Homenaje poético a los 90 años de Leonor Machado

El momento más emotivo del acto: Leonor Machado recitando poemas de su padre y tíos: Manuel, Antonio y Francisco
El momento más emotivo del acto: Leonor Machado recitando poemas de su padre y tíos: Manuel, Antonio y Francisco

“Estos días azules y este sol de la infancia”, fueron las últimas palabras escritas por Antonio Machado, halladas en el bolsillo de su traje tras su fallecimiento en el exilio francés, en 1939. Hoy aquellos días azules machadianos permanecen reflejados en los iris de su sobrina Leonor, que el pasado tres de septiembre cumplió 90 años. Leonor, hija de Francisco, el hermano menor de Antonio, fue bautizada así en memoria del primer gran amor de su tío, que falleció poco después de casarse con él: la niña enferma que se escondía tras los vulnerables y esperanzados versos de “A un olmo seco”, Leonor Izquierdo.

Aquel olmo, o niña, no terminó de ver brotar sus hojas. Pero sí lo hizo la que heredó su nombre: Leonor Machado, que concentra en su persona –y en sus ojos de azules machadianos- la sensibilidad poética de sus tíos y padre. Porque si Manuel y Antonio, los dos hermanos mayores, son reconocidos a día de hoy como dos grandes figuras de la literatura española, Francisco, el menor, tampoco se quedó atrás en cuanto a calidad literaria. Aunque no se dedicó por completo a la escritura, como Manuel y Antonio, escribió bastante poesía que durante muchos años permaneció en el olvido. Por suerte, últimamente se ha empezado a difundir y a valorar como es debido. Es recomendable, en este sentido, la Obra escogida de Francisco Machado publicada por Ediciones de la Torre en 2013.

El pasado jueves 11 de septiembre, tuve el privilegio de coordinar el homenaje íntimo por el 90º cumpleaños de Leonor en el pabellón de cristal del madrileño Café del Espejo. El periódico El País se hizo eco del acontecimiento, en el que estuvieron presentes una cincuentena de personas. Como no podía ser de otra forma, el acto se desarrolló en forma de recital poético. Durante la primera parte, siete poetas de entre 24 y 26 años –Guillermo Pavón, Eric Sanabria, Fernando Antequera, Óscar Sejas, Rosalba Torrijos, Luis Cano, Alberto Guirao y quien esto escribe- salimos a recitar poemas de los tres hermanos Machado y también versos propios. Y es que la poesía joven le debe mucho a los Machado, que consiguen bucear en todos los corazones sin importar la edad, la condición o la época en la que se sitúen los lectores. En pleno 2014, continuamos sintiendo escalofríos ante el ingenio decadentista de Manuel, la hondura y sinceridad de Antonio y la entrañable melancolía de Francisco.

Momentos previos al acto. Los poetas Eric Sanabria y Fernando Antequera, y el hermano del primero, Jaime
Momentos previos al acto. Los poetas Eric Sanabria y Fernando Antequera, y el hermano del primero, Jaime
El poeta Guillermo Pavón
Guillermo Pavón recitando
El poeta Fernando Antequera recitando
Fernando Antequera recitando
Óscar Sejas recitando
Óscar Sejas recitando
Rosalba Torrijos recitando
Rosalba Torrijos recitando
Luis Cano recitando
Luis Cano recitando
Alberto Guirao recitando
Alberto Guirao recitando
Marina Casado recitando
Marina Casado recitando

En la segunda parte del acto, amigos de Leonor se levantaron para ponerle voz a conocidos poemas machadianos. Allí estuvieron el músico Unai Gutiérrez Calvo, José Manuel Delgado, Secretario de la Fundación Amigos de la Biblioteca Nacional de España; el escritor Carlos Mora, el catedrático y docente Fernando Carratalá; el poeta y editor Jesús García Moreno y José María de la Torre, fundador y director de Ediciones de la Torre.

