Todos mis artículos sobre Luis Cernuda

El poeta Luis Cernuda en 1928
El poeta Luis Cernuda en 1928

Aprovechando que las redes están que arden con Luis Cernuda por ser el 50º aniversario de su muerte -que ya podía haber pasado lo mismo con el 110º aniversario de su nacimiento, que fue el año pasado…- he decidido dejar otra recopilación de artículos, esta vez, escritos por mí, en torno a su persona y a su obra.

Literarios:

Retorno a Sansueña (10 de julio de 2012)

Los ojos negros (30 de julio de 2012)

Veintiuno de septiembre (21 de septiembre de 2012)

Académicos:

Primera visión de Luis Cernuda (21 de septiembre de 2011)

En favor de Luis Cernuda (5 de noviembre de 2011)

Oír campanas (17 de enero de 2012)

Sólo frente a la sombra del tiempo (21 de septiembre de 2012)

Un tango para Luis Cernuda (21 de septiembre de 2013)

La muerte es la victoria (5 de noviembre de 2013)

La muerte es la victoria

Cuenta Antonio Rivero Taravillo en su excelente biografía que, en abril de 1963, Luis Cernuda –profesor en el departamento de español de la Universidad de Los Ángeles- rechaza una propuesta de ir a Europa a dar unas conferencias, con la siguiente justificación: “Francamente: no tengo ánimos. Estoy aburrido y harto. Probablemente ya he vivido demasiado y no debo sino respaldarme en lo conocido y familiar. Cobardía sin duda”.

Palabras que podrían atribuirse a una persona de ochenta años y que resultan extrañas en alguien que no cumpliría los 61 hasta septiembre de ese año. Pero Cernuda llevaba ya mucho tiempo pensando que “había vivido demasiado”.

Lo “conocido y familiar” era México, donde había descubierto un refugio de sol y de vida en medio de su largo exilio, que comenzara en el año de 1938. En México conoció a Salvador Alighieri, su último amor, el joven destinatario de los “Poemas para un cuerpo” –aunque él no llegó a saber del amor de Cernuda hasta muchos años después de muerto éste-; en México residía mientras no tuviera que ausentarse para dar clases en la universidad o conferencias. Concretamente, sus últimos meses de vida transcurrieron en Coyoacán, en el número 11 de la calle Tres Cruces, en la casa donde vivía la poeta, también exiliada española, Concha Méndez, junto a su hija Paloma Altolaguirre, al marido de ésta, Manuel Ulacia, y a los hijos del matrimonio, Manuel, Paloma –llamada “Manona” cariñosamente- y Luis-, a quienes Cernuda quería como si fueran sus propios nietos.

Luis Cernuda en sus últimos años
Luis Cernuda en sus últimos años

El poeta disponía de una habitación propia en la casa, que había decorado sobriamente y con estilo monacal, donde pasaba las horas encerrado, escribiendo o leyendo. La familia de Concha Méndez lo había “adoptado” a pesar de sus rarezas y sus manías insoportables para una pacífica convivencia. El habitual mal humor de Cernuda se había ido ensombreciendo con el paso de los años, al percatarse de que, finalmente, no había logrado ese amor puro e imperecedero que, paradójicamente, constituía el centro de todo su universo. “El amor mueve el mundo”, había escrito muy joven, a los veintitrés, y casi cuarenta años más tarde seguía pensando lo mismo. Sin el amor, la vida perdía su sentido. Sus experiencias amorosas habían sido un fracaso tras otro, con la dificultad añadida de su condición homosexual. Desde el prisma de su pesimismo, esto adquiría valores estratosféricos, y a los 60 años la frustración existencial lo dominaba: su corazón continuaba ardiendo, enamorándose, pero su cuerpo era el de un hombre mayor. Además, sólo se sentía atraído por la belleza de la juventud. Este claro desfase entre la realidad y sus deseos lo torturaba, haciéndolo lamentarse a menudo de estar vivo. Tanto es así que, en los últimos tiempos, a pesar de que su cuerpo comenzó a enviarle señales de que algo marchaba mal, se negaba a ir al médico y a someterse a revisiones o cualquier tipo de tratamiento.

