El fin del Café Comercial y la ciudad de más de un millón de cadáveres (literarios)

Las puertas del mítico Café Comercial, cerradas definitivamente. Foto de Álvaro García / El País

Pido permiso a Dámaso para ampliar su célebre verso: Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres… literarios. El Comercial constituía lo más parecido a una máquina del tiempo que teníamos en Madrid. Adentrarse en él era sumergirse en un mundo lejano y agotado de cafés literarios y tertulias inacabables que nos retrotraían a los últimos estertores del siglo XIX, cuando escribir en España seguía siendo llorar, pero hasta llorar tenía su punto de dulzura si se hacía entre amigos, envuelto en un aroma atemporal de café, rodeado de mesas de mármol y camareros trajeados que paseaban sus impecables sonrisas en bandejas plateadas.

Hubo en Madrid un tiempo en el que los cafés literarios florecían y la vida cultural sucedía entre sus cuatro paredes. Los periodistas todavía podían confundirse con los escritores y los escritores con cronistas de ficción que cazaban historias al vuelo, agazapados tras su taza de café mientras observaban con agudeza a sus vecinos de mesa. Cuánto me hubiera gustado conocer aquel Madrid de pluma y de gafas redondas que en mi imaginación se vislumbra en tonos grises y sepias, como si resultara imposible arrancarlo de su marco de fotografía antigua.

El paso del tiempo se fue llevando, uno a uno, los históricos cafés madrileños, como un viento implacable que recoge hojas muertas a su paso. En los últimos años, surgen como setas esa especie de cafés-librerías, tan cómodos y funcionales, tan exentos de alma; donde el clásico café corto se despacha con el  nombre tan “guay” de caffé-latte y, fundidos con el mobiliario, se puede contemplar a los modernos ejemplares gafapastiles, de esos que se hacen llamar “hipsters”, sujetando desapasionadamente su iPad mientras deambulan por sus mundos abstractos y metalizados.

Tipos Infames: un ejemplo del modelo de café-librería que triunfa actualmente en Madrid

En Madrid todavía nos quedaban dos históricos. Uno era el Café Gijón, situado en el Paseo de Recoletos, fundado en 1888 por un asturiano afincado en la capital. En sus inicios, era frecuentado por escritores de la talla de Galdós o Valle-Inclán, aunque su época de mayor esplendor como lugar de tertulias literarias fue durante la posguerra española y la Transición. El Gijón en el siglo XXI, lujoso e inaccesible para los bolsillos del grueso de los mortales, constituye más un monumento que fotografiar de lejos que una verdadera opción para pedir un café mientras se charla de literatura o pintura.

El segundo era el Café Comercial, situado en la Glorieta de Bilbao –donde también se encontraba antiguamente otro histórico, el Europeo- y fundado un año antes que el Gijón, en 1887. Está repleto de historias, como un crimen que se cometió a poco de su apertura o que fue el primer café madrileño en contratar camareras, su aparición en un chotis o la fama de la calidad de sus cafés. Al igual que el Gijón, conoció su época dorada como lugar de tertulias en la posguerra. A lo largo de distintas generaciones literarias, a él acudieron Blas de Otero, Gabriel Celaya, José Hierro, José Manuel Caballero Bonald, Ángel González… Antes incluso que a ellos, también se podía ver, sentado en su rincón habitual, al tímido y melancólico Antonio Machado. En el siglo XXI, el Comercial continuaba albergando numerosas tertulias y era la opción popular frente al elitista Café Gijón de Recoletos.

Interior del Café Comercial

Ayer, 27 de julio de 2015, 128 años después de su apertura, el Comercial cerró sus puertas definitivamente. Sus dueñas, pertenecientes a la familia Contreras, que llevaba regentando el café desde 1909, anunciaron por las redes sociales el cierre del mítico escenario de tantas y tantas correrías literarias, ante la estupefacción de todos los madrileños a los que nos corre un poquito de tinta por las venas. Por fin se ha conocido el motivo, que no se debe a la falta de beneficios, sino a que sus dueñas se han hartado de regentarlo, argumentando que se encuentran “mayores” y “un poco enfermas”, excusas tras la que se esconde, sin duda alguna, una venta ambiciosa. Los camareros, sexagenarios, tras 35 y 36 años trabajando en el local, se ven ahora en la calle, sin empleo y con una simple indemnización.

