromiso la refleja Jim en el verso que dice “Me tiene a mí y te tiene a ti”.

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“Mujer de Los Ángeles”

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Veo que tu cabello arde,

las colinas se incendian.

Si te dicen que nunca te amé,

sabrás que mienten.

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Esta encendida declaración, que pone de manifiesto el color de fuego de los cabellos de Pam y la solidez del sentimiento de Jim hacia ella, la introduce Morrison en “L.A. Woman”, el tema que da título al álbum de The Doors de 1970 –el último que grabarían juntos- y que se convirtió en un himno de la historia del rock. La letra, ambientada en la fascinante y sórdida ciudad de Los Ángeles -bautizada, en homenaje a una famosa novela de John Rechy de 1963, como “City of Night”-, está dedicada a Pamela, arquetipo de esa “mujer de Los Ángeles”, musa hippie y norteamericana.

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“La Suite del condado de Orange”

Pamela Courson nació en 1946, en el californiano condado de Orange. Fue hija del director de un instituto en el que nunca destacó por ser buena estudiante, sino que, al contrario, adquirió fama de rebelde. Muy joven, abandonó su ciudad natal para mudarse con una amiga a Los Ángeles, donde al fin podía gozar de independencia, ir a conciertos de rock y experimentar con las drogas.

“Orange County Suite” fue, inicialmente, un poema en el que Morrison trató de plasmar, dispersos en una historia nostálgica y decadente, determinadas experiencias, recuerdos e instantes que formaban parte de su inconstante y apasionada relación con Pamela. En 2000, el resto de miembros de la banda musicaron la grabación original de Morrison, que databa de 1971.

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Bueno, conocí a una chica muy hermosa.

Tenía cintas naranjas en el cabello.

Ella era como estar colocado:

ella apenas estaba allí.

Pero la amé

igualmente.

[…]

Un camino tan largo para encontrarnos.

Todo lo que hicimos fue romperlo y echarlo a perder…

Teníamos todo

lo que los amantes puedan desear,

pero lo echamos al viento.

Y no estoy triste:

estoy loco

y estoy mal.

[…]

Sí; pero ella recuerda Chicago,

los músicos y las guitarras

y el prado junto al lago

y la gente que se reía

y destrozaba su pobre corazón.

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Hace pocos años, salieron a la luz unas imágenes grabadas de Pamela Courson –a la que presentan como “Pamela Morrison”- pertenecientes a un programa de la televisión francesa, “The French Ambassor”, donde se ve a la joven riendo, alegre y despreocupada, sus cabellos rojos reflejando la luz del sol…

Presentando «El barco de cristal»: lluvia, rock y literatura en Madrid

Presentación de "El Barco de Cristal" en el restaurante madrileño Subiendo al sur. Foto de José María Plaza
Presentación de «El Barco de Cristal» en el restaurante madrileño Subiendo al sur. Foto de José María Plaza

Era un sábado inhóspito, invadido por una de esas lluvias salvajes de diciembre por las que se cuela el frío dentro del cuerpo y llega al corazón. Pero el ambiente del local resultaba cálido, acompañado de luces amarillas y olor a velas. Situado en una escondida calle de la zona de Noviciado –Ponciano, 5, Madrid-, el restaurante “Subiendo al Sur” –un restaurante de comercio justo cuyos beneficios van, en parte, destinados a países desfavorecidos- fue el escenario de una noche memorable.

Más de cincuenta personas se agolpaban entre sillas y mesas –algunas tuvieron que sentarse en el suelo-, desafiando a la lluvia y a la pereza existencial que esta provoca. Familiares, amigos, conocidos; gente que ha llegado a mi vida en los últimos tiempos, o que permanece en ella desde siempre: allí estaban casi todos, expectantes. En la mesa, a mi lado, junto a los libros, se hallaba el profesor Emilio Blanco, presentador del acto. Un poco más atrás, Juan Manuel Corral, orgulloso editor de Líneas Paralelas. Me embargaba una emoción indescriptible. Y entonces, comenzaron a sonar los primeros acordes de “The Crystal Ship”, tema de The Doors de 1967 versionado maravillosamente por Strange Days.