A continuación, Leonor dio las gracias, visiblemente emocionada, y concluyó leyendo tres poemas de Manuel, Antonio y Francisco Machado, respectivamente. Leonor había disfrutado con todos los poemas que se recitaron durante la velada, murmurando entre dientes los versos que conocía de memoria, en esa memoria en la que se atesoran, como luceros antiguos, tantos recuerdos que hoy podrían considerarse parte viva de la historia de la poesía española.

El emotivo homenaje concluyó con unas palabras de Manuel Álvarez Machado, hijo de Leonor, en las que describió las más recientes investigaciones de la Revista Machadiana. Por último, Carlos, sobrino de Leonor, recitó las palabras con las que comenzaba esta crónica: “Estos días azules y este sol de la infancia”.

Manuel Álvarez Machado
Manuel Álvarez Machado
Al finalizar el acto, Marina Casado y Leonor Machado
Al finalizar el acto, Marina Casado y Leonor Machado

El espíritu de Velintonia

Recuerdo siempre la cordialidad, la simpatía con que Aleixandre me acogió. No sabía yo como él, regulando su jornada de manera precisa e invariable, dedicaba al reposo, para atender a su salud, las horas en que yo, sin previo aviso, había irrumpido con mi visita. Que rompiera su reposo para recibirme fue ya una gran gentileza. Era en su casa tan recogida y silenciosa, entre los árboles del Parque Metropolitano. En el salón, donde me habían hecho pasar, mientras anunciaban mi nombre, apareció un mozo alto, corpulento, rubicundo, de cuya benevolencia amistosa daban pruebas, ambas sonrientes, la entonación de su voz y la mirada de sus ojos azules.

(“Vicente Aleixandre”, Luis Cernuda)

Vicente Aleixandre y Luis Cernuda en 1927
Vicente Aleixandre y Luis Cernuda en 1927

Así describe Luis Cernuda su primer encuentro con su compañero de generación, Vicente Aleixandre (1898-1984), en 1927. Por supuesto, como telón de fondo aparece su célebre casa de la calle Wellington, número 3 –que después pasaría a llamarse calle Velintonia y más tarde, para desdicha del poeta, calle de Vicente Aleixandre-, situada en la zona de Metropolitano, en Madrid. Aquella casa, a la que Aleixandre y su familia se mudaron, precisamente, en 1927, resultó desde entonces inherente a su persona. Aleixandre era muy delicado de salud, por lo que salía poco y prefería recibir las visitas en su casa, que pronto comenzó a ser frecuentada por Cernuda, García Lorca, Gerardo Diego y el resto de poetas de la legendaria Generación del 27. Miguel Hernández, más joven que todos ellos, se convirtió en un incondicional. Mientras Lorca o Cernuda le daban la espalda, el bondadoso Aleixandre no solo le abrió las puertas de su casa, sino también las de su corazón, convirtiéndolo en uno de sus amigos más cercanos. Fue él quien veló por la publicación de gran parte de su legado después de morir Hernández en la cárcel como prisionero de guerra, en 1942.

Durante la Guerra Civil, la casa de la calle Velintonia sufrió el impacto de algún bombardeo, quedando destruidos los fondos de la biblioteca. Aleixandre fue uno de los pocos de la Generación del 27 que no marchó al exilio, no porque estuviera conforme con el nuevo régimen franquista, sino, sobre todo, por su delicada salud, que le obligaba a llevar una vida de reposo. Su obra Sombra del paraíso, publicada en 1944, se enmarca dentro de la corriente que Dámaso Alonso definió como “poesía desarraigada”, que ahonda en la angustia vital y la perspectiva existencialista, provocadas por la experiencia traumática de la guerra. Dámaso fue autor de otra obra situada en esta corriente, Hijos de la ira, publicada en el mismo año.

Jardín de Vicente Aleixandre.Medardo Fraile, Claudio Rodríguez, Carlos Bousoño, José Hierro, Vicente Aleixandre y Concha Lagos
Jardín de Vicente Aleixandre.Medardo Fraile, Claudio Rodríguez, Carlos Bousoño, José Hierro, Vicente Aleixandre y Concha Lagos

Ausentes la mayoría de los del 27, la casa de Velintonia se convirtió en lugar de reunión para los jóvenes poetas que contemplaban a Aleixandre como un maestro. Escritores de la talla de  Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, José Manuel Caballero Bonald, José Hierro, Carlos Bousoño, Francisco Brines, Vicente Molina Foix, Luis Antonio de Villena, José Luis Cano; aún se pasean en el recuerdo por los jardines y los elegantes pasillos que una vez habitara la sonrisa amable de Vicente.

Tras la muerte de su hermana, Conchita Aleixandre, última habitante de la casa después del fallecimiento del poeta, esta quedó en un lamentable estado de abandono. A pesar de tratarse del hogar de un Premio Nobel –Aleixandre recibió este galardón en 1977- y de un lugar de reunión para varias generaciones de escritores y artistas, las administraciones públicas nunca han demostrado demasiado interés por comprarlo y convertirlo en un centro cultural o poético, como se haría en cualquier país civilizado. Por su parte, algunos herederos exigen precios desorbitados a las administraciones, alegando su valor histórico. Las administraciones esgrimen la vergonzosa excusa de que la casa ya no está amueblada. Ahora, este vano tejemaneje parece que ha terminado: los herederos han puesto a la venta el edificio, cuyo triste fin podría ser la demolición. El tiempo se agota y ningún mesías aparece para salvar a la poesía. La Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre, presidida por Alejandro Sanz, reivindica la memoria del poeta que persiste en su casa, y lucha para que esta pueda reconvertirse en una Casa de la Poesía. Sin embargo, las administraciones públicas permanecen escalofriantemente indiferentes.

Casa de Vicente Aleixandre contemplada desde el jardín
Casa de Vicente Aleixandre contemplada desde el jardín
Vicente Aleixandre en su salón, años ochenta
Vicente Aleixandre en su salón, años ochenta

En cualquier país europeo a excepción de España –país donde sólo el fútbol goza de privilegios y valoración social– considerarían una aberración la posibilidad de demoler la casa de un Premio Nobel, por muy desamueblada que esté. Siento una terrible impotencia  ante esta situación, en la que políticos tanto de derechas como de izquierdas han vuelto la cara.

El pasado viernes, asistí a la presentación del libro que acaba de publicar La Revista Áurea, de Miguel Losada, coordinado por Alejandro Sanz. Se titula Entre dos oscuridades, el relámpago, y en él escriben poetas como Caballero Bonald, Javier Lostalé, Luis Eduardo Aute, Pere Gimferrer o Vicente Molina Foix. Encontramos, además, un poema del ya fallecido José Luis Cano y un inédito del propio Aleixandre, “La vida”, que comienza así:

No te quejes de que los hombres sufran.

No te quejes, al despertar, de que todos los hombres sufran,

de que el dolor del mundo esté en las palmas de las manos,

mientras las plumas suaves vuelan libres, lejanas.

Manuscrito de "La vida", un inédito de Vicente Aleixandre de los años treinta (Archivo de Alejandro Sanz)
Manuscrito de «La vida», un inédito de Vicente Aleixandre de los años treinta (Archivo de Alejandro Sanz)

El acto se desarrolló en el jardín de la casa de Velintonia, junto al hermoso cedro plantado por el poeta en los años veinte. La voz serena de Aleixandre, recitando, invocó el silencio de los doscientos asistentes y despertó temblores en las pupilas. El crepúsculo dio paso a la noche, una noche de verano precoz, que suspiraba brisa de la sierra cercana. Faltaron Caballero Bonald y Clara Janés, pero resultaron emocionantes los poemas recitados por Fernando Delgado, Molina Foix o Lostalé. Fue una velada mágica de poesía y de música, con el cantautor Luis Eduardo Aute interpretando tres canciones a modo de colofón final. Y la luna llena, sonriente como el rostro ovalado de Aleixandre, nos alumbraba.