Lo que yo me pregunto es cómo el Ayuntamiento no ha hecho nada por salvar este lugar mítico de nuestra ciudad, la cafetería más antigua, un auténtico símbolo de la cultura española. La cultura, ese ámbito que sigue importando un bledo a las instituciones políticas, por mucho que las caras sean nuevas desde las últimas elecciones. Así nos va en esta ciudad, donde el cine Avenida, frecuentado por Luis Cernuda y Federico García Lorca, fue convertido en un gigantesco H&M; donde la casa de un premio nobel como Vicente Aleixandre se halla en un lamentable estado de abandono.

Una imagen de la fachada del Café Comercial

Ayer fue un día triste para la historia de Madrid: los fantasmas de los escritores que fueron tertulianos se escucharon llorando entre los tintineos invisibles de las cucharillas que ya no volverán a remover el café que hizo famoso al Comercial. También este lugar está entremezclado con mi propia memoria, con mi vida de madrileña envenenada por el filtro azul de la poesía. Y recuerdo las noches de aquellos cincos de enero, en mi infancia y mi adolescencia, cuando mis padres nos llevaban a mí y a mi hermano a cenar churros con chocolate. La molesta y entrañable puerta giratoria que nos abría paso a un mundo elegante y decadente donde el tiempo resultaba una dimensión inadmisible. Alguna que otra entrevista en mis escasos devaneos periodísticos, cercada por tazas de café y por camareros de impecable chaqueta blanca y rostro familiar, cómplice. Un recital en “La Planta de Arriba” -espacio habilitado para actos en el segundo piso-, organizado por el escritor Leo Zelada, en el que yo participé. El primer lugar de reunión para mi pequeño grupo poético, los Galganistas, donde hemos desmontado poemas y melancolías, bebido chocolate, trazado sueños, como los idealistas aprendices de aquellos grandes maestros de la poesía cuyas sombras parecían escucharnos.

Recitando en el Café Comercial en 2014, con Déborah Alcaide y Leo Zelada
Recitando en el Café Comercial en 2014, con Déborah Alcaide y Leo Zelada

Hoy sé que el Café Comercial revivirá algún día en una de mis futuras novelas, cuyo argumento se pierde aún por las sendas insondables del futuro. No hace falta ser madrileño de nacimiento para constatar que ha muerto una parte del corazón literario de nuestra ciudad. Los que llevamos Madrid en la sangre y en la mirada, estamos de luto. Con el Comercial se va una huella más de aquella época dorada de cafés literarios, que hoy solo son cadáveres estrellados en nuestra memoria.

Vicente Aleixandre y Miguel Hernández: una amistad poética viva en Velintonia

Acto poético en la casa de Vicente Aleixandre. Foto de Fernando Antequera
Acto poético en la casa de Vicente Aleixandre. Foto de Fernando Antequera

Anoche, la abandonada casa de Velintonia 3 volvió a abrir sus puertas a la poesía y a la música. El aire olía a verano en el jardín donde se alzaba el inmenso cedro plantado, en el año 1940, por el poeta Vicente Aleixandre (1898-1984), antiguo propietario de la morada. Eran entonces otros tiempos y otros crepúsculos manchaban aquellos cielos cercanos a la Moncloa, y eran distintos los rostros que visitaban la casa y su jardín: Luis Cernuda, Federico García Lorca, Gerardo Diego… También Miguel Hernández (1910-1942), aquel muchacho provocador llegado de Orihuela que todavía olía a sierra y que guardaba en el pecho un corazón inmenso que a veces se le salía por la boca y por los ojos grandes, melancólicos.

Él pisó la casa de Velintonia 3 en 1935. Aleixandre, tan acogedor como siempre, le recibió tras haberle llegado una atrevida carta suya en la que se interesaba por su poemario La destrucción o el amor, con el que acababa de recibir el Premio Nacional. El joven tenía entonces 24 años; su simpatía y espontaneidad calaron muy hondo en el alma del maduro Aleixandre, que desde aquel momento se desvivió por ayudarlo y guiarlo por el complejo mundo cultural madrileño de la época. Fue el comienzo de una hermosa amistad que duraría hasta la muerte del oriolano en 1942, en el Reformatorio de Adultos de Alicante, donde había sido encerrado y condenado a muerte tras la Guerra Civil por haber luchado en el bando de la II República. No dio tiempo a que fuera juzgado: las vergonzosas condiciones de la prisión le provocaron una tuberculosis que acabó con su vida sin que nadie se molestase en trasladarlo a un hospital.

La fructífera amistad entre Aleixandre y Hernández incluyó también una nutrida relación epistolar, parte de la cual podemos disfrutar hoy gracias a la obra que acaba de publicar el también oriolano Jesucrito Riquelme, De Nobel a novel. Epistolario inédito de Vicente Aleixandre a Miguel Hernández y Josefina Manresa, editado por Espasa. El volumen contiene 309 cartas escritas por Aleixandre a Miguel Hernández y a su esposa, Josefina Manresa; junto a un brillante estudio previo en el que Riquelme, experto hernandiano, nos introduce con maestría en esa esfera íntima de conexión entre los dos monstruos de la poesía.

De Novel a novel (Espasa, 2015)

La publicación del libro sirvió como excusa para el evento tan magnífico que tuvo lugar anoche en la casa de Vicente Aleixandre, organizado por la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre, maravillosamente presidida por el apasionado Alejandro Sanz, y con el apoyo de las Fundaciones de Miguel Hernández y Gerardo Diego. También estuvieron muy presentes la secretaria de la Asociación, Asunción García Iglesias, y el poeta Miguel Losada, que salpicaba de alegría a todos los visitantes. En el acto participaron, además de Jesucristo Riquelme, figuras próximas a los dos homenajeados, como María Amaya Aleixandre, sobrina de Vicente –y heredera de sus ojos azules- y Lucía Izquierdo, nuera de Miguel Hernández; poetas de la talla de Javier Lostalé, Juan Carlos Mestre y Vicente Molina Foix. Leyeron poemas y distintas cartas recogidas en el libro de Riquelme, resucitando a Vicente y a Miguel en el aire embelesado del anochecer.

También contamos con la presencia de los actores Miguel Molina y José Sacristán, veterano de los escenarios que nos deleitó con su voz honda y tormentosa, leyendo la elegía que Aleixandre compuso a la muerte de Hernández, y que comenzaba así: “No lo sé. Fue sin música. / Tus grandes ojos azules / abiertos se quedaron bajo el vacío ignorante, / cielo de losa oscura, / masa total que lenta desciende y te aboveda, / cuerpo tú solo, inmenso, / único hoy en la Tierra, / que contigo apretado por los soles escapa”. Aquellos “ojos azules abiertos”, en efecto, nadie consiguió cerrarlos cuando el gran Miguel murió, abandonado como un perro en la prisión alicantina.

Con Fernando Antequera y el actor José Sacristán
Con Fernando Antequera y el actor José Sacristán

No existiría la poesía sin la música. El evento comenzó con la voz rota y flamenca de Carmen Linares, que hizo suyos los versos de Miguel Hernández, y finalizó con un pequeño concierto del célebre Luis Eduardo Aute, que interpretó los temas “Anda” y “Giraluna”, y concluyó con el famoso “Al alba”, que el público entonó, emocionado, mientras la brisa nocturna jugaba con la vegetación del jardín, como si la presencia invisible pero imborrable de Aleixandre y Hernández estremeciera a la noche con una larga cadencia de suspiros.