De izquierda a derecha: Rafa Ceballos, Julio Téigell, Marina Casado, Emilio Blanco, Juan Casado y Nico de Vicente
De izquierda a derecha: Rafa Ceballos, Julio Téigell, Marina Casado, Emilio Blanco, Juan Casado y Nico de Vicente

Strange Days, cuyo nombre rinde homenaje, precisamente, a un álbum de The Doors, es la joven banda compuesta por mi hermano, Juan Casado –vocalista y guitarrista-; el polifacético Julio Téigell, que se dividió entre teclado, guitarra y voz; Rafa Ceballos, bajista, y Nico de Vicente, que puso ritmo a la noche con la caja flamenca.

“The Crystal Ship” fue el tema que elegí para titular mi ensayo El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock, publicado por Líneas Paralelas en octubre de este año. Además de tratarse de un tema compuesto por Jim Morrison, vocalista de The Doors y figura que encarna a la perfección el vínculo esencial entre rock y literatura –fue un voraz lector, poeta y cineasta, y su bagaje cultural se refleja sobradamente en las letras de sus canciones-, la imagen del barco de cristal me sugería una preciosa alegoría en la que el barco representa la música rock, gobernada por capitanes de la talla de Elvis Presley, Chuck Berry, Little Richard, Jerry Lee Lewis… Y más adelante, los míticos Beatles. ¿Por qué de cristal? Porque el cristal permite ver que las tripas de ese barco de rock están hechas de literatura, que tras las letras de canciones que se han hecho famosas se esconden todas las lecturas de sus autores: las estrofas están repletas de guiños a obras y a escritores. Y es que los grandes rockeros fueron también grandes lectores y algunos, como Jim Morrison o Lou Reed, incluso se aventuraron muy decentemente en la escritura. Rock y literatura caminan de la mano, y esta idea constituye la base de mi ensayo, presentado el sábado 13 de diciembre en “Subiendo al Sur”, en lo que se constituyó como un evento inolvidable.

Marina Casado y Juan Casado. De fondo, Emilio Blanco y  Juan Manuel Corral
Marina Casado y Juan Casado. De fondo, Emilio Blanco y Juan Manuel Corral

El origen de El barco de cristal hay que buscarlo en 2012, cuando creé una sección con el mismo nombre en el programa cultural El Marcapáginas de Gestiona Radio, programa dirigido por el periodista David Felipe Arranz. En la sección, que se mantuvo en activo hasta diciembre de 2013, analizaba las conexiones entre grandes obras de la literatura universal y algunos de los temas más populares del género del pop-rock. En torno a diciembre de 2013, Juan Manuel Corral, colaborador habitual del programa, me comunicó su idea de crear una editorial: proyecto arriesgado en los tiempos que corren y, precisamente por ello, muy admirable. Tras unos meses de trabajo, redacción, investigación y maquetación, nació el libro El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock, cuidadosamente editado por el equipo de Juan Manuel Corral, que posee gran experiencia en el ámbito editorial y es autor de varios ensayos sobre cine y música pop.

Emilio Blanco, presentador del acto, destacó el buen trabajo realizado por la editorial, además de elogiar el contenido del libro, que, en su opinión, es muy completo y hace un repaso pormenorizado por la historia del pop-rock, con temas que constituyeron la banda sonora de varias generaciones. Emilio Blanco es filólogo y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Coincide conmigo en su gusto por relacionar la música de todo género con la literatura. En 2011, coordinó el congreso “La letra de la música”, celebrado en la Rey Juan Carlos.

De izquierda a derecha: Emilio Blanco, Marina Casado, Rafa Ceballos, Juan Casado y Nico de Vicente
De izquierda a derecha: Emilio Blanco, Marina Casado, Rafa Ceballos, Juan Casado y Nico de Vicente

El acto estuvo vertebrado por las versiones que Strange Days hicieron de algunos de los clásicos que trato en el libro. Además del mencionado “The Crystal Ship” de The Doors, interpretado con elegancia por Julio Téigell, Juan Casado imitó muy acertadamente la voz aguda y plagada de falsetes del gran Elton John en su famoso tema de 1978 “Goodbye Yellow Brick Road”, en el que hace un guiño a la obra de 1910 de Frank Baum El mago de Oz al despedirse del camino de baldosas amarillas por el que los personajes avanzaban para alcanzar Ciudad Esmeralda, lugar donde residía aquel maravilloso Mago de Oz que supuestamente cumpliría todos sus deseos. En la novela, el Mago resultó ser un hombre normal y corriente, y la canción de Elton John alude a un fraude sentimental, a una relación en la que no hay más que promesas doradas, sin rastro de realidades.

