Los Bardos: un año después

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De izquierda a derecha: Alberto Guirao, María Caballero, Andrés París, Fran Raposo, Marina Casado, Javier Lozano, Déborah Alcaide, Rebeca Garrido, María Agra-Fagúndez. En primera fila: Alberto Guerra. Fotografía de Bárbara Díez

El siglo XXI tiene a veces rasgaduras en su perfecto manto de indiferencia. Rincones diminutos en los que no ha pasado el tiempo, en los que podríamos regresar a los felices años veinte y creernos parte de una generación literaria. Qué diablos, ¡ya lo somos! Dejemos huella o no, lo somos. Es emocionante para mí poder recitar poesía y escuchar la de mis amigos delante de un café mientras el frío arremete contra los cristales suntuosamente decadentes del Pabellón del Espejo, en pleno Paseo de Recoletos.

Hace ahora un año del nacimiento de los Bardos, en aquel homenaje a la colección “El Bardo” de la editorial  Los Libros de la Frontera, que tuve el honor de presentar. Se celebró en la Casa del Lector de Madrid y recuerdo que, tras el acto, nos reunimos para recitar en una terraza cercana. Alberto Guerra, poeta canalla y fundador de Séxtasis Ediciones, fue quien me dio la idea: ¿por qué no crear un grupo en el que incluir a todos los que habíamos participado y alguno más? Un grupo que, en recuerdo del acto que lo originó, se llamaría “Los Bardos”.

Un año después, somos muchos más bardos de los de aquel tímido comienzo. A menudo, conseguir ponernos de acuerdo con las fechas para reunirnos se convierte en una lucha de titanes, porque, en el s. XXI, la vida humana se convierte en una suerte de caleidoscopio con numerosas ventanas y tareas y compromisos. Pero nadie nos puede negar la pasión, una vez que lo conseguimos.

El pasado domingo, chorreaba poesía de nuestros labios y de nuestras miradas. Como siempre, o tal vez como nunca. Un año después, allí estábamos. Algunos del comienzo; otros, incorporados a mitad de camino. Pero todos con la ilusión a flor de piel. Leí los versos de mi poemario inédito y escuché los de mis compañeros: la hondura frágil tamizada de oscuridad, plagada de emociones abrasadas, de Rebeca Garrido, las citas transparentes y sinceras de María Agra-Fagúndez, que se clavan como saetas en el corazón. La magia arcaica de Grecia traspasando las palabras de ceniza de Déborah Alcaide, las declaraciones audaces y entrañables de Alberto Guerra. Su tocayo, Alberto Guirao, resucitó un poema de su primer libro, aquel mítico Ascensores que me dedicó cuando aún estábamos los dos en la facultad, haciendo Periodismo. Ya tenía ese aire surrealista y desenfadado a un tiempo que lo caracteriza. Javier Lozano nos enseñó su simbolismo romántico de bosques incendiados y ojos imposibles. También estuvo Fran Raposo con su primer poemario, Grietas vitales, que posee la elegancia de los clásicos, de aquellos “poetas andaluces” que cantaba su paisano Rafael Alberti. Y nuestro benjamín y reciente incorporación, el genial Andrés París, que a sus 21 años es capaz de estremecer con sus versos oscuros y humeantes, reunidos en su segundo poemario, Entre el infinito y el cero, y en otro poemario inédito.

Nos acompañaron las periodistas María Caballero, irreverente e ingeniosa prosista, y Bárbara Díez, que tuvo a bien escribir una original crónica de nuestro encuentro. Y faltaron destacados bardos como Eric Sanabria, Andrea Toribio o Conchy Gutiérrez, entre otros, a quienes los compromisos no les permitieron acudir.

Gracias por una velada más a vuestro lado, celebrando la poesía, compañeros. No sabemos lo que nos deparará el futuro en nuestras carreras literarias, pero los recuerdos permanecen. Porque, como escribió Lorca en la “Oda a Salvador Dalí”:

No es el Arte la luz que nos ciega los ojos.
Es primero el amor, la amistad o la esgrima.

