Canciones de enero de 2015

Empiezo 2015 con mucha música hippie sesentera, que cada vez me gusta más, alguna pieza de rock clásico que tenía desubicada y dos o tres perlitas sueltas, entre las que destaco «Playa Girón», del gran Silvio, y «Y sin embargo», de Sabina, hacia el que siempre he sido recelosa; pero últimamente -como con tantos otros grupos- se están cayendo mis defensas…

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  1. Little Black Submarines – The Black Keys
  2. Love Buzz – Nirvana
  3. You Can Leave Your Hat On – Joe Cocker
  4. Playa Girón – Silvio Rodríguez
  5. Wicked Game – HIM
  6. La noche de que te hablé – Leño
  7. Maggie May – Rod Stewart
  8. Mama Lion – Crosby & Nash
  9. The Caves Of Altamira – Steely Dan
  10. San Francisco (Be Sure To Wear Flowers In Your Hair) – Scott McKenzie
  11. Long Cool Woman (In A Black Dress) – The Hollies
  12. Green River – Creedence Clearwater Revival
  13. Purple Haze – Jimi Hendrix
  14. Bad Moon Rising – Creedence Clearwater Revival
  15. Down On The Corner – Creedence Clearwater Revival
  16. Hey Joe – Jimi Hendrix
  17. Panic – The Smiths
  18. What Difference Does It Makes? – The Smiths
  19. Y sin embargo – Joaquín Sabina
  20. La escoba – Los Sírex

Los ochenta años de Elvis Presley

El cantante Elvis Presley en los sesenta
El cantante Elvis Presley en los sesenta

Elvis es rock’n roll y rock’n roll es Elvis. Y lo afirmo sin intención de menospreciar a Chuck Berry, Little Richard o Jerry Lee Lewis. Pero si hoy hiciéramos una encuesta a pie de calle, todo el mundo, independientemente de la generación a la que pertenezca, conocería al primero, aunque no lo haya escuchado jamás. Porque Elvis ha trascendido más allá del ámbito estrictamente musical para convertirse en un mito, en un icono cultural y social. Su imagen, con su tupé negro, engominado, y las gafas de sol, y los refulgentes trajes de colores, pertenece al imaginario colectivo.

Nunca fue un gran compositor. De hecho, no fue ni grande ni pequeño: las letras de la mayor parte de sus canciones más populares están tomadas de temas pertenecientes a otros artistas. “Tutti Frutti” es de Little Richard y “Blues Suede Shoes” fue compuesta por Carl Perkins, pero todos coincidiremos en que a la voz de Perkins le falta el matiz seductor y humeante de la del Rey. La famosa “Heartbreak Hotel”, el single más vendido de 1956, sí fue, sin embargo, grabada especialmente para ser cantada por Elvis, que se lanzó a la fama gracias a ella.

No fue compositor, pero las décadas de los cincuenta, los sesenta y los setenta podrían medirse a golpes de sus caderas. Lo esencial de Elvis fue su estilo, su carisma en el escenario, su baile y su descaro, con los que logró popularizar un género todavía recién nacido: el rock and roll, y se considera pionero de una de sus variantes: el rockabilly –mezcla de country y rock-. No en vano es conocido como “el Rey”: su influencia permanece presente, aun hoy, en lugares insospechados. Nunca olvidaré los dos conciertos de Duncan Dhu que tuve ocasión de presenciar, en 2013 y 2014, en los que Mikel Erentxun se declaraba –incluyendo también a Diego Vasallo- fan incondicional de Presley, y, a continuación, deleitaba al público con un sorprendente baile, Elvis style, para interpretar el tema que supuestamente homenajea al cantante: “La barra de este hotel”, de 1987.

Los que lo conocemos un poco, estamos al tanto de que siempre hay dos Elvis. El Elvis tímido, que no se atrevía a declararse a una chica del instituto, y el símbolo sexual que incluso tuvo sus apariciones en Hollywood. El Elvis con cara de niño y aquel otro gordo, decadente y de estrafalarias vestimentas. El Elvis desenfrenado de “Tutti Frutti” y el intérprete de hermosas baladas, como “Love Me Tender” o “Can’t Help Falling In Love”.