Luis Eduardo Aute cantando en el jardín de la casa de Velintonia 3. Foto de El País
Luis Eduardo Aute cantando en el jardín de la casa de Velintonia 3. Foto de El País

Al terminar el acto, se nos ofreció la posibilidad de visitar la casa por dentro. Por primera, vez, crucé la puerta verde que tantas veces se había abierto en mi imaginación y en todos los libros de memorias y biografías que he leído. Nuestro guía, Alejandro Sanz, tenía que conducirnos con una linterna, porque solo algunas salas disponían de luz eléctrica. Las habitaciones, inmensas y vacías, con largas paredes verdes, descansaban en medio de un silencio en penumbra. Sin embargo, no tuve la sensación de hallarme en un lugar deshabitado, sino temporalmente en reformas. Parecía que la esquina más inesperada daría paso a una estancia donde encontraría a Aleixandre, repantigado en un sillón de oreja, flanqueado por Lorca, que reiría mientras contaba algo con su gracia granadina, y por Cernuda, armado de una sonrisa diminuta y prudente. La calidez que debió de existir no se había extinguido del todo. Desde el ventanal del salón de la planta baja, se adivinaba la luna llena alumbrando el jardín ahora asilvestrado. Me imaginé a Aleixandre allí parado, contemplándolo, y volviéndose hacia mí con una sonrisa acogedora. Y me sentí un poco más poeta porque, como tantos otros antes que yo, por fin había visitado la Casa de la Poesía, aunque fuera en las desérticas condiciones impuestas por el deshumanizado siglo XXI…

Calle de Vicente Aleixandre, número 3
Calle de Vicente Aleixandre, número 3

«Los despertares» en la Feria del Libro de Madrid

Firmando "Los despertares" en la Feria del Libro de Madrid 2014
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2014

Cada primavera, he pasado por la Feria del Libro de Madrid, instalada en el Parque del Retiro, preguntándome qué se sentiría al estar dentro de la caseta, firmando libros. Este año, con motivo de la publicación de mi primer poemario, Los despertares, al fin lo he podido averiguar. Los días 1 y 2 de junio estuve firmando ejemplares del libro en la caseta de Ediciones de la Torre, la número 228.

Lo cierto es que no me esperaba estar tan arropada. Fueron unas horas de reencuentros y emociones. Vinieron amigos y también otras personas a las que no veía desde hacía mucho y recordaba con cariño. Mejor que publicar un primer poemario es comprobar que hay tanta gente que me aprecia y que confía en mi obra, y que me apoya…

Gracias a mi editor, José María de la Torre, y a Lucía, que trabaja con tanta ilusión. Gracias a Iván, Almudena, Jelen, Gemma, David, Alexia, Juli, Luis, Paula, Sandra, Eric, Marta, Julia, Rob, Eva, Alberto, Alba, Fátima, Carlos, Irene, María, Lidia, Fer y Guille. Y a todos los que compraron un ejemplar sin conocerme, dando un voto de fe a una poeta principiante como yo. Y a aquellos que quisieran haber estado y finalmente no pudieron, pero no dejan de apoyarme desde el principio y de creer en mi poesía.

Firmando "Los despertares" en la Feria del Libro de Madrid 2014. Con el escritor Carlos Mora
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2014. Con el escritor Carlos Mora
Firmando "Los despertares" en la Feria del Libro de Madrid 2014
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2014
Firmando "Los despertares" en la Feria del Libro de Madrid 2014
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2014
Firmando "Los despertares" en la Feria del Libro de Madrid 2014
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2014
Firmando "Los despertares" en la Feria del Libro de Madrid 2014
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2014
Firmando "Los despertares" en la Feria del Libro de Madrid 2014
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2014
Firmando "Los despertares" en la Feria del Libro de Madrid 2014
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2014

Para los que deseen hacerse con un ejemplar de Los despertares, podéis encontrarlo en la Feria del Libro hasta el 15 de junio, en la caseta de Ediciones de la Torre, número 228. También podéis comprarlo por Internet pinchando aquí.

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Aprovecho para anunciar que el día 17 de junio, a las 20:30 horas, tendrá lugar la presentación oficial de Los despertares en el pabellón de cristal del Café del Espejo de Madrid (Paseo de Recoletos, nº 31), con entrada gratuita. Leeremos poemas, hablaremos de literatura y tendremos ocasión de vernos y tomar algo todos juntos… en un ambiente de lo más modernista y finisecular. ¡Animaos! 