Presentación en Madrid de «Mi nombre de agua»

PORTADA
Portada de Mi nombre de agua, publicado en Ediciones de la Torre, 2016

Seguimos recordando los devenires de mi segundo poemario durante el mes de junio. Hoy quiero aludir a la presentación que tuvo lugar el pasado viernes 24 de junio en Madrid: una velada memorable, a pesar de que se cernía sobre mí la terrible sombra de las calificaciones del examen de oposición, que presentía -y no me equivocaba- funestas. Pero su proximidad no logró ensombrecer lo que se convirtió en una de las noches más bonitas de mi «carrera» literaria, gracias a las personas que me apoyaron y me transmitieron, con su presencia y su entusiasmo, la fuerza que necesitaba.

Fue en el precioso Pabellón del Espejo, en el Paseo de Recoletos. Allí ya había presentado en 2014 mi primer poemario y había quedado fascinada por el espíritu lírico, romántico, que desprendía, con su estilo art decó armonizado con las preciosas cristaleras. Los camareros, además, no podían ser más amables y solícitos con nosotros.

En la mesa, me acompañaron el editor, José María de la Torre -que ha vuelto a depositar su confianza en mis versos al publicarme Mi nombre de agua– y Eduardo Pérez-Rasilla, profesor de literatura de la Universidad Carlos III de Madrid. Su asignatura fue una de las únicas por las que no me arrepiento de haber estudiado Periodismo. Eduardo, con su sabiduría y su maravillosa capacidad para bucear por las aguas turbulentas de la literatura, hizo un análisis completo de mi obra, acertando plenamente respecto a su esencia.

Además conté con el inestimable acompañamiento musical de dos grandes de la guitarra eléctrica: Juan Casado y Álvaro Gabaldón, integrantes de la banda de rock The Vagus Group, y la ayuda técnica de Jacinto, trabajador del CEIPSO Tirso de Molina.

Junto a mí, recitaron poemas del libro, además de mi padre, mis queridos poetas compañeros de generación: María Agra-Fagúndez, Rebeca Garrido, Alberto Guirao, Eric Sanabria y Javier Lozano.

Entre el público asistente había familia, amigos cercanos, amigos más lejanos cuya presencia me sorprendió maravillosamente y conocidos interesados en mi libro. Hubo poetas y lectores de poesía; hubo personas a las que no les fascina la lírica, pero estuvieron allí por el aprecio que sienten por mí. Me sentí muy arropada y me encantó que el público disfrutara con el recital, porque la mayor aspiración de cualquier escritor es la de transmitir algo a quienes lo leen, a quienes lo escuchan: «Su canto asciende a más profundo cuando, abierto en el aire, ya es de todos los hombres» (Rafael Alberti).

Os dejo unas fotografías del acto tomadas, en su mayoría, por Javier Lozano, y por otros amigos que estuvieron presentes y tuvieron la amabilidad de enviármelas:

Y por último, una serie de vídeos de algunos poemas de la obra que recitamos a lo largo del acto, grabados por Javier Lozano:


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Miranfú

Ilustración de Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite
Ilustración de Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite

Miranfú. Con esta palabra mágica, Sara Allen invocaba a lo imprevisible en la obra de Carmen Martín Gaite Caperucita en Manhattan. Al pronunciarla, cualquier cosa podía ocurrir. En una novela juvenil de corte fantástico, no podemos esperar muchos acontecimientos terribles, pero, en la realidad, conlleva un cierto riesgo.

En enero de 2014, debí de pronunciarla sin darme cuenta, tal vez en sueños: eso explicaría que este año haya constituido un auténtico torbellino en mi existencia, un cúmulo de fuertes contrastes, dichosos y trágicos; una mezcla entre euforia, alegría, triunfo, nostalgia, ansiedad, tristeza, miedo…

Lo de hacer un balance de acontecimientos cuando expira diciembre es un postureo redomado, pero, en este caso, a mí misma me asombra la cantidad de cambios que se han producido en mi vida a lo largo de unos escasos doce meses, así que permitidme que posturee, al menos por esta vez.

