El examen de oposición que no me permite escribir con más asiduidad resulta ya inminente, así que pronto nos leeremos. Mientas tanto, les vuelvo a dar las gracias a todos los amigos que me hicieron una visita los días que estuve firmando en la Feria del Libro de Madrid -cuando tenga más tiempo, publicaré fotos de esos días-.
Lo más importante: me hace mucha ilusión invitaros a la presentación oficial de Mi nombre de agua en Madrid. Aquí os dejo la información; si venís, podremos charlar y tomar algo después del acto:
Y si queréis bucear un poco en el contenido del libro, echad un vistazo al booktrailer.
¡¡Al fin llega el momento de revelarlo!! He aquí mi nuevo poemario, ¡y estaré en la Feria del Libro de Madrid! Ya os contaré acerca de él más adelante, cuando las oposiciones me lo permitan. Mientras tanto, ¿nos vemos en la Feria?
Rompo de nuevo mi silencio opositoril para invitaros a la presentación de esta fantástica edición de la que soy antóloga: cuarenta sonetos de amor de la literatura española e hispanoamericana; desde Garcilaso hasta Luis Alberto de Cuenca, pasando por Quevedo, Góngora, Unamuno, Lorca, Cernuda, Alberti… La edición es el broche del 40º aniversario de Ediciones de la Torre. Vamos a tener el honor de contar, además, con la presencia de la poeta Paloma García-Nieto, hija del gran poeta José García Nieto, que también figura en la antología.
El prólogo del libro corre a mi cargo y también me estreno como ilustradora de uno de los cuarenta sonetos, concretamente, el perteneciente a mi adorado Luis Cernuda. Os lo dejo aquí para ir abriendo bocas, con la advertencia de que, junto a éste, tenemos dibujos de verdaderos grandes ilustradores, que estarán expuestos en el Colegio de Doctores y Licenciados hasta el 19 de mayo.
¡Espero veros en la presentación!
Ilustración de Marina Casado para un soneto de Luis Cernuda
Escena de la adaptación de la obra representada en el Teatro Valle-Inclán
Dentro de cuatro o cinco años existe un pozo en el que caeremos todos.
Federico García Lorca escribió estas palabras en 1931, exactamente cinco años antes de estallar la Guerra Civil en España. No se trata de la única predicción inquietante que aparece en Así que pasen cinco años, la obra que se representa estos días en el Teatro Valle-Inclán de Madrid. En los últimos tiempos, parece que los directores y las compañías se arriesgan por fin con el llamado “teatro imposible” lorquiano, bautizado así por la dificultad de llevar a escena una trama marcadamente onírica y de encendido tono surrealista, donde se mezclan el verso y la prosa, los personajes se multiplican y las obsesiones del autor adquieren corporeidad. Hace unos meses, tuvimos la oportunidad de asistir a la otra gran obra “imposible” de Lorca: El público, estrenada en el Teatro de la Abadía bajo la dirección de Àlex Rigola y la magnífica interpretación de la compañía Teatre Nacional de Catalunya.
Así que pasen cinco años se encuentra, como he dicho, en la misma línea que El público, pero, en mi opinión, posee un argumento menos complejo, menos deshilachado. Subtitulada “Leyenda del Tiempo en tres actos”, la obra nos introduce en un mundo en el que el presente se convierte en una dimensión inaccesible, en una mera transición entre pasado y futuro, imposible de ser vivida en plenitud. El protagonista, el Joven, ha esperado durante cinco años a su prometida, a la que apenas recuerda, pero que simboliza todas sus ilusiones futuras. Desde el comienzo, una amalgama de personajes –el Viejo, el Amigo 1, el Amigo 2- rodean al Joven, discutiendo con él, animándolo o entristeciéndolo. Son, en realidad, distintas facetas de su personalidad; es decir: distintas facetas de la personalidad de Lorca. Así, el Viejo es la persona que el Joven-Lorca teme llegar a ser; el Amigo 1 es el Lorca vividor, donjuanesco y apasionado, y el Amigo 1 es su parte lírica, poética, aquella que no reniega de su homosexualidad –en las acotaciones, Lorca indica que, en caso de no existir un actor muy joven para hacer el papel, debe hacerlo una muchacha-.
Escena de la adaptación de la obra en el teatro Valle-Inclán
El conflicto sobreviene cuando llega el momento del reencuentro entre el Joven y la Novia, y esta rechaza al Joven para fugarse con el Jugador de Rugby, un personaje deshumanizado que representa el prototipo de la “virilidad descerebrada”, que Lorca consideraba como lo opuesto a sí mismo. Pero la Novia lo prefiere antes que al Joven, a quien llama “el viejo, el lírico”, a quien critica por “no apretar la mano” o “tener los dientes fríos”. Aparece así una de las obsesiones lorquianas: la idea de no ser “suficientemente hombre”, que va aparejada a la homosexualidad.
Tras el rechazo de la Novia, el Joven queda desorientado y se pregunta: “¿Qué hago con esta hora que viene y que no conozco?”. Entonces, el maniquí del vestido de boda que le había comprado a la Novia se humaniza e, inmerso en un discurso lírico, se lamenta de no tener nadie a quien poder vestir, y orienta al Joven para que vuelva sus ojos hacia otra muchacha: la Mecanógrafa. Se trata de una mujer que trabajaba para él y que, durante los cinco años que él esperó a la Novia, ella lo amó en silencio. El Joven corre a buscarla para profesarle su amor, pero el Tiempo vuelve a traicionarlo. La Mecanógrafa lo rechaza, dando paso a un diálogo que considero uno de los momentos culminantes de la obra:
MECANÓGRAFA – Tú esperabas y me dejaste marchar, pero siempre te creías amado. ¿Es mentira lo que digo?
JOVEN. (Impaciente.) No, pero…
MECANÓGRAFA. Yo, en cambio, sabía que tú no me querrías nunca. Y, sin embargo, yo he levantado mi amor y te he cambiado y te he visto por los rincones de mi casa. (Apasionada.) ¡Te quiero, pero más lejos de ti! He huido tanto, que necesito contemplar el mar para poder evocar el temblor de tu boca.
Finalmente, la Mecanógrafa le promete irse con él… así que pasen cinco años. El Joven se siente derrotado de nuevo por el Tiempo, mientras él sólo quería vivir el presente, quizás por vez primera. Pero sus ilusiones amorosas no son más que eso, en realidad, y por eso le da igual vivir enamorado de la Novia que de la Mecanógrafa. Ambas constituyen un intento por llenar de esperanzas el presente: son un puente hacia la paternidad, otro de los temas que obsesionan a Lorca. Y dicha obsesión aparece también en el personaje del Niño Muerto que no quiere ser enterrado y huye junto al Gato, que se empeña en afirmar que es una Gata, a pesar de que el Niño se resiste a reconocerlo –de nuevo, otra alusión velada a la homosexualidad-.
La transición del Niño Muerto y la Gata no es la única que aparece en la obra; en el Acto Tercero se presentan un Arlequín y un Payaso, que representan el Sueño y el Tiempo, torturando a una Muchacha “asustada de la realidad”. A partir de entonces, Lorca crea un cierto distanciamiento, porque estos dos personajes, el Arlequín y el Payaso, van a darle a la obra un cierto viso de espectáculo circense grotesco.
Escena de la adaptación de la obra en 1994
La adaptación estrenada en el Valle-Inclán, dirigida por Ricardo Iniesta, no alcanza las cotas de espectacularidad que presentaron en El público: se trata de un montaje más sencillo pero, no obstante, fiel al texto lorquiano, con magníficas actuaciones: Raúl Sirio Iniesta –en el papel del descafeinado Joven-, Raúl Vera, Jerónimo Arenal, María Sanz, Elena Amada Aliaga, Manuel Asensio, Carmen Gallardo, Silvia Garzón y José Ángel Moreno. Como curiosidad, cabe destacar el guiño que hacen al principio a la canción de Camarón, “La leyenda del tiempo”, basada en el texto de la obra. Ricardo Iniesta ya había estrenado otra versión de la obra en 1994, en el Teatro Atalaya.
La única crítica negativa que puedo hacer de la obra nace del cuadro último. En el texto lorquiano, tres siniestros jugadores que representan a las Parcas inician una trágica partida de póquer con el Joven. En un momento, le obligan a echar el as de corazones. En la adaptación de Iniesta, el Joven muere se va apagando lentamente, muriendo en silencio, tras echar la carta. Se trata de una solución menos simbólica y escalofriante que la que tiene lugar en el texto lorquiano, donde ocurre así:
JOVEN. ¡Juego! (Pone la carta sobre la mesa.)
(En este momento, en los anaqueles de la biblioteca aparece un gran as de coeur iluminado. El Jugador I.° saca una pistola y dispara sin ruido con una flecha. El as desaparece, y el Joven se lleva las manos al corazón.)
Cinco años más tarde, Federico García Lorca fue fusilado en Granada. Se dice que sus asesinos fueron tres hombres, falangistas. La casualidad resulta, cuanto menos, siniestra.
Tal vez debí escribir antes este mensaje, pensando sobre todo en aquellos lectores habituales de mi blog, gracias a los cuales esta página se mantiene viva. Es posible, queridos lectores, que os preguntéis por qué no escribo nada desde enero…
No he abandonado la página, como alguien ha podido llegar a pensar. Tampoco me he ido a Marte o me he convertido definitivamente a la misantropía. No, nada de eso.
La razón de mi ausencia es ésta: estoy preparándome las oposiciones de profesorado de Lengua y Literatura y el examen es a finales de junio. Un temario prácticamente inabarcable y horas dedicadas a la práctica de comentarios de texto, sintaxis y programación didáctica me mantienen prisionera del estudio. Llevo una vida de ascetismo que para él la quisiera el mismísimo Fray Luis de León.
Entre unas cosas y otras, se me acumulan las ideas y la necesidad de escribir, pero me falta el tiempo. Así que, de aquí a julio, mi ausencia será prácticamente constante. Pero después, volveré a la carga, porque escribir es para mí tan vital como respirar.
Mientras tanto, os dejo la grabación de una de mis pocas actuaciones poéticas de estos meses: un recital en El Laboratorio de Alcalá de Henares, organizado por la genial poeta Sofía Winter. Me acompaña Alex Tj a la guitarra. El vídeo, grabado por Eric Sanabria, ha sido editado por Javier Lozano y se encuentra en el canal de Youtube que comparte conmigo: La Canción Vagabunda.
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Si os ha gustado el poema que recito, “Ícaro”, aprovecho este momento para confesaros que forma parte de mi segundo poemario, Mi nombre de agua, que verá la luz este año… ¡Os mantendré informados!
Muchas gracias por leerme y disculpad mi ausencia. ¡No me abandonéis! En julio estaré de vuelta con mucha fuerza. Por ahora, me despido…