Es la segunda vez que tengo el privilegio de entrar en Velintonia 3. La primera ocasión la hallé el año pasado, cuando Julia Labrador me habló del evento que tendría lugar para presentar el libro Entre dos oscuridades, el relámpago, coordinado por Alejandro Sanz, a quien conocí entonces. También me reencontré, en aquel junio de 2014, con Miguel Losada. Este año, me ha acompañado el poeta Fernando Antequera. Entre el notable público asistente se encontraba el encantador Antonio Miguel Carmona, político del PSOE que ha sido candidato a la alcaldía de Madrid en las últimas elecciones municipales. Carmona es el único político, hasta la fecha, que ha demostrado un interés fehaciente por comprar la casa de Vicente Aleixandre, que se halla en un triste estado de abandono. Entre sus propuestas está la de convertir Velintonia 3 en la Casa de la Poesía.

Madrid necesita la poesía y la poesía necesita esta casa en la que los fantasmas de los grandes escritores y artistas de varias generaciones todavía pasean sus sombras evanescentes por el jardín, por los anchos pasillos, por la puerta verde en la que un día podía encontrarse la sonrisa sincera de Vicente Aleixandre, que fue anoche nuestro invisible anfitrión.

«Los despertares» vuelven a la Feria del Libro de Madrid 2015

Ayer, viernes 5 de junio, regresé a la Feria, una vez más como autora. Recuerdo cuando, solo dos años atrás, estaba al otro lado, mirando a los escritores que se sentaban en las casetas a firmar sus obras, pensando que, algún día, yo también estaría allí.

Y como muestra de que algunos sueños se hacen realidad, allí he estado, por segundo año consecutivo, gracias a Los despertares, mi primer poemario, publicado por Ediciones de la Torre en 2014. Fue una tarde entrañable, firmando libros junto al también poeta Ch. Abada, autor de los poemarios Un hombre busca a una mujer y Diario de una mujer requerida.

Gracias, en primer lugar, a José María de la Torre, por apostar por mi poesía en estos «malos tiempos para la lírica», que diría la canción, y por ofrecerme siempre su sabiduría de la vida. Gracias también a los que os pasasteis por la caseta y a todos los que no pudisteis pasar, pero me apoyáis siempre de manera incondicional.

Y para aquellos interesados en comprar Los despertares, el poemario estará disponible, durante toda la Feria del Libro, en la caseta 228 de Ediciones de la Torre, y también podéis comprarlo por Internet en este enlace.

Aquí os dejo unas fotos del evento, e iré añadiendo más según me vayan llegando:

Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015

Aute en el Día Mundial de la Poesía de la UCM

“Presiento que tras la noche / vendrá la noche más larga”. Todos pensaron, en un principio, que estos versos correspondían a una canción de amor; yo incluida, cuando era niña y mis padres la ponían en el tocadiscos del salón. Fue la primera canción que me cautivó, que encendió en mi alma el veneno sugestivo y preciso de la música, esa chispa que te empuja a escuchar una y otra vez un tema y a sentir escalofríos con los acordes que preceden a la letra.

"Dedos virginales", Luis Eduardo Aute (1986)
«Dedos virginales», Luis Eduardo Aute (1986)

No era una canción de amor. Su autor, Luis Eduardo Aute (Manila, 1943), la escribió en 1975, cuando expiraba en España el régimen franquista y expulsaba sus últimos estertores de crueldad y represión. Disfrazó la canción de romanticismo para poder burlar a la censura, pero en realidad se trataba de un encendido alegato contra la pena de muerte. En 1975, fueron condenados a muerte dos militantes de ETA y tres del FRAP, y esta decisión conmocionó a la sociedad española. Años más tarde, Aute confesó que la letra de “Al alba” surgió del dolor por esas víctimas que, finalmente, fueron ejecutadas, a pesar de la profunda repulsa nacional. Conociendo la verdadera historia que se esconde tras la canción, algunas estrofas resultan precisas y estremecedoras:

Miles de buitres callados

van extendiendo sus alas,

¿no te destroza, amor mío,

esta silenciosa danza?

Maldito baile de muertos,

pólvora de la mañana.