He terminado -¡al fin!- el maldito máster de Formación del Profesorado. Oficialmente, estoy capacitada para dar clases de Lengua y literatura en institutos privados y concertados y conseguir que mis alumnos acaben por aborrecer a Luis Cernuda –en absoluto; ya me las apañaré para que les apasione…-. He intimado con Rafael Alberti, gracias a que por fin me he puesto en serio con mi tesis doctoral, y cuanto más me adentro en su poética, más me fascina…

Este verano, en la Fundación Rafael Alberti de El Puerto de Santa María
Este verano, en la Fundación Rafael Alberti de El Puerto de Santa María

He publicado dos libros; ¡se dice pronto! Uno en abril, mi primer poemario: Los despertares, con Ediciones de la Torre. Este libro es especial, porque cumple un sueño que tenía desde mi más remota adolescencia, cuando comencé a plasmar mis soledades y mis amores platónicos en versos incendiados de cisnes y de princesas lejanas, y después fue Alicia la que, perdido su País de las Maravillas, me llevó de la mano por los caminos mágicos que escapan del Espejo. El segundo libro, El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock, me lo publicó Líneas Paralelas en octubre. Se trata de un ensayo que combina mis dos grandes pasiones: la literatura y el rock. En ambas publicaciones, he tenido la suerte de contar con buenas personas que me han apoyado y me han ayudado en todo momento.

Cada primavera, paseaba por la Feria del Libro de Madrid soñando con estar algún día dentro de una de las casetas, firmando ejemplares. Este año, se ha cumplido mi sueño, con mi poemario Los despertares. Y lo más emocionante ha sido reencontrarme allí con personas que se han ilusionado conmigo, algunas a las que no veía desde hacía mucho tiempo y, sin embargo, allí estaban.

También he recibido una crítica elogiosa, por escrito, de mi poemario, de uno de mis poetas favoritos, el grandísimo José Manuel Caballero Bonald. Aún no me lo termino de creer.

Firmando "Los despertares" en la Feria del Libro de Madrid 2014
Firmando «Los despertares» en la Feria del Libro de Madrid 2014
De izquierda a derecha: Emilio Blanco, Marina Casado, Rafa Ceballos, Juan Casado y Nico de Vicente
Presentación de «El barco de cristal» con Emilio Blanco y la banda Strange Days

Me han operado por primera vez en mi vida. Una infección ocular en mayo, originada por la falta de higiene de algún oftalmólogo de las urgencias de cierto hospital madrileño, se fue complicando hasta derivar en la obstrucción del conducto lagrimal de mi ojo izquierdo, por lo que me han tenido que abrir un conducto nuevo a través del hueso de la nariz. La ventaja: le he perdido el miedo a las jeringuillas que, despiadadas, se acercan llenas de suero hacia mi pobre y torturado ojo…

He sido, junto a Eric, Fernando y Rosalba, orgullosa fundadora del Galganismo, movimiento poético que pronto revolucionará los circuitos madrileños… Después, se nos unió Alberto. Es maravilloso compartir con ellos tantas cosas, empezando por versos y acabando por hamburguesas de carne de avestruz… Los Galganistas hemos participado, por primera vez como conjunto, en un recital: el dedicado a Leonor Machado, sobrina de Antonio y Manuel, hija de Francisco, en una noche que considero memorable.

He aprendido mucho acerca de sentimientos humanos. He llorado ríos de lágrimas, he naufragado y, cuando he sentido tocar fondo, me he visto iluminada, de repente, por una luz radiante y cálida. He comprendido que los verdaderos amigos pueden discutir, pero al final todo se arreglará, y que hay personas destinadas a ser esenciales en un período concreto de nuestra vida para convertirse, súbitamente, en desconