Lo más destacado de este mes es que he dejado a un lado mis prejuicios hacia la banda de rock española Marea. Tengo que confesar que mi curiosidad comenzó cuando vi a su líder, Kutxi Romero, cantando con Rosendo en Las Ventas. Marea está en la línea de Extremoduro, pero la calidad de sus letras es, en mi opinión, inferior. No obstante, no se les puede negar el mérito, y menos si nos versionan el «Romance de la Guardia Civil» de Federico García Lorca…
Sono gocce di memoria
queste lacrime nuove,
siamo anime in una storia
incancellabile.
Le infinte volte che
mi verrai a cercare nelle mie stanze vuote.
Inestimabile
e’ inafferrabile, la tua assenza che mi appartiene.
Siamo indivisibili,
siamo uguali e fragili
e siamo già così lontani.
Con il gelo nella mente,
sto correndo verso te.
Siamo nella stessa sorte
che tagliente ci cambierà.
Aspettiamo solo un segno,
un destino, un’eternità.
E dimmi come posso fare per raggiungerti adesso,
per raggiungerti adesso, per raggiungere te.
Siamo gocce di un passato
che non può più tornare.
Questo tempo ci ha tradito, è inafferabile.
Racconterò di te,
inventerò per te quello che non abbiamo.
Le promesse sono infrante,
come pioggia su di noi;
le parole sono stanche, ma so che tu mi ascolterai.
Aspettiamo un altro viaggio, un destino, una verità…
E dimmi come posso fare per raggiungerti adesso,
per raggiungerti adesso, per raggiungere te…
.
Son gotas de memoria estas lagrimas nuevas; somos fantasmas de una historia inolvidable. Vendrás a buscarme infinitas veces a mis habitaciones vacías. Inestimable, inalcanzable tu ausencia, que me pertenece. Somos inseparables, somos iguales y frágiles y estamos tan alejados.
Con la cabeza fría estoy corriendo hacia ti. Nuestro sino es el mismo, afilado, que vamos a cambiar. Esperamos tan solo una señal, un destino, una eternidad. Y dime qué puedo hacer para alcanzarte ahora, para alcanzarte.
Somos gotas de un pasado que no puede regresar; esta vez, nos ha traicionado: es inalcanzable.
Hablaré de ti, inventaré por ti aquello que no tenemos.
Las promesas están rotas como la lluvia que cae sobre nosotros; las palabras están cansadas, pero sé que me escuchas. Esperamos otro viaje un destino, una verdad… Y dime qué puedo hacer para alcanzarte ahora, para alcanzarte…
Hoy inauguro una nueva sección que publicaré el último día de cada mes, cuya idea está tomada del blog de Mikel Erentxun. Se trata de una lista con las canciones que añado a mi iPod a lo largo del mes. Algunas ya las conocía y simplemente las añado; otras constituyen nuevos descubrimientos…
Respecto a este mes, me ha marcado el álbum más célebre de Love, Forever Changes (1967). No conocía el grupo, pero era de mi época preferida de la historia del rock -y uno de los presentes en el mítico Verano del Amor del 67- y había que catarlo.
Un viento desapacible, embajador del recién inaugurado otoño, soplaba ayer, en medio de la tarde que caía como un manto gris sobre la madrileña Plaza Monumental de Las Ventas. El cielo amenazaba lluvia y las colas para pillar buen sitio en el ruedo se iban espesando a medida que se acercaban las ocho y media, hora en la que se anunciaba la llegada del grupo telonero.
Viejos rockeros, padres “modernos” con camisetas de Leño y canas en el cabello, un mini de birra en la mano, los ojos brillantes de tiempos en los que no eran padres y la melena de Rosendo aún gozaba de su versión technicolor. Y “Nos va a llover, esto va a ser como el concierto de los Rolling del 82; en el 82 también tocó Rosendo, ¿te acuerdas?”. Chavales jóvenes, colocados, que quisieran haber vivido aquellos años en los que estar colocado era casi motivo de orgullo; se empujan, corean el nombre del cantante, se quitan la camiseta en un intento absurdo por desfasar. Más allá hay un chiquito, no debe de tener ni 18, que lleva el mismo peinado que el ex líder de Leño en los setenta. Me llega hasta aquí el olor de porro; pues claro, son los de al lado los que lo están fumando…
Después estamos nosotros, que formamos parte de esa franja de público que no alcanza los veinticinco y adora a Rosendo desde niños, cuando nuestros padres –esos padres que podrían estar ahora con un mini en la mano contemplando expectantes el escenario- pinchaban sus álbumes en el tocadiscos y contaban las aventuras de su juventud con los ojos brillantes. “Esto es el rock, chicos”.
Rodrigo Mercado
Las gradas, que ya se han llenado, comienzan a hacer la ola, porque el telonero lleva ya media hora de retraso y el cielo continúa amenazando lluvia. Y el telonero no es otro que Rodrigo Mercado, hijo de la estrella: un treintañero simpático de pequeños tirabuzones en el cabello, barbita cuidadosamente arreglada y un jersey bonito de mezclilla. Rodrigo no es su padre: no toca la guitarra y se decanta por un ritmo jamaicano destilado, una extraña mezcla de rap y reggae que tiene algo de popero. Rodrigo quiere hacerlo bien y todavía no se puede creer estar teloneando el concierto de su padre en Las Ventas ante 17.000 espectadores. Publicó su primer disco en solitario, Puntualmente demora, el año pasado, y ya está preparando el segundo, aunque hasta ahora sólo ha tocado en bares y pequeñas salas de concierto. Y tal vez la de hoy sea su oportunidad definitiva para abrirse camino en el universo musical.
Se despide Rodrigo y la plaza entera comienza a corear el nombre de su padre, pero todavía falta casi media hora para que este aparezca, con la melena suelta, blanca, agitándose bajo el viento desapacible de finales de septiembre. “Esto es rock, chicos”. Sí, esto es rock carabanchelero, legendario, el rock de “este Madrid” donde “ni las ratas pueden vivir”: aquí están los sueños de tantos chicos de barrio que crecieron fumando porros e invocando la libertad. Rosendo, sesentón, de nariz aguileña y porte desgarbado, sonríe con la boca y con los ojos. Y ahora el viento agita las melenas blancas del Rock mientras de su guitarra comienzan a surgir los primeros acordes de “A dónde va el finado”. En el escenario no le acompañan más que un batería y un bajo, la guitarra ni siquiera tiene arreglos: así es Rosendo, mito del rock, legendario dentro de su sencillez de camiseta negra, lisa, y no necesita más que su guitarra, una batería y un bajo, para hacer vibrar a la Monumental. Porque eso únicamente lo consigue Rosendo.
Rosendo anoche en Las Ventas
No ha olvidado su pasado como líder de Leño y, sentado sobre un taburete homenajea, con el tema instrumental “Se acabó”, a sus antiguos compañeros de la banda, Chiqui Mariscal y Tony Urbano, fallecidos en 2008 y 2014, respectivamente. La emoción del momento culmina con una imagen luminosa donde se puede leer: “Leño, pa’siempre!”. Pa’siempre, que no “para siempre”, porque “esto es rock, chicos”, y si pudiéramos acercarnos y ver los ojos de Rosendo, apuesto a que los encontraríamos muy brillantes.
Homenaje a Tony UrbanoHomenaje a Leño
Los invitados de la noche son un lujo: cabezas visibles del rock duro nacional como El Drogas, líder de Barricada, que impresiona a los asistentes con una actuación afilada en la que sobresalen su vestimenta de viejo pirata y su bastón, que agita sin cesar; o Kutxi Romero, solista de Marea, amenazante su figura cubierta de cuero negro, y también Fito, que se ha aburguesado desde los tiempos de Platero y tú y ahora hace gala de un rock fino bajo su boina sempiterna. Después está Luz Casal, que asombra a la expectación con una ¿peluca? de un azul brillante, y el gran Miguel Ríos, otro astro del rock de los setenta que ya se había retirado hace tiempo, pero que no ha dudado en camuflar sus 70 años bien cumplidos bajo una chupa de cuero y la misma actitud jocosa de siempre. Se mueve con seguridad por el escenario y abraza con familiaridad a su anfitrión, compañero de correrías rockeras por un Madrid que estrenaba democracia; después le dedica, con su acento granadino, una versión muy particular y suya del célebre tema “Agradecido”. Porque todos reconocen a Rosendo como el padre del rock duro en español. Rodrigo también sale a cantar “A remar” con su padre, que lo mira entre orgulloso y emocionado.
Rosendo con Luz CasalRosendo con Kutxi Romero, líder de MareaRosendo con El Drogas, líder de BarricadaRodrigo y Rosendo MercadoFito Cabrales y RosendoMiguel Ríos y Rosendo
Todos lo rodean en un final apoteósico en el que se canta el que probablemente fuera el tema más popular de Leño: “Maneras de vivir”, que hace enloquecer a la multitud. Y Rosendo se va como ha venido, como siempre será: loco por incordiar, disparando pan de higo y denunciando, de nuevo, la vergüenza torera que debería sentir de sí misma la clase política española. Navegando a muerte. Dejando que el viento sobresalte su cabellera blanca, envuelto en un humo de porros y voces de rockeros de varias generaciones que corean su nombre con devoción.
Rosendo y sus invitados anoche en Las Ventas
Al final aguantó el cielo, y no comenzó a sacudir sus lágrimas de lluvia hasta que Rosendo y los demás se despidieron. Al salir de la Monumental, nos esperaba la noche desapacible de un otoño que quiere llegar para quedarse, pero yo me marchaba con la confianza de haber vivido un evento memorable, la grabación en directo de un disco de Rosendo en su gira “Vergüenza torera”, y pienso que, tal vez dentro de unos años, podré ponérselo a los niños del momento y decirles: “Esto es rock, chicos, y yo estuve allí”.
Mikel Erentxun, anoche, en el concierto de Duncan Dhu de San Sebastián de los Reyes
La mítica banda donostiarra cerraba anoche el cartel de conciertos de las fiestas del municipio madrileño de San Sebastián de los Reyes, en las que habían sonado nombres tan populares como Barón Rojo, El Drogas, Lori Meyer o Leiva. Era la tercera vez que veía en directo a Mikel Erentxun: la primera fue en solitario, celebrando junto a otros artistas la inauguración de la Fnac de Azca; la segunda, en la gira de regreso de Duncan Dhu en diciembre del año pasado, en el Teatro Circo Price de Madrid. En esta tercera ocasión, en el Auditorio Parque Marina, Erentxun representaba al dúo Duncan Dhu, pero no lo acompañaba el otro integrante, Diego Vasallo, debido a una lesión de columna que ya le ha impedido participar en los conciertos de las últimas semanas. Su compañero le dedicó el concierto públicamente al inicio de la actuación.
¿Cómo fue la experiencia de Duncan Dhu sin Vasallo? Contrariamente a lo que se pudiera imaginar, su ausencia sí se percibió, sobre todo en el acompañamiento musical –la armónica, especialmente, se echó en falta en temas como “Cuando llegue el fin”-. Es cierto que, del dúo, Erentxun es el alma y la cara visible, y Vasallo permanece en un modesto segundo plano. Su voz, ronca hasta niveles desconcertantes -¿la modulará así a propósito?-, se queda muy atrás en comparación con la dulzura del timbre de Erentxun –aunque hay que señalar que, en directo, la voz de Erentxun pierde parte de la riqueza de matices que la caracterizan-. Pero ayer quedó demostrado que, si no imprescindible, Vasallo es un componente esencial de la banda. Su compañero, tanto en el concierto de diciembre como en el de anoche, no tuvo problema en reconocer que la autoría de la mayor parte de las letras del último álbum, El duelo, pertenece a Vasallo.
Diego Vasallo, el otro integrante de la banda Duncan Dhu
Precisamente este disco, lanzado en 2013 después de una larga separación de doce años de Duncan Dhu, nos sorprendió muy favorablemente por la poeticidad y la hondura de la letra de las canciones, mezclada con melancólicos acordes de guitarra que lo convirtieron, en mi opinión, en uno de los mejores álbumes de la historia de la banda. Quedó bautizado así en homenaje al regreso del grupo después de años separados, acogiéndose a la madurez musical y al “duelo” al que retaron al tiempo, como bien especifica la letra del tema homónimo:
No sé hacia dónde vamos,
si esto es sólo un cara o cruz
en un duelo con los años.
En el concierto de anoche vimos a un Erentxun enérgico, ataviado con camisa tejana y chaqueta vaquera, que no escatimó tiempo a pesar de tratarse de un concierto de las fiestas locales de un municipio –la duración de su actuación fue similar a la del concierto del Price, en torno a dos horas-, y que cubrió la ausencia de su compañero –que no estuvo allí para interpretar “Llora, guitarra”, “Los días buenos” y “Rosa gris”- con temas antiguos como “Capricornio” o “Pienso en ti”.
Quedó confirmado el favoritismo de Erentxun por “La barra de este hotel”, canción perteneciente al álbum de 1987 El grito del tiempo. En el concierto de diciembre, explicó al público que se trata de un tributo a Elvis Presley, a quien Vasallo y él idolatraban. Anoche, el final de la canción dio paso a un sorprendente baile en el que Erentxun se ganó al personal imitando aquel célebre de Elvis. Ya lo vi hacerlo en el Price, pero, en esta ocasión, se desmelenó aún más subiéndose a los altavoces y quedando muy cerca del público, lanzando la guitarra y hasta desabrochándose la camisa. Erentxun, a sus 49 años, tiene más ritmo que muchos artistas veinteañeros.
Anoche en el concierto, el momento en que Erentxun se sube al altavoz para sorprender al públicoErentxun y su exuberante baile a la manera de Elvis
En directo, “Entre salitre y sudor” perdió gran parte de su fuerza, pero otros temas, como “La casa azul” o “Palabras sin nombre”, claramente la ganaron. Las célebres cien gaviotas mostraron su rumbo extraviado al final del concierto, haciendo vibrar al auditorio que, a pesar de poseer dimensiones inmensas, se hallaba bastante lleno. La actuación terminó con la habitual “Esos ojos negros”, coreada fuertemente por el público, y “Mundo de cristal”, en la que Erentxun cambió la palabra “Roma” del estribillo por “Siena” –suponemos que como homenaje a su primogénita, que lleva el nombre de la ciudad italiana-.
En conclusión: se echó de menos a Vasallo, pero Erentxun demostró que es capaz, sobradamente, de embelesar él solo a un auditorio y dejar en el ambiente una estela de, como dirían los Rolling, “satisfaction”.
El escenario del concierto, anoche, en San Sebastián de los Reyes