Mi primer poemario: «Los despertares»

La insigne gata Luna presentando mi primer poemario
La insigne gata Luna presentando, muy seria, mi primer poemario

La muerte metafórica de la Bella Durmiente constituye el nacimiento de esa Alicia que ha olvidado la forma y el color de sus sueños, que no espera un Beso de Amor porque prefiere coleccionar muchos besos y regalarlos al primer mendigo de lunas con el que se cruce, quizá para tratar de justificar por qué el Único, el Verdadero, nunca se produjo. Alicia no quiere volver a soñar cien años, esperando; se resiste a escapar cruzando al otro lado del Espejo. Alicia, dormida, volvería a ser la Bella Durmiente, a viajar por las tierras imposibles del País de las Maravillas.

Tengo el placer de anunciaros la inminente aparición de Los despertares, mi primer poemario, publicado por Ediciones de la Torre. Se compone de dos partes, «Soledades de la Bella Durmiente» y «Retornos del Espejo», integradas por poemas escritos entre 2008 y 2012. Los posos de una adolescencia tardía, la melancolía de un amor platónico, imposible; los primeros pasos por el mar inabarcable de la madurez. Todo reflejado, vaciado, en versos, en palabras, en sangre lírica. Escribir ha sido siempre mi propia escapatoria, por lo que mi poesía también es un trocito de mí.

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FECHAS IMPORTANTES:

-DOMINGO 1 DE JUNIO: Sale a la venta Los despertares. Estaré firmando ejemplares en la Feria del Libro de Madrid, de 12:00 a 14:30 horas, en la caseta de Ediciones de la Torre (nº 228).

-LUNES 2 DE JUNIO: A las 18:00 h., en la biblioteca Eugenio Trías -situada en la antigua Casa de Fieras del Retiro-, tendrá lugar una presentación conjunta de las obras de tres autores de Ediciones de la Torre: Ch. Abada, Maite García-Nieto y quien esto escribe. Al finalizar, estaré firmando ejemplares en la Feria del Libro, en la caseta 228.

PRESENTACIÓN OFICIAL DEL LIBRO: Aún no tiene fecha, pero será a lo largo del mes de junio. Próximamente, daré más detalles.

Octavio Paz a través de Luis Cernuda

Fue en esa casa de cortinajes de sedas espesas donde llegó una tarde una carta de Cernuda dirigida a Paz. La carta venía de Londres, era tímida, hablaba de la niebla, la pobreza y la soledad. ¡Si pudiera ir a México! (Elena Garro, “No me gusta hablar de Luis Cernuda”, Nueva Estafeta, 1979)

Así recordaba Elena Garro, esposa del poeta Octavio Paz, la llegada de una carta de Luis Cernuda a su marido cuando este era un joven poeta mexicano en quien, sin embargo, el sevillano había depositado toda su confianza, enviándole el manuscrito de su poemario Como quien espera el alba para que hiciera las gestiones necesarias para su publicación.  El poemario sería publicado en 1947 por la editorial argentina Losada, nueve años más tarde de que Luis Cernuda y Octavio Paz se conocieran en Valencia, aún en plena Guerra Civil española.

En 1949, siendo ya un exiliado, Cernuda viaja por primera vez a México, país del que dijo: “En México el pasado es pasado para los extraños: no para el mexicano, y menos para el indio; para éstos es una actitud presente. En México la gente no recuerda el pasado: lo vive y hasta da la impresión de que lo proyecta como una posibilidad de futuro”. México se convertiría en la patria sustituta para Cernuda, quien, durante sus estancias en Europa y Estados Unidos, había extrañado terriblemente el sol de España. Octavio Paz, junto a otros escritores mexicanos como Alfonso Reyes, ayudó a Cernuda a obtener un permiso de residencia en México. Gracias a su mediación, Cernuda conseguiría una beca para escribir los ensayos que compondrían los Estudios sobre poesía española.