Luis Cernuda falleció de un infarto la mañana del 5 de noviembre de 1963, hace hoy 50 años. Lo encontró Paloma Altolaguirre tirado en el suelo cuando llevaba dos horas muerto. El entierro tuvo lugar el 6 de noviembre, en el Panteón Jardín. Su tumba se ubicó –no se sabe si por expreso deseo suyo- junto a la del también poeta español Emilio Prados, fallecido unos meses antes y de quien Cernuda había estado enamorado un tiempo, antes de exiliarse de España. El rechazo de Prados, que nunca pudo considerarlo más que un amigo, fue alimentando en Cernuda un progresivo rencor que no abandonó en sus últimos años de vida, cuando ambos residían en México. Cernuda acabó no consintiendo ver a Prados. El hecho de que, finalmente, sus lápidas se encuentren una junto a la otra, nos hace preguntarnos si sería verdad, como anunció la prensa, que había sido el último deseo del poeta sevillano. Tal vez, presintiendo su final, el rencor y los malos sentimientos se convirtieron en ternura y en necesidad de perdonar. En necesidad de calor. Como él mismo expresó en sus versos: “por miedo de irnos solos a la sombra del tiempo”.

Emilio Prados, José Moreno Villa y Luis Cernuda en la década de los 50
Emilio Prados, José Moreno Villa y Luis Cernuda en los cincuenta

El año pasado escribí un artículo titulado precisamente  “Solo frente a la sombra del tiempo”, en el que retomo mi apasionada defensa por la figura de Luis Cernuda como persona, más allá del plano poético, ante los ataques y acusaciones que escritores y críticos le dedican con abundancia. “Cernuda era mala persona”. La consabida frase para justificar las injusticias o acciones absurdas llevadas a cabo por él. No “mala persona”: Cernuda fue una persona tremendamente equivocada, intensamente pesimista y con una necesidad angustiosa y desesperante de cariño. Rencor, retorcimiento y despecho son solo consecuencias derivadas de esos factores.

Cernuda fue un caso extraño: temía más a la vida que a la muerte. El desfase entre realidad y deseo lo ahogaba, le cortaba las alas, y todo ello aparece reflejado con exactitud en el volumen que recoge su poesía completa, titulado precisamente así: La realidad y el deseo. Hay poesía más o menos comprometida, pero la de Cernuda es un dibujo fiel del alma del autor. Por eso, pediría a quienes tan fácilmente critican su persona que lean su obra, pero que la lean desde dentro y no con la visión analítica del lector objetivo: que sangren con cada herida y se iluminen con cada esperanza perecedera, que naufraguen en aquel mar que renunció a intentar jamás el amor y que comprendan a un hombre, a un “eterno adolescente”, que decidió volcar el sentido frustrado de su existencia en la poesía, a falta de ese amor anhelado y no conseguido. Desde esta visión, Cernuda contemplaba la muerte casi con esperanza, porque sería ella la que le regalaría la eternidad a su obra, la que le daría sentido a su paso por el mundo: el hecho de que su poesía fuera leída y estudiada aunque él ya no estuviera vivo. Por eso escribió, en 1937, que:

Para el poeta, la muerte es la victoria.

Tumba de Luis Cernuda en el Panteón Jardín de Ciudad de México
Tumba de Luis Cernuda en el Panteón Jardín de Ciudad de México

50º aniversario de la muerte de Luis Cernuda

Comienzo desde hoy a hacer una recopilación de los artículos que se van publicando hasta el martes, día en que se cumplen 50 años del repentino fallecimiento de Luis Cernuda en su exilio mexicano, a causa de un infarto. Cernuda, poeta de la Generación del 27 y, en mi opinión, el más grande de todos los tiempos.

Luis Cernuda en sus últimos años
Luis Cernuda en sus últimos años

Confabulario revisa la obra de Luis Cernuda (El Universal, 1/11/2013)

Luis Cernuda, vigencia de un modelo (El Cultural, 1/11/2013, escrito por J. M. Caballero Bonald)

El Ateneo de Madrid recuerda la figura del poeta Luis Cernuda (Europa Press, 2/11/2013)

Luis Cernuda: que no habite el olvido (ABC, 3/11/2013)

Últimas tardes con Cernuda (El Mundo, 3/11/2013)

«Cernuda se ha consolidado como el más influyente de los poetas españoles» (ABC Sevilla, 3/11/2013)

Se cumplen 50 años de la muerte de Luis Cernuda, uno de los más grandes poetas de las letras españolas (El Imparcial, 3/11/2013)

Madrid recordará al poeta Luis Cernuda por los 50 años de su muerte (La República.pe, 4/11/2013)

La Biblioteca regional recuerda a Luis Cernuda en el 50 aniversario de su muerte (ABC Toledo, 4/11/2013)

El Ateneo recuerda la figura del poeta Luis Cernuda (Madridpress.com, 4/11/2013)

Luis Cernuda: el futuro es hoy (El País, 4/11/2013, escrito por L. García Montero)

Los poetas eligen sus versos favoritos de Luis Cernuda (El País, 4/11/2013)

