Algo me queda siempre cuando estoy solo, cuando
emprendiendo el camino del corazón, subiendo
las empinadas cuestas de la memoria, elijo
de un prado lateral borroso, de una triste
sauceda, una vertiente perdida, un separado
río de solitarios rumores o una playa,
elijo lo que más me revive llamándome.Rafael Alberti

Nunca quise crecer. Creo que, por ello, fui una niña bastante sabia, pero demasiado idealista. Al final, no cayó un misterioso meteorito que detuviera el tiempo y que me regalara una infancia infinita.
Hoy soy un año mayor, aunque cada vez creo más en la relatividad del tiempo. Tal vez eso sea consecuencia de la madurez –o inmadurez– a la que me encamino. Los adultos siempre dicen que el tiempo se sucede desenfrenadamente, a un ritmo progresivo y ascendente. Empiezo a comprenderlos y esto me lleva a plantearme si yo misma habré alcanzado la adultez. La pregunta sería si realmente nos hacemos adultos del todo. Yo me siento incapaz.
Estoy aquí, en un extraño limbo. Persiguiendo el equilibrio, como siempre. O como nunca. Porque jamás había sido el equilibrio tan resbaladizo y mi ansiedad por apresarlo tan aguda. Será que a veces se apaga la luz y nos desorientamos. La idea de una humanidad como un enjambre de polillas absurdas, cegadas por la claridad de un farol utópico que en unas ocasiones llamamos amor y en otras adquiere denominaciones más terrenales y precisas, como ambición, fama, futuro.
Sí; futuro. Una luz añorada como futuro; una luz que tratamos de intuir, agitando las alas empañadas de sueños y elevándonos en nuestra naturaleza de polillas gastadas, errabundas, ordinarias. Intentando vislumbrar el futuro, en vano. Y sin embargo es el pasado el que nos define y el que se impone de manera constante en nuestros pensamientos.
Mi recuerdo más antiguo es… Es ridículamente antiguo, tanto que casi pierde su sentido. Soy simplemente yo, mirando por la ventana del dormitorio de mis padres, contemplando los edificios y comprendiendo la muerte. La muerte como consecuencia de la llegada de un Tiranosaurio Rex de la misma altura que esos edificios, devorando a sus víctimas. No existían más muertes, por entonces. Las enfermedades podían curarlas los médicos.
Pensar en la muerte en la frontera de los tres años me convertía en una niña bastante sabia, pero demasiado idealista. Porque después llegaría aquella revelación terrible: que los dinosaurios se habían extinguido hacía millones de años. La muerte nunca volvería a ser lo mismo.
Los recuerdos acuden como fogonazos en todos los cumpleaños; parece algo inevitable. Al de los dinosaurios le sucede otro que me retrotrae unos años más tarde, tal vez tres, en otro día de cumpleaños. Un regalo: esa muñeca llamada “Novia-princesa”, que parecía diseñada especialmente para mí. Con su falda rosa y blanca, su cabello rubio y su corona. Después, aquel otro trece de octubre inolvidable, cuando cumplí diez años y acudieron a mi casa un montón de compañeros del colegio…
Y de todas aquellas personas, ¿cuántos quedan? ¿No avanzamos de algún modo hacia la soledad? ¿O este pensamiento no es más que un producto de la nostalgia? De la inseparable nostalgia, que diría Alberti: la idea de extrañar paraísos temporales que en su momento nos parecieron rutinarios. A la vida llega mucha gente nueva, pero solo algunos se quedan, quién sabe hasta cuándo. Hoy he soñado con dos personas a las que ya no veo; una se deshizo antes de llegar a su lado. Comprendí que aquellos dos o cuatro años que pasó por mi vida no significaron nada. Un borrón de tiempo; poco más. Una larga cabellera castaña perdida por el calendario de los recuerdos.
Al final no somos nada más que polillas, que cuentos que esperan a ser escritos. No terminamos de comprender que no existen más autores de nuestra propia historia que nosotros mismos, porque las decisiones son llaves en el seno de un laberinto y, como Teseo, a nosotros también nos toca huir del Minotauro del Fracaso. Perdiendo personas, sueños, ilusiones. Ganando experiencias, pequeñas luces dispersas que constituyen la verdadera identidad de esa idea inmensa y omnipresente que en otro tiempo teníamos de la felicidad.
Mi enhorabuena por estas reflexiones. Que sigas siendo idealista y soñadora UN ABRAZO
Enviado desde mi smartphone Samsung Galaxy.
¡Muchas gracias! Otro abrazo.
Que bonito, Marina, Es nosotros a quien nos toca hacer el regalo. Besotes y felicidades.
Qué bonito, Marina, Es a nosotros quien corresponde hacerte un regalo. ¡¡Feliz cumpleaños!!
¡Muchas gracias! Besitos.
Hola Marina, felicidades, Buen punto el que expones respecto al tiempo, tambien pienso que no es tan absoluto como dicen los físicos…además creo, como sentenció Will Smith en Hicth, «La vida no se mide por las veces que respiras, sino por los que te dejan sin aliento».. que pases un gran día..
Muchas gracias, Alberto.
Aquí han brotado sin esfuerzos mis lágrimas, porque es magia pura y cristalina la verdad que afloran estas palabras maduras y profundas, espejo del alma y sus sentimientos.
Aquí han brotado sin esfuerzos mis lágrimas, porque es magia pura y real la verdad que afloran estas palabras maduras y profundas, espejo del alma y sus sentimientos.