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El pasado miércoles 18 de marzo tuve la oportunidad de escuchar al propio Aute a mi lado, cantando a cappella esta canción que tanto había escuchado de niña. Fue en el Paraninfo de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid, tras la entrevista que le hicimos Rubén Luengo, Sofía Nicolás y yo, durante la celebración del Día Mundial de la Poesía.

Aute, que acaba de publicar todas sus canciones en el volumen Claroscuros y otros pentimentos (Pigmalión, 2014), no concibe la distinción entre música y poesía: para él ambas realidades llegaron de la mano. Tampoco cree en el concepto de “cantautor” –antes prefiere, como él mismo confesó en la entrevista, el de “cantamañanas”-. Influido por Brassens, Brel y las obras de Paul Eluard en la década de los sesenta, sintió el influjo de la protesta social que embrujaba las letras de Bob Dylan, componiendo algunos de sus primeros temas, como aquel hondo y poético “Aleluya nº 1”.

Pero su pasión primera fue la pintura, que sigue cultivando, realizando numerosas exposiciones a nivel internacional. Aute es algo así como el artista integral, que toca todos los ámbitos: poesía, música, pintura, escultura… Y cine. El séptimo arte, que tiene un lugar preponderante en su obra musical –porque “toda la vida es cine y los sueños, cine son”-, también le ha atraído e inspirado, hasta el punto de dirigir varios cortometrajes y algún que otro largometraje.

El acto fue memorable: tras la entrevista, Aute leyó algunos de sus “poemigas” –una especie de greguerías- y se desató con una guitarra, improvisando “La belleza” y, para finalizar –y sin acompañamiento, esta vez-, “Al alba”. Para mí, fue una experiencia emocionante.

Con Luis Eduardo Aute, a la entrada del Paraninfo de la Facultad de Filología de la UCM
Con Luis Eduardo Aute, a la entrada del Paraninfo de la Facultad de Filología de la UCM

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A lo largo de la celebración del Día Mundial de la Poesía en la Universidad Complutense, hubo muchos más actos, conferencias, recitales y talleres, dirigidos por estudiantes de la universidad y poetas. Resultó una auténtica fiesta de la poesía, coordinada por Sergio Santiago y organizada por el Vicedecanato de Biblioteca, Cultura y Relaciones Institucionales de la Facultad de Filología, a cargo de José Manuel Lucía Megías. Un ejemplo para todas las universidades españolas: la demostración de que la poesía sigue viva, aunque Golpes Bajos afirmara ya en los ochenta que son “malos tiempos para la lírica”.

El fracaso sentimental como móvil criminal en Patricia Highsmith

La escritora Patricia Highsmith
La escritora Patricia Highsmith

En el 20º aniversario del fallecimiento de Patricia Highsmith, una de las maestras por excelencia de la novela negra norteamericana, recupero el extracto de un trabajo que expuse en el IX Congreso de Novela y Cine Negro de Salamanca, publicado en 2014. 

Dentro del género negro de la novela, Patricia Highsmith (1921-1995) ha alcanzado un lugar de culto gracias a su capacidad para ahondar en la psique de los personajes y situar al lector dentro de un complejo entramado de pensamientos, impulsos y reflexiones. Los personajes de las novelas de Highsmith son de todo menos simples: como ocurre en la realidad, ninguno queda encasillado en el papel de bueno o de malo, sino que se van definiendo y configurando mediante una serie de acciones que quedan justificadas por la concatenación de pensamientos, traumas o experiencias que tiene lugar en la mente de dichos personajes. Esta idea queda explicada en su primera novela, una de las más famosas: Extraños en un tren (1950), cuando el perturbado personaje de Charles Anthony Bruno afirma:

Cualquier persona es capaz de asesinar. Es puramente cuestión de circunstancias, sin que tenga absolutamente nada que ver con el temperamento. La gente llega hasta un límite determinado… y sólo hace falta algo, cualquier insignificancia, que les empuje a dar el salto (Highsmith, 2004: 34).