Cernuda somos todos (El País. 4/11/2013)

El Ateneo de Madrid recuerda la figura del poeta sevillano Luis Cernuda (El Economista.es, 5/11/2013)

La Sevilla escondida en «Ocnos» de Luis Cernuda (ABC Sevilla, 5/11/2013)

Adiós a Lou Reed

El músico Lou Reed
El músico Lou Reed

Ojalá hubiera nacido hace mil años,
ojalá hubiese navegado por los mares oscuros
en un gran clipper,
yendo de acá para allá
con un traje y una gorra de marinero,
lejos de la gran ciudad
donde un hombre no puede ser libre
de todos los demonios de esta urbe,
de él mismo y de los que le rodean…
Oh, creo que no sé…

Así trataba de escapar Lou Reed, en 1967, en su canción «Heroin». ¿Escapar de qué, para qué? La música, como un arte más, puede tener dos objetivos principales: huir de la realidad o luchar contra ella. En la década de los sesenta, Lou Reed huía, acompañado por todas aquellas decenas de rockeros, de hippies, de provocadores de la contracultura. Eran los tiempos en los que el LSD conducía a John Lennon a divagar para siempre por los campos de fresa, eran los «días extraños» de Jim Morrison y los gritos últimos de Jack Kerouac, el poeta cabecilla de la llamada Generación Beat. La lejana Guerra de Vietnam dejaba en el viento y en los periódicos regueros inagotables de sangre, y las drogas se constituyeron como vía para escapar de esa sangrienta realidad, como las «puertas de la percepción» de las que habló William Blake y que le sirvieron a Jim Morrison para darle nombre a su banda. Huir también era un modo de luchar.

The Velvet Underground & Nico, 1967. Lou Reed al frente
The Velvet Underground & Nico, 1967. Lou Reed al frente

Por entonces, en Los Ángeles, Lou Reed cantaba junto a John Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker en la banda The Velvet Underground, que apostaba por un rock psicodélico: melodías distorsionadas, dulces, pálidas, con las que abordaban temas sórdidos como la droga o el sadomasoquismo. En 1966, el artista pop Andy Warhol los fichó para su Factory, y desde entonces se convirtió en su productor, añadiendo al grupo un nuevo miembro más de su cosecha: la cantante y modelo alemana Christa Paffgen, Nico, que le daría una nota de glamour a la banda con su voz oscura y humeante. A Lou Reed y John Cale no les hizo ninguna gracia la nueva incorporación, pero esta sirvió para grabar el álbum más célebre de la banda: The Velvet Underground & Nico, que incluiría temas tan celebrados por la crítica como este «Sunday Morning»:

La colaboración con Andy Warhol y Nico engendró un único disco, después del cual los miembros originales de la banda decidieron continuar sin ellos su carrera. Pero The Velvet Underground no duraría mucho más. Nunca fue un grupo comercial, tenía un público muy concreto, fue casi una experiencia alucinógena, musicalmente hablando. Lou Reed abandonó en 1970 para grabar su primer disco en solitario dos años después, llamado simplemente Lou Reed.

En solitario, Lou Reed continuó «caminando por el lado salvaje«, como en su canción, enfrentando temas desasosegantes y sórdidos, naufragando en heroína. Su álbum Berlín narraba una trágica historia de amor entre dos drogadictos, abordando la violencia, la prostitución y las drogas, el suicidio. Por estos años, compuso uno de sus temas más alabados, «Perfect Day«, concebido como una elegía a la heroína, a la que Reed era adicto. En sus propias palabras: «Sabía que no escribía para la mayoría. Escribía sobre el dolor y las cosas que herían».

Su relación con la literatura revolucionaria resultó una constante vital, como desarrollé en el artículo «Arte pop y literatura en The Velvet Underground«. Sus letras se inspiraban en las obras de poetas como Jean Genet o Allen Ginsberg, perteneciente a la Generación Beat.

La década de los ochenta supuso un renacimiento para él. Después de abandonar las drogas, empezó a componer letras con las que ya no pretendía escapar de la realidad oscura, sino encararla, criticarla, denunciarla. Ese fue el álbum New York, uno de los más exitosos, en los que arremetía directamente contra personajes de la sociedad como Jesse Jackson, el Papa Juan Pablo II o Kurt Waldheim. Reed dio voz a los más desfavorecidos de la sociedad americana y clamó por justicia.