El pop-rock nacional también tuvo acto de presencia en el acto del sábado, cuando Strange Days versionó un single de 1987 del dúo donostiarra Duncan Dhu -que toman su nombre del personaje de una novela de Robert Louis Stevenson-, “Una calle de París”, donde se homenajea aquel París de la Bohemia del siglo XIX que fue escenario de las andanzas de poetas como Charles Baudelaire. Julio Téigell fue en esta ocasión el vocalista, poniéndose en el papel de mi admirado Mikel Erentxun.

Nico de Vicente y Julio Téigell al teclado
Nico de Vicente y Julio Téigell al teclado

La interpretación más elogiada fue, sin duda, la del tema de 1993 “Heart-Shaped Box”, de Nirvana, con la voz de Juan Casado y un fondo musical oscuro y humeante. Para el videoclip de este tema, la idea original de Kurt Cobain, líder de Nirvana, era que apareciera el poeta beatnik William S. Burroughs haciendo de viejo cristo yonqui crucificado. Aunque Burroughs rechazó la propuesta, se entrevistó con Cobain en 1993, puesto que era el ídolo literario del cantante. En general, la Generación Beat tuvo una inmensa influencia en la historia del rock.

A Julio le tocó hacer de Mark Knopfler en la brillante interpretación del clásico de Dire Straits «Romeo and Juliet», una particular versión de la obra de Shakespeare que traslada a los amantes a un contexto urbano y actual, banalizado. Romeo sigue amando a Julieta, que en esta versión musical adopta una actitud de fría indiferencia, recibiendo a Romeo con una mezcla entre desdén y burla, considerándolo un pretendiente más. Romeo, nostálgico, recuerda las promesas de Julieta y sus palabras. Su romanticismo resulta ridículo en esta nueva ambientación aportada por Dire Straits…

Otro momento de la presentación de "El barco de cristal"
Otro momento de la presentación de «El barco de cristal»

Para el final, Strange Days se reservó el clásico de 1968 de The Rolling Stones “Sympathy For The Devil”, inspirado por la obra de Mijáil Bulgákov El maestro y Margarita, que Marianne Faithfull regaló a su por entonces novio Mick Jagger, vocalista de la banda. En la obra y en la canción, el Diablo aparece retratado como un gentleman, malicioso y elegante, que se confiesa autor de todos los crímenes de la historia de la humanidad. Juan Casado interpretó fabulosamente la voz salvaje de Jagger, acompañado en algunos momentos por el público, que coreaba el estribillo con pasión.

El resultado fue un acto emocionante, donde me sentí arropada por todos los asistentes, amigos y familiares. Allí estaban, unidas, mis dos pasiones: la literatura y la música, y allí estaban también todos aquellos años escuchando los discos que mis padres ponían en el salón, y la aventura de mi hermano Juan como mi indiscutible guía por los turbulentos senderos del rock.

Marina Casado firmando ejemplares de su libro
Marina Casado firmando ejemplares de su libro

Los escritores no son solo señores muy serios o muy extravagantes que se apartan del mundanal ruido para escribir su obra, ni las estrellas del rock grandes salvajes, sin la menor sensibilidad, que aporrean sus guitarras ciegamente. Dos mundos aparentemente tan opuestos encuentran un estrecho vínculo, y esto es lo que he tratado de reflejar en mi obra: El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock (Líneas Paralelas, 2014).

Portada de "El barco de cristal. Referencias  literarias en el pop-rock" (Líneas Paralelas, 2014)
Portada de «El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock» (Líneas Paralelas, 2014)

PUEDES COMPRAR EL LIBRO EN LA WEB DE LA EDITORIAL Y EN ALGUNAS LIBRERÍAS COMO LA CENTRAL O CASA DEL LIBRO.

*En breve, publicaré aquí el vídeo de la presentación.

Jim Morrison o el Tiempo inexistente en la poesía

Jim Morrison en 1970
Jim Morrison en 1970

Hoy Jim Morrison hubiera cumplido 71 años, si no hubiese fallecido en el 71. Su mullida melena castaña sería blanca y, tal vez, sus azules ojos fieros conservarían su fulgor por detrás de la botella que seguiría llevando hasta sus labios gruesos, apolíneos, mirándonos desde su posición de viejo poeta beatnik nacido a deshora, como un Burroughs decadente que se hubiera perdido por los caminos laberínticos y oscuros del rock and roll.