Como todos los mitos, el de Elvis también tiene un amplio trasfondo en el que merece la pena bucear. Si Presley no hubiera fallecido trágicamente a los 42 por una sobredosis –su adicción a la heroína le había valido, por ejemplo, un implante de oro en el tabique nasal-, hoy habría cumplido 80 años. Pero, igual que tantas estrellas de rock –él, la primera de todas-, jamás llegó a envejecer…

Pamela Courson y su mundo “de color naranja intenso”

Pamela Courson en 1970
Pamela Courson en 1970

Now her world was bright orange…

(“Orange County Suite”, The Doors, 2000)

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Ayer Pamela Courson, la musa de Jim Morrison, hubiera cumplido 68. En abril de 2014, escribí un artículo con motivo del 40º aniversario de su muerte, que en unos pocos meses se ha convertido en la entrada más popular de mi blog. La figura de Pamela Courson continúa ejerciendo ese misterioso magnetismo que, en vida de la muchacha, le servía para romper corazones y coleccionar amantes por doquier, rivalizando en infidelidades con su novio, Jim Morrison, tres años mayor que ella. Sus biografías resultan paralelas: vertebradas desde la infancia por la rebeldía y la sed de libertad, inconstantes en sus relaciones amistosas y sentimentales, truncadas por la drogadicción –Jim era alcohólico y Pamela heroinómana- y con un temprano y trágico final –presumiblemente, por sobredosis en ambos casos- a la edad de 27 años.

A los 27, Pamela vivía una existencia decadente, enloquecida, cegada por la droga, convertida en una nebulosa de cabello rojo que hablaba de su amado fallecido como si todavía continuara vivo. Había tenido varios amantes después de su muerte, pero ninguno de ellos lo sustituyó en su corazón. Hoy, su historia se puede revivir por fragmentos a partir de las canciones que Jim Morrison compuso para The Doors.

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“La moderna del siglo veinte”

El primer álbum de la banda, publicado en 1967, incluye el tema “Twentieth Century Fox”, que algunos han traducido erróneamente como “La Zorra del siglo veinte”, cuando en realidad se trata de una expresión hecha en inglés que se interpreta en nuestro idioma como “la moderna”. En esta canción, Jim Morrison traza un agudo retrato de la personalidad dominante, fuerte y magnética de la joven, a la que conoció tras uno de sus primeros conciertos, cuando The Doors aún no era una banda popular.

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Bueno, ella es delgada, como está de moda,

y es impuntual, siguiendo la moda.

Nunca montaría un escándalo,

jamás rompería una cita.

Pero ella no se arrastra;

tan solo, contempla su forma de moverse.

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Es la moderna del siglo XX:

sin lágrimas, sin miedos,

sin años perdidos

y sin relojes.

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Es la reina del descaro

y es la dama que espera.

Desde que su mente abandonó la escuela,

nunca ha dudado.

No perderá el tiempo

en charlas elementales.

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Porque es la moderna del siglo XX:

tiene al mundo metido

en una caja de plástico.

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En las frecuentes peleas que mantenía la pareja, era siempre Pamela la que acababa lanzando la ropa de Jim por la ventana. A pesar de su aspecto frágil y delicado, tenía un carácter déspota y dominante.

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“La Calle del Amor”

“Love Street” es un tema perteneciente al tercer álbum de la banda, Waiting For The Sun (1968). La canción se recrea en una calle de la ciudad de Los Ángeles, dentro del barrio Laurel Canyon, llamada Rothdel Trail. Allí tenía su apartamento Pamela, que compartió con Jim durante algún tiempo. Se trataba de una calle muy frecuentada por los hippies, a los que la pareja veía pasar desde el balcón de su casa. Por eso, Jim rebautizó al lugar como “la Calle del Amor”.

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Ella vive en la Calle del Amor,

pasa mucho tiempo en la Calle del Amor.

Tiene una casa y un jardín;

me gustaría ver qué pasa.

Ella tiene vestidos y tiene monos,

perezosos lacayos llenos de diamantes.

Posee sabiduría y sabe qué hacer;

Me tiene a mí y te tiene a ti.

