
Nunca ha brillado tanto la poesía en España como en aquellos años de esplendor en los que los poetas de la Generación del 27 enarbolaban sus versos por nuestros cafés, por nuestra Residencia de Estudiantes, por las noches insomnes en las casas de Aleixandre, de Neruda, de Carlos Morla Lynch. La Guerra Civil los separó, pero desde el exilio o desde una España torturada por la dictadura franquista —la España del hacha, que diría el prometeico León Felipe—, cada uno de ellos continuó escribiendo magníficas obras que contribuirían a forjar el esqueleto de la literatura en lengua española. Hubo una excepción, trágica y escalofriante: Federico García Lorca no pudo componer más versos, porque su voz y su vida le fueron arrebatadas en aquel fúnebre agosto de 1936.
No podría comprender hoy la poesía sin la existencia del deseo adolescente cernudiano, sin los mares azules de Alberti, sin el duende de Lorca o los callados enigmas aleixandrinos. La Generación del 27 constituyó un equilibrio perfecto entre la tradición y la vanguardia, y he ahí una de las claves de su esplendor. Y sin embargo, parte de los poetas y poetastros de mi generación se resisten a su influencia por considerarla una poesía caduca, y los clásicos españoles hoy son rechazados en buena parte de los ambientes poéticos juveniles. Apostar por la tradición actualmente es, casi, una forma de vanguardia. Por eso, cuando critican mi poesía por parecerse demasiado a la del 27, me siento halagada. A mucha poesía actual le falta la música; esa música que plasmó Verlaine en sus versos y que enarboló con orgullo Rubén Darío y que recogerían también poetas como Lorca o Alberti.

No debería ser necesario reivindicar la Generación del 27, porque ella brilla por sí misma. Sin embargo, tristemente, se impone hacerlo. Por eso me alegró tanto la última iniciativa de la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid, consistente en un homenaje por el nonagésimo aniversario de la Generación del 27. Alejandro Sanz y Miguel Losada, dos enamorados y grandes conocedores de estos poetas, representantes de la Sección de Literatura, organizaron un magnífico evento que, asombrosamente, no ha sido recogido por los medios de comunicación, quedando así demostrada la escasa importancia que en España se concede a nuestro patrimonio cultural.
Lo cierto es que fue una velada memorable. Quince poetas actuales, entre los cuales tuve el honor de contarme, recitamos versos de cada uno de los grandes vates del 27. Yo representé a mi adorado Rafael Alberti, cuya figura he reivindicado en mi tesis doctoral y que es la protagonista de un ensayo titulado La nostalgia inseparable de Rafael Alberti. Oscuridad y exilio íntimo en su obra, que publicaré este mes con Ediciones de la Torre y presentaré el 12 de junio en el Ateneo de Madrid.

Aquella noche, revivieron los poetas del 27. Resultó emocionante formar parte de este homenaje, deleitarme una vez más con sus obras y aprender de las palabras que les dedicaron los participantes del acto. Se produjo, además, una emotiva anécdota: la asistencia al evento de Alfred Jordan, un antiguo alumno de Luis Cernuda, del último curso en que este dio clases en Norteamérica. Recordaba el ahora veterano profesor el ensimismamiento de Cernuda y sus grandes conocimientos acerca de la literatura española.

El amor por la poesía se traslucía en todas las voces y miradas, y compartirlo fue una maravillosa experiencia. Dijo Alberti que el canto del poeta “asciende a más profundo cuando, abierto en el aire, ya es de todos los hombres”. También podríamos citar esa hermosa estrofa lorquiana de la “Oda a Salvador Dalí”: “Pero ante todo canto un común pensamiento / que nos une en las horas oscuras y doradas. / No es el Arte la luz que nos ciega los ojos. / Es primero el amor, la amistad o la esgrima”. La amistad. Generación de la amistad, la llamaron también poetas de la talla de Vicente Aleixandre. Anoche nos lo recordó Alejandro Sanz, presidente la Asociación de Amigos del autor de Sombra del paraíso. Y verdaderamente, aquellos grandes amigos y escritores parecían sonreírnos desde la insondable distancia del tiempo.
Dejo aquí la lista de los participantes del acto y de los poetas del 27 a los que representamos, por orden alfabético:
RAFAEL ALBERTI – Marina Casado
VICENTE ALEIXANDRE – Javier Lostalé
DÁMASO ALONSO – José Cereijo
MANUEL ALTOLAGUIRRE – Ángel Rodríguez Abad
MAURICIO BACARISSE – Manuel Neila
JOSÉ BERGAMÍN – Jon Andión
LUIS CERNUDA – José Luis Gómez Toré
JUAN CHABÁS – David Felipe Arranz
GERARDO DIEGO – Jesús Urceloy
JUAN JOSÉ DOMENCHINA – Luis Luna
JORGE GUILLÉN – Francisco Caro
FEDERICO GARCÍA LORCA – Miguel Losada
JUAN LARREA – Juan Carlos Mestre
EMILIO PRADOS – Alejandro Sanz
PEDRO SALINAS – Rosana Acquaroni
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Y por último, todas las fotos de los participantes, cortesía de Alejandro Sanz:
Las escarpias como pelos de escuchar aquellas voces en estas bocas. Amante de esa generación y también repudiado por los poetastros, creo que se debería fomentar el estudio del 27 en profundidad por su generación inagotable.
Viniendo la opinión de un gran poeta como tú, es aún más sólida 😉