El poeta Luis Cernuda en su exilio mexicano
El poeta Luis Cernuda en su exilio mexicano

Hoy, cuando se cumplen 100 años del nacimiento de Octavio Paz, se me vienen a la cabeza aquellas anécdotas leídas en artículos y biografías sobre su amistad con Cernuda: las tertulias, los encuentros, las emotivas cartas. También aparecen, en mis recuerdos literarios, las figuras de Elena Garro y de su hija, Helenita –ambas también escritoras-, en alguna playa mexicana, conversando con Cernuda de literatura bajo el sol dorado de México. Leo con asombro que, justo ayer, fallecía Helena Paz Garro en Cuernavaca, México, a los 74 años. Una frase del artículo me llama especialmente la atención: “Dejó este mundo tranquila tras asegurar que había aprendido a perdonar el abandono de su padre y había gozado plenamente la cercanía con su madre, a quien consideraba su mejor amiga”.

Las escritoras Elena Garro y Helena Paz Garro
Las escritoras Elena Garro y Helena Paz Garro

Sin entrar en su vida personal, es Paz un poeta que merece la pena estudiar, en cuya poesía estoy profundizando de un tiempo a esta parte, sorprendiéndome los mundos surgidos en sus versos, las imágenes mágicas y centelleantes que escapan de sus poemas, su exquisita sensibilidad para captar los detalles, para acariciar las esencias de las cosas y de las personas que no se contemplan de un primer vistazo. Mágico me pareció, cuando lo leí, su poema “Luis Cernuda”, escrito tras la muerte del sevillano. No había leído nada, por entonces, del que fue merecidamente Premio Nobel de Literatura en 1990. No pude evitar continuar con otra obra suya que cayó en mis manos: Libertad bajo palabra, de la que me conmovió especialmente su poema “Espejo”. Más tarde, me deleité con las intensas prosas -¡tan cernudianas!- de El Mono Gramático y, ahora, me hallo enfrascada en la lectura de Vuelta, una de sus últimas obras.

El poeta Octavio Paz
El poeta Octavio Paz

Fue mi pasión cernudiana la que, una vez más, me condujo al descubrimiento de un nuevo poeta. Por ello, quiero aquí transcribir el poema con el que conocí a Paz:

LUIS CERNUDA (1902-1963)

Ni cisne andaluz

ni pájaro de lujo

Pájaro por las alas

hombre por la tristeza

Una mitad de luz Otra de sombra

No separadas: confundidas

una sola substancia

Vibración que se despliega en transparencia

Piedra de luna

más agua que piedra

Río taciturno

más palabra que río

Árbol por solitario

hombre por la palabra

Verdad y error

una sola verdad

una sola palabra mortal

Ciudades

humo petrificado

patrias ajenas siempre

sombras de hombres

En un cuarto perdido

inmaculada la camisa única

correcto y desesperado

escribe el poeta las palabras prohibidas

signos entrelazados en una página

vasta de pronto como lecho de mar

abrazo de los cuatro elementos

constelación del deseo y de la muerte

fija en el cielo cambiante del lenguaje

como el dibujo obscenamente puro

ardiendo en la pared decrépita

Días como nubes perdidas

islas sepultas en un pecho

placer

ola jaguar y calavera

Dos ojos fijos en dos ojos

ídolos

siempre los mismos ojos

Soledad

única madre de los hombres

¿sólo es real el deseo?

Uñas que desgarran una sombra

labios que beben muerte en un cuerpo

ese cadáver descubierto al alba

en nuestro lecho ¿es real?

Deseada

la realidad se desea

se inventa un cuerpo de centella

se desdobla y se mira

sus mil ojos

la pulen como mil manos fanáticas

Quiere salir de sí

arder

en un cuarto en el fondo de un cráter

y ser bajo dos ojos fijos

ceniza piedra congelada

Con letra clara el poeta escribe

sus verdades oscuras

Sus palabras

no son un monumento público

ni la Guía del camino recto

Nacieron del silencio

se abren sobre tallos de silencio

las contemplamos en silencio

Verdad y error

una sola verdad

Realidad y deseo

una sola substancia

resuelta en manantial de transparencias

(Octavio Paz, Días hábiles)