No se puede hablar de identificación como tal del lector con el asesino: la propia autora confiesa que sus malvados a menudo resultan repugnantes para el lector, pero que ella siempre ha tratado de otorgarles rasgos de simpatía que creen un poco de contraste en su personalidad y los humanicen:

Pienso que todos mis héroes criminales son bastante simpáticos (…). Pienso que también es posible hacer que un héroe-psicópata sea totalmente repugnante y, pese a ello, resulte fascinante precisamente por su depravación (Highsmith, 1987: 48-49).

Introduciendo ciertos rasgos positivos en la personalidad de sus asesinos, lo que sí logra Highsmith es que el lector lo perdone, que consiga ponerse en su lugar, aunque sin llegar a identificarse con él. En general, el procedimiento que más utiliza es el de despertar la compasión del lector hacia dicho personaje, mostrándole parte de su pasado o desplegando su su dramática situación en el presente, que gira en torno a un fracaso: un fracaso que suele estar inmerso en el terreno de lo sentimental. Los asesinos o criminales de las novelas de Highsmith, incluso los que no llegan a asesinar, pero se plantean la idea, son personajes frustrados sentimentalmente. Es esa frustración, la sensación de haberlo perdido todo, la que les conduce a una evolución negativa de su personalidad, que roza la locura. Los personajes abandonan la razón y se dejan llevar por impulsos, en la mayoría de los casos. O también puede tratarse de seres desequilibrados emocionalmente, que han llegado a ese desequilibrio por traumas infantiles o juveniles que les han producido frustración, o que les han hecho sentirse fracasados, de algún modo.

La escritora Patricia Highsmith
La escritora Patricia Highsmith era una amante de los gatos

El sentimiento de frustración, originado por motivos sentimentales, es una constante en los personajes de Patricia Highsmith, y se trata de la condición que los conduce hacia el crimen o, de no producirse éste, al menos sí los impulsa a albergar pensamientos en ese sentido, o los acerca a un ambiente en el que está presente el crimen.

Las relaciones sentimentales que aparecen en la obra de Patricia Highsmith no suelen acabar bien, ya sea porque la pareja no se entienda o, en el caso de que exista armonía entre ellos, el asesinato se interponga, y uno de los dos pierda la vida. Muchos de los personajes se caracterizan, además, por poseer una orientación sexual ambigua y, de hecho, la homosexualidad como tal está presente de una u otra forma en gran parte de la obra de Highsmith.

En mayor o menor medida, se trata de un reflejo de la propia vida de la autora, lesbiana, y a quien las relaciones sentimentales no le solían durar demasiado. Este escepticismo hacia la concepción de pareja se va formando en Highsmith desde su más temprana infancia, cuando se siente afectada por la falta de cariño y la insatisfacción presentes en las relaciones de los adultos de su entorno.

Pat se pasó la vida insistiendo en que el matrimonio turbulento salpicado de problemas de su madre con Stanley Highsmith había hecho de su infancia “un pequeño infierno”. Al alimentar esta opinión, se olvidó, igual que cuando echaba la cuenta de sus amargos fracasos amorosos, de fijarse en el lado positivo de las circunstancias en las que había vivido (Schenkar, 2010: 132).

Esta perspectiva de Joan Schenkar, una biógrafa de Highsmith, deja entrever que, por encima de la mayor o menor insatisfacción de su madre en su matrimonio, existía en Patricia una visión pesimista acerca de la pareja. En cualquier caso, todas las relaciones sentimentales de sus personajes tienen como eje la frustración.

Información extraída de: 

  • CASADO, Marina (2014). “El fracaso sentimental como móvil criminal en cuatro novelas de Patricia Highsmith”, en La (re)invención del género negro / ed. Alex Martín Escribà, Javier Sánchez Zapatero (Andavira, 2014).

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BIBLIOGRAFÍA

  • HIGHSMITH, P. (1987). Suspense. Cómo se escribe una novela de intriga. Anagrama: Barcelona.
  • HIGHSMITH, P. (2004c). Extraños en un tren. Diario El País: Madrid.
  • SCHENKAR, J. (2010). Patricia Highsmith. Circe: Barcelona.