El músico Lou Reed
El músico Lou Reed

Como un silencioso tributo a la canción de The Velvet Underground, Lou Reed ha muerto un domingo, no sabemos si por la mañana. A sus 71 años, era considerado como el padre del rock alternativo y una especie de hombre renacentista del rock, pues no solo cantaba y componía, también pintaba, actuaba en la gran pantalla y dirigía guiones de televisión. Lo que pocos saben es que, siendo niño, sus padres lo sometieron a una lobotomía preventiva para atajar su desacato a las normas y su inconformidad con el orden establecido. Él mismo reconoció: «No me gustaba el colegio, no me gustaban los grupos de gente, no me gustaba la autoridad. Estaba hecho para el rock and roll».

El domingo 27 de octubre de 2013, perdimos una parte de la Historia del rock. Se apagó dulcemente, envuelta en una melodía confusa y distorsionada, como las canciones de la Velvet Underground

La entrevista

 Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste.

(Alejandra Pizarnik)

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Hoy es un día especial. He descubierto la manera de viajar en el tiempo, y se me ha ocurrido la fantástica idea de entrevistarme a los seis años, en parte por ver cuánto he cambiado y, en parte, porque me echo un poco de menos. Un poco…

Bien, el mecanismo ya está activado. Solo queda cerrar los ojos y… ¡vaya! ¡Estoy volando! ¿Qué es eso que…?

Parece que he aterrizado sin contratiempos… Me encuentro ahora en un patio soleado, cuajado de geranios, de hortensias, de rosas, flanqueado de adelfas. Una delicada mariposilla blanca traza filigranas en el aire. Hay dos cuerdas con ropa tendida. Las baldosas son lisas, de color teja, y sobre ellas se levanta una mesa de jardín blanca con cuatro sillas alrededor… Se escucha un pasodoble lejano, que tal vez procede de dentro de la casa, o de alguna de las ventanas abiertas de los edificios que rodean el patinillo.

Al fondo, junto al rosal, distingo a una niña sentada sobre una diminuta butaca de mimbre que parece hecha a su medida. Sostiene sobre las rodillas un cuaderno. Camino lentamente, para no asustarla, y me doy cuenta de que está muy concentrada dibujando.

Entonces se percata de mi presencia, y levanta la mirada. Tiene unos ojos grandes, de largas pestañas e inmensas pupilas que no me permiten apreciar el color de su iris. La boca, entreabierta por la sorpresa, deja ver unos dientes blanquísimos que contrastan con el tono cereza de sus labios grosezuelos. La nariz pequeña, el cabello corto y ondulado, de un color a medio camino entre el castaño claro y el rubio oscuro.

Es Marina.

1996
1995

-Oye, ¿quién eres? –me pregunta, con una mezcla de temor y curiosidad.

-Me llamo Marina, como tú. He venido de muy lejos para hacerte una entrevista.

-¿A mí? ¿Por qué? ¿Se lo has dicho a mis abuelos?

-No se lo he dicho a nadie, porque quiero que sea un secreto entre nosotras. ¿Vale?

-Pero… ¿y si eres una mala? ¿Y me quieres raptar, o algo?

-No te preocupes: soy buena.

Marina continúa estudiándome con curiosidad, sin arriesgarse a regalarme su confianza.

-¿Y por qué quieres hacerme una entrevista?

-Bueno… ¿tú no querías ser famosa?

-Sí…

-Pues para eso… Para que mucha gente lea la entrevista. Aunque pasarán unos cuantos años… Es que yo soy periodista.

-Bueno, vale.

-¿Vale? Muy bien, iré rápido para que puedas ponerte otra vez a dibujar.

-Vale. Estoy esperando a que me llamen para comer. Es que hoy celebramos mi cumpleaños.

-¿De verdad? Hoy también es el mío. ¿Cuántos cumples tú?

-Seis. ¿Y tú?

-Veinticuatro…

-¡Hala: tienes más de veinte! ¡Qué mayor!

-Un poco, sí… ¿Empezamos?

-¡Vale!

1997
1997

P- Vamos a comenzar con algo fácil. ¿Cuáles son tu color y tu número favoritos?

R- Mi número favorito es el 2, porque parece un cisne. Mi color… ¡el azul!

P- ¿Estás segura? Yo pensaba que era el rosa.

R- Bueno, cuando era pequeña sí, porque el rosa es el color de las princesas y todo eso. Dicen que el azul es de chicos. Pero me da igual…

P- Para ti, ¿cuándo deja alguien de ser “pequeño”?

R- A los seis años ya te haces una niña mayor. Después, a los diez, te haces muy mayor. A los dieciséis te enamoras y a los veinte ya eres adulta.

P- ¡Qué claro lo tienes! ¿Y de quién te gustaría enamorarte a los dieciséis?

S- Pues… –duda unos instantes en los que compruebo cómo se va ruborizando– De un niño de mi clase.

P- ¿¡Quién!? –me hago la tonta, fingiendo que no lo sé, para que me dé el nombre; pero Marina es mucho más tímida de lo que recordaba…

S- No te lo pienso decir. ¿¿Y si lo lee?? ¡No le digas a nadie que estoy por alguien, eh!

P- Tranquila, que para cuando se publique la entrevista, es tremendamente complicado que él se interese por leerla. Pasemos a otra pregunta… ¿Qué te gustaría ser cuando te hagas “adulta”?

R- ¿De trabajo, dices? Princesa, actriz de cine, cantante o escritora.

P-  ¿Escritora? ¿Has escrito algo ya?

R- No, pero dibujo las historias. Por ejemplo, ahora estoy dibujando la historia de “Aurora en el País de los Gatos”. Trata sobre una niña que se encuentra un gato que la conduce a un arco-iris. La niña sube por el arco-iris hasta una ciudad de nubes, donde viven gatos. Allí se transforma también en gata, y conoce a un gato que es el Príncipe de la ciudad. Al final, los dos se transforman en humanos príncipes y vuelven al mundo de los humanos, y se casan.

P- Suena interesante. ¿Lees mucho?

R- Sí. Ahora me estoy leyendo un libro muy gordo que se llama Mil años de cuentos, y tiene cuentos de princesas, hadas y cosas así.

1994
1996

P- ¿Qué libro te gustaría tener?

R- La Bella Durmiente. Con los dibujos de la película… ¡es mi película favorita! Pero un día que le dije a mi padre que me lo comprase, me acabó comprando otro que se llama Toribio y el sombrero mágico.

P- ¿Y la poesía? ¿Te gusta?

 R- Mi señorita de Preescolar nos enseñó muchas. Mi favorita es una que dice: “Otoño, viento amarillo, / vientecillo trotador, / que al campo, como un asnillo, / cubres con odres de olor. / Otoño, viento amarillo.”. Pero creo que la poesía es para niños pequeños.

P- Y además de leer y dibujar, ¿qué te gusta hacer?

R- Jugar con las Barbies y con los muñecos pequeños de personajes de películas.

P- ¿Sola o con más niños?

R- Sola o con mi hermano, Juanito. Tiene tres años. Pero también me gusta jugar con las niñas de mi clase a un juego que me he inventado yo y que se llama “La Mascotería del Miau-Miau”. Yo soy la dueña de la mascotería, otras son los gatos y otra es la compradora, y tiene que elegir un gato…

P- ¿Dónde te gustaría viajar?

R- ¡A mi pueblo! Bueno, no: a Saturno… Me gusta mucho el espacio. Siempre juego a que tengo una nave espacial y paseo por los anillos de ese planeta. Además, en el espacio puedes volar.

P- ¿Te gustaría volar?

S- ¡Es lo que más me gustaría en el mundo! Cada vez que tengo una pesadilla, me puedo escapar volando hacia el cielo. Y cuando llego muy alto, me despierto en mi cama…

P- En el fondo, eres una aventurera, ¿no?

S- Me encantaría ir de expedición por la selva. Cuando juego a los papás y a las mamás con los muñecos, yo siempre me pido vivir en el Amazonas. A los demás no les gusta mucho… Pero es más emocionante. Antes hacía que las farolas eran árboles frutales y que tenía que coger la fruta de allí para alimentar a los niños. Hasta que, un día, mi madre me pilló subida a una farola y me echó una bronca tremenda…

1994
1994

P- ¿Cuáles son tus personajes de dibujos favoritos?

S- Willy Fog, Gadget, Heidi…

P- Bien, ya estamos acabando. ¿Qué deseo pedirás cuando soples las velas?

R- Que me compren una gatita blanca de ojos azules. Pero de verdad, no de peluche.

P- ¿Y algún deseo que sepas que nunca se va a realizar?

S- ¡Que existan los dinosaurios! Me encantan… Bueno, y que caiga un meteorito y haga que todos dejemos de crecer.

P- Creo que ese es muy buen deseo… ¡Pues muchas gracias por responderme todo!

Un momento, ¿qué es esta niebla? Marina se está destiñendo en el aire, o algo así… El patio entero se está diluyendo. Con sus flores, sus plantas, sus mariposas y sus baldosas color teja iluminadas por el sol… Tal vez sea yo la que desaparece. No puedo creer que me haya dado tiempo a terminar la entrevista y…

Y todo esto para qué, me pregunto. ¿Por cumplir veinticuatro? Como ha dicho Marina, una se hace adulta a los veinte; ya no me debería importar seguir cumpliendo años. Y menos si todavía espero la llegada de ese meteorito prodigioso…

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