“Estoy preocupado inmensurablemente por tus ojos”, escribió Morrison en Mosaico, una recopilación de poemas, anotaciones y prosas poéticas dedicadas a su eterna y dominante novia, Pamela Courson. El líder de The Doors fue algo más que aquel rockero alocado que se arrojaba sobre el escenario e iniciaba extrañas danzas rituales, más que aquel icono sexual que recordamos posando en la famosa serie de Joel Brodsky, con el torso desnudo y un collar de cuentas que le otorgaba un cierto aire hippie o salvaje.

Jim Morrison retratado por Joel Brodsky
Jim Morrison retratado por Joel Brodsky

Tengo mis mejores ideas cuando el

teléfono suena y suena. No es divertido

sentirse un idiota cuando tu

chica se ha ido. Un nuevo quebradero de cabeza:

Posesión. Creo mi propia espada de Damasco. He perdido el tiempo.

Un crío saltando por las tablas, jugando

con la Revolución. Cuando ahí fuera el

Mundo espera y desemboca en fieras pandillas

de asesinos y auténticos locos. Colgando

de las ventanas como diciendo: Soy intrépido,

¿me quieres? Sólo por esta noche.

Ligue de Una Noche. Un perro aúlla y gimotea

frente a la puerta corredera de cristal (¿por qué

no puedo entrar yo?) Un gato grita. El motor de un coche

acelera a tope forzosamente –el chirriante

carbono seco protesta. Dejo el libro

-y empiezo mi propio libro.

Amor para la chica gorda.

¿Cuándo llegará ELLA aquí?

(Jim Morrison, Mosaico)

He aquí algunas de sus divagaciones, en las que se contemplaba a sí mismo como un “crío que jugaba con la Revolución”, incapaz de otra cosa que no fuera perder el tiempo. Después de marcharse Pamela, tal vez tras una de aquellas acaloradas discusiones que llevaban consigo un distanciamiento de varios meses entre ambos amantes, Jim se entretenía con ligues momentáneos, pero ninguno fue ELLA.

ELLA era una joven delgada, fuego rojo en el tiempo, que consumía lentamente su vida inyectándose heroína. La heroína viajaba tan rápido por sus venas como el alcohol por las de Jim. Ambos se reunieron con la muerte a los 27, como si la conexión entre sus almas guiara el pulso de sus existencias.

Jim Morrison y Pamela Courson en 1970
Jim Morrison y Pamela Courson en 1970

Jim Morrison necesitaba un amor para escribir, para sentir, para viajar. Para vivir, para mentir, para reír, para morir. Igual que todos los poetas malditos. ¿Qué fue antes, el poeta o la estrella de rock? Lo primero, siempre. Lo segundo, nada más que un camino temporal por el que se atrevió a dar un rodeo. Si nunca se hubiera producido aquel encuentro en la playa con Ray Manzarek, compañero de la universidad, del que surgió el proyecto de crear una banda de rock, ¿conoceríamos hoy a Jim Douglas Morrison como un poeta, heredero de la Beat Generation, exaltado observador de una América fría y deshumanizada, dominada por unas criaturas inteligentes y manipuladoras a las que bautizó como “Los Señores”?

Los poemas de Jim Morrison resultan confusos, laberínticos, desconcertantes, incluso el ritmo de los versos así lo refleja. El lector percibe de repente las sombras de su alma, el fulgurante y extasiado verano, esa estación que parece conmover al poeta, o detenerlo. Al poeta o a la ciudad, la desasosegada Los Ángeles, portadora de esos amores fríos y calientes, sangrientos y perezosos, efímeros y eternos dentro de unos versos. Musas de una noche y pasiones oscuras, intuidas en una suerte de dimensión inalcanzable.

Jim Morrison en 1967
Jim Morrison en 1967

Jim aseguraba llevar en su interior el espíritu de un viejo indio americano que vio morir siendo niño por detrás de la ventanilla de su coche. Derramando su sangre sobre el asfalto ardiente. La fuerza de aquel espíritu lo abandonaría un 3 de julio de 1971, arrastrando su decadencia por un París que ya había contemplado la de Verlaine o Baudelaire. Pero, al abrir hoy uno de sus poemarios, resucita su sonrisa oscura verso a verso, mientras Jim, desafiante, ofrece al lector el secreto del tiempo, o de la poesía, o tal vez el de ambos…

-¿Qué es la conexión?

-Cuando dos movimientos, que se creían

infinitos y mutuamente

exclusivos, se encuentran en un

momento.

-¿Del Tiempo?

-Sí.

-El tiempo no existe.

No hay tiempo.

-El tiempo es una plantación recta.

(Jim Morrison, Mosaico)