Jim Morrison: a los 45 años de su muerte

En la madrugada del 3 de julio de 1971, una estrella fugaz llamada Jim Morrison moría en una bañera de París, víctima de sobredosis. Eso nos dice la versión oficial. Alrededor de ella pululan, como elementos propios de novela negra, una novia heroinómana, histérica y controladora; un camello, miembro de la nobleza en decadencia, que era amante de la novia -además de ser la persona que suministró la dosis de droga mortal a otra gran estrella: Janis Joplin-; una amenaza de cárcel desde América; un médico con un historial un tanto turbio que fue el único, además de la novia, que vio el cadáver de Morrison…

La leyenda que gira en torno a la muerte del cantante de The Doors se halla envuelta de una complejidad que roza lo lírico. Por detrás del icono sexual en decadencia se ocultaba un poeta heredero de las enseñanzas suicidas de Rimbaud: una figura que me ha fascinado desde siempre.

En mi primer poemario, Los despertares, Morrison ya aparecía conversando con Alicia, tomando el té con el Sombrerero Loco y la Liebre de Marzo. En mi segunda obra, Mi nombre de agua, no podía menos que dedicarle un poema, que es el que a continuación reproduzco:

2014-12-23-jimmorrisonhuffington
Jim Morrison en 1970

Jim Morrison

Te busco en la otra orilla,
a la que todavía no he cruzado.
Y tú en el escenario, como una mancha aguda
de heliotropos sanguinolentos.
Y tú como una sombra,
como una noche negra que persigue su fin,
viajando a la deriva en tu navío de cristal;
asesinando una botella
con tus ojos ensoñadores
del color de diciembre.

Me miras desde camisetas desteñidas
que se sumergen en el metro,
que no entienden de amaneceres en ruinas
mezclados con alcohol y con cabellos rojos;
me miras,
pero no basta con mirar el mundo:
hay que agitarlo violentamente hasta que estalle,
hasta que se desate el trueno,
porque ninguna historia acaba
si no es con la tormenta.

Te busco en la otra orilla.
Al fin he comprendido lo que tú pensaste:
que todos los futuros viven al fondo
de una bañera en la que naufragar a medias,
morir solo una pizca, rendirse y resistir
desde lo alto o desde aquellas galerías
de inframundos cansados de esperarte.

Miro la noche
sin agitarla
y en azoteas de papel maché
refulgen unas notas de tu color chamánico y obsceno;
bailan las madrugadas como inframundos dóciles
que acariciaras con tu voz; sueñan desde la lluvia
multitud de mujeres de rostros arrugados
como la máscara implacable
de aquel viejo piel roja
que se quedó a vivir en tus mejillas.

La misma sangre muerta
que ascendía despacio por tus huesos
y te ahogaba en Venice
y te llenaba de gaviotas el esófago
me amenaza con desbordarse
desde edificios monolíticos
y terrones de azúcar
flotando por la tierra de soledades de café
que habitó en tus cabellos.

No teñiré de rojo mi melena
en una vaga crisis de sonambulismo
para esperar a medias esa muerte truncada
donde se acuna tu recuerdo.
No llamaré a Rimbaud para hacer de mi vida,
de esta vida, una llaga de lluvia
en este mundo estremecido
por la radiografía del relámpago.
Soy la vulgar espectadora
en el cine angustiado de tus versos:
soy quien te olvidará día tras día
mientras invoca la tormenta.

Marina Casado, Mi nombre de agua (Madrid: Ediciones de la Torre, 2016)

Feria del Libro de Madrid’16

¡¡Al fin llega el momento de revelarlo!! He aquí mi nuevo poemario, ¡y estaré en la Feria del Libro de Madrid! Ya os contaré acerca de él más adelante, cuando las oposiciones me lo permitan. Mientras tanto, ¿nos vemos en la Feria?

frimas feria

Nueva reseña de «Los despertares»

Portada Despertares
Portada del poemario «Los despertares» (Ediciones de la Torre, 2014)

En los últimos días, me han pasado muchas cosas -literariamente hablando-, que os contaré en cuanto mi prisión opositoril me conceda un rato de descanso. Comenzaré diciendo que ya está en venta mi segundo poemario, pero me reservo la información para una siguiente entrada.

Y con mi segundo poemario a la venta, me ha llegado esta mañana una preciosa reseña del primero, Los despertares, escrita por Javier Gallego. Me han sorprendido la agudeza y el acierto en sus análisis; creo que ha captado a la perfección la esencia del libro.

Aquí os dejo un fragmento, para que os entren más ganas de seguir leyendo…

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Una de las características principales del estilo de Marina Casado es la narratividad inmersa en su poética, la creación de un personaje protagonista, aún cuando vaya mutando de la Bella Durmiente a Alicia. La revisitación de mitos infantiles, como la Bella Durmiente, las princesas, los muñecos y los cuentos es, en cierta manera, una evocación y actualización del Modernismo, pero también una especie de perversión de esas imágenes, despojándolas de la cursilería para contrastar con la realidad que hay detrás., jugando con la ambigüedad de lo tópico propio de la posmodernidad..