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La letra de la canción está plagada de guiños acerca de la vida de Pam, como los vestidos –en alusión a la boutique que dirigía, Themis- o los “perezosos lacayos llenos de diamantes”, con los que se refería, concretamente, a uno de sus amantes, el conde Jean de Breteuil, camello de heroína responsable de la dosis que mató a Janice Joplin y de la que supuestamente acabó con la vida del propio Morrison en 1971. La inconstancia de Pamela y su incapacidad para el compromiso la refleja Jim en el verso que dice “Me tiene a mí y te tiene a ti”.

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“Mujer de Los Ángeles”

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Veo que tu cabello arde,

las colinas se incendian.

Si te dicen que nunca te amé,

sabrás que mienten.

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Esta encendida declaración, que pone de manifiesto el color de fuego de los cabellos de Pam y la solidez del sentimiento de Jim hacia ella, la introduce Morrison en “L.A. Woman”, el tema que da título al álbum de The Doors de 1970 –el último que grabarían juntos- y que se convirtió en un himno de la historia del rock. La letra, ambientada en la fascinante y sórdida ciudad de Los Ángeles -bautizada, en homenaje a una famosa novela de John Rechy de 1963, como “City of Night”-, está dedicada a Pamela, arquetipo de esa “mujer de Los Ángeles”, musa hippie y norteamericana.

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“La Suite del condado de Orange”

Pamela Courson nació en 1946, en el californiano condado de Orange. Fue hija del director de un instituto en el que nunca destacó por ser buena estudiante, sino que, al contrario, adquirió fama de rebelde. Muy joven, abandonó su ciudad natal para mudarse con una amiga a Los Ángeles, donde al fin podía gozar de independencia, ir a conciertos de rock y experimentar con las drogas.

“Orange County Suite” fue, inicialmente, un poema en el que Morrison trató de plasmar, dispersos en una historia nostálgica y decadente, determinadas experiencias, recuerdos e instantes que formaban parte de su inconstante y apasionada relación con Pamela. En 2000, el resto de miembros de la banda musicaron la grabación original de Morrison, que databa de 1971.

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Bueno, conocí a una chica muy hermosa.

Tenía cintas naranjas en el cabello.

Ella era como estar colocado:

ella apenas estaba allí.

Pero la amé

igualmente.

[…]

Un camino tan largo para encontrarnos.

Todo lo que hicimos fue romperlo y echarlo a perder…

Teníamos todo

lo que los amantes puedan desear,

pero lo echamos al viento.

Y no estoy triste:

estoy loco

y estoy mal.

[…]

Sí; pero ella recuerda Chicago,

los músicos y las guitarras

y el prado junto al lago

y la gente que se reía

y destrozaba su pobre corazón.

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Hace pocos años, salieron a la luz unas imágenes grabadas de Pamela Courson –a la que presentan como “Pamela Morrison”- pertenecientes a un programa de la televisión francesa, “The French Ambassor”, donde se ve a la joven riendo, alegre y despreocupada, sus cabellos rojos reflejando la luz del sol…

Jim Morrison o el Tiempo inexistente en la poesía

Jim Morrison en 1970
Jim Morrison en 1970

Hoy Jim Morrison hubiera cumplido 71 años, si no hubiese fallecido en el 71. Su mullida melena castaña sería blanca y, tal vez, sus azules ojos fieros conservarían su fulgor por detrás de la botella que seguiría llevando hasta sus labios gruesos, apolíneos, mirándonos desde su posición de viejo poeta beatnik nacido a deshora, como un Burroughs decadente que se hubiera perdido por los caminos laberínticos y oscuros del rock and roll.

“Estoy preocupado inmensurablemente por tus ojos”, escribió Morrison en Mosaico, una recopilación de poemas, anotaciones y prosas poéticas dedicadas a su eterna y dominante novia, Pamela Courson. El líder de The Doors fue algo más que aquel rockero alocado que se arrojaba sobre el escenario e iniciaba extrañas danzas rituales, más que aquel icono sexual que recordamos posando en la famosa serie de Joel Brodsky, con el torso desnudo y un collar de cuentas que le otorgaba un cierto aire hippie o salvaje.

Jim Morrison retratado por Joel Brodsky
Jim Morrison retratado por Joel Brodsky

Tengo mis mejores ideas cuando el

teléfono suena y suena. No es divertido

sentirse un idiota cuando tu

chica se ha ido. Un nuevo quebradero de cabeza:

Posesión. Creo mi propia espada de Damasco. He perdido el tiempo.

Un crío saltando por las tablas, jugando

con la Revolución. Cuando ahí fuera el

Mundo espera y desemboca en fieras pandillas

de asesinos y auténticos locos. Colgando

de las ventanas como diciendo: Soy intrépido,

¿me quieres? Sólo por esta noche.

Ligue de Una Noche. Un perro aúlla y gimotea

frente a la puerta corredera de cristal (¿por qué

no puedo entrar yo?) Un gato grita. El motor de un coche

acelera a tope forzosamente –el chirriante

carbono seco protesta. Dejo el libro

-y empiezo mi propio libro.

Amor para la chica gorda.

¿Cuándo llegará ELLA aquí?

(Jim Morrison, Mosaico)

He aquí algunas de sus divagaciones, en las que se contemplaba a sí mismo como un “crío que jugaba con la Revolución”, incapaz de otra cosa que no fuera perder el tiempo. Después de marcharse Pamela, tal vez tras una de aquellas acaloradas discusiones que llevaban consigo un distanciamiento de varios meses entre ambos amantes, Jim se entretenía con ligues momentáneos, pero ninguno fue ELLA.

ELLA era una joven delgada, fuego rojo en el tiempo, que consumía lentamente su vida inyectándose heroína. La heroína viajaba tan rápido por sus venas como el alcohol por las de Jim. Ambos se reunieron con la muerte a los 27, como si la conexión entre sus almas guiara el pulso de sus existencias.

Jim Morrison y Pamela Courson en 1970
Jim Morrison y Pamela Courson en 1970

Jim Morrison necesitaba un amor para escribir, para sentir, para viajar. Para vivir, para mentir, para reír, para morir. Igual que todos los poetas malditos. ¿Qué fue antes, el poeta o la estrella de rock? Lo primero, siempre. Lo segundo, nada más que un camino temporal por el que se atrevió a dar un rodeo. Si nunca se hubiera producido aquel encuentro en la playa con Ray Manzarek, compañero de la universidad, del que surgió el proyecto de crear una banda de rock, ¿conoceríamos hoy a Jim Douglas Morrison como un poeta, heredero de la Beat Generation, exaltado observador de una América fría y deshumanizada, dominada por unas criaturas inteligentes y manipuladoras a las que bautizó como “Los Señores”?

Los poemas de Jim Morrison resultan confusos, laberínticos, desconcertantes, incluso el ritmo de los versos así lo refleja. El lector percibe de repente las sombras de su alma, el fulgurante y extasiado verano, esa estación que parece conmover al poeta, o detenerlo. Al poeta o a la ciudad, la desasosegada Los Ángeles, portadora de esos amores fríos y calientes, sangrientos y perezosos, efímeros y eternos dentro de unos versos. Musas de una noche y pasiones oscuras, intuidas en una suerte de dimensión inalcanzable.

Jim Morrison en 1967
Jim Morrison en 1967

Jim aseguraba llevar en su interior el espíritu de un viejo indio americano que vio morir siendo niño por detrás de la ventanilla de su coche. Derramando su sangre sobre el asfalto ardiente. La fuerza de aquel espíritu lo abandonaría un 3 de julio de 1971, arrastrando su decadencia por un París que ya había contemplado la de Verlaine o Baudelaire. Pero, al abrir hoy uno de sus poemarios, resucita su sonrisa oscura verso a verso, mientras Jim, desafiante, ofrece al lector el secreto del tiempo, o de la poesía, o tal vez el de ambos…

-¿Qué es la conexión?

-Cuando dos movimientos, que se creían

infinitos y mutuamente

exclusivos, se encuentran en un

momento.

-¿Del Tiempo?

-Sí.

-El tiempo no existe.

No hay tiempo.

-El tiempo es una plantación recta.

(Jim Morrison, Mosaico)