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Homenaje poético a los 90 años de Leonor Machado

El momento más emotivo del acto: Leonor Machado recitando poemas de su padre y tíos: Manuel, Antonio y Francisco
El momento más emotivo del acto: Leonor Machado recitando poemas de su padre y tíos: Manuel, Antonio y Francisco

“Estos días azules y este sol de la infancia”, fueron las últimas palabras escritas por Antonio Machado, halladas en el bolsillo de su traje tras su fallecimiento en el exilio francés, en 1939. Hoy aquellos días azules machadianos permanecen reflejados en los iris de su sobrina Leonor, que el pasado tres de septiembre cumplió 90 años. Leonor, hija de Francisco, el hermano menor de Antonio, fue bautizada así en memoria del primer gran amor de su tío, que falleció poco después de casarse con él: la niña enferma que se escondía tras los vulnerables y esperanzados versos de “A un olmo seco”, Leonor Izquierdo.

Aquel olmo, o niña, no terminó de ver brotar sus hojas. Pero sí lo hizo la que heredó su nombre: Leonor Machado, que concentra en su persona –y en sus ojos de azules machadianos- la sensibilidad poética de sus tíos y padre. Porque si Manuel y Antonio, los dos hermanos mayores, son reconocidos a día de hoy como dos grandes figuras de la literatura española, Francisco, el menor, tampoco se quedó atrás en cuanto a calidad literaria. Aunque no se dedicó por completo a la escritura, como Manuel y Antonio, escribió bastante poesía que durante muchos años permaneció en el olvido. Por suerte, últimamente se ha empezado a difundir y a valorar como es debido. Es recomendable, en este sentido, la Obra escogida de Francisco Machado publicada por Ediciones de la Torre en 2013.

El pasado jueves 11 de septiembre, tuve el privilegio de coordinar el homenaje íntimo por el 90º cumpleaños de Leonor en el pabellón de cristal del madrileño Café del Espejo. El periódico El País se hizo eco del acontecimiento, en el que estuvieron presentes una cincuentena de personas. Como no podía ser de otra forma, el acto se desarrolló en forma de recital poético. Durante la primera parte, siete poetas de entre 24 y 26 años –Guillermo Pavón, Eric Sanabria, Fernando Antequera, Óscar Sejas, Rosalba Torrijos, Luis Cano, Alberto Guirao y quien esto escribe- salimos a recitar poemas de los tres hermanos Machado y también versos propios. Y es que la poesía joven le debe mucho a los Machado, que consiguen bucear en todos los corazones sin importar la edad, la condición o la época en la que se sitúen los lectores. En pleno 2014, continuamos sintiendo escalofríos ante el ingenio decadentista de Manuel, la hondura y sinceridad de Antonio y la entrañable melancolía de Francisco.

Momentos previos al acto. Los poetas Eric Sanabria y Fernando Antequera, y el hermano del primero, Jaime
Momentos previos al acto. Los poetas Eric Sanabria y Fernando Antequera, y el hermano del primero, Jaime
El poeta Guillermo Pavón
Guillermo Pavón recitando
El poeta Fernando Antequera recitando
Fernando Antequera recitando
Óscar Sejas recitando
Óscar Sejas recitando
Rosalba Torrijos recitando
Rosalba Torrijos recitando
Luis Cano recitando
Luis Cano recitando
Alberto Guirao recitando
Alberto Guirao recitando
Marina Casado recitando
Marina Casado recitando

En la segunda parte del acto, amigos de Leonor se levantaron para ponerle voz a conocidos poemas machadianos. Allí estuvieron el músico Unai Gutiérrez Calvo, José Manuel Delgado, Secretario de la Fundación Amigos de la Biblioteca Nacional de España; el escritor Carlos Mora, el catedrático y docente Fernando Carratalá; el poeta y editor Jesús García Moreno y José María de la Torre, fundador y director de Ediciones de la Torre.

A continuación, Leonor dio las gracias, visiblemente emocionada, y concluyó leyendo tres poemas de Manuel, Antonio y Francisco Machado, respectivamente. Leonor había disfrutado con todos los poemas que se recitaron durante la velada, murmurando entre dientes los versos que conocía de memoria, en esa memoria en la que se atesoran, como luceros antiguos, tantos recuerdos que hoy podrían considerarse parte viva de la historia de la poesía española.

El emotivo homenaje concluyó con unas palabras de Manuel Álvarez Machado, hijo de Leonor, en las que describió las más recientes investigaciones de la Revista Machadiana. Por último, Carlos, sobrino de Leonor, recitó las palabras con las que comenzaba esta crónica: “Estos días azules y este sol de la infancia”.

Manuel Álvarez Machado
Manuel Álvarez Machado
Al finalizar el acto, Marina Casado y Leonor Machado
Al finalizar el acto, Marina Casado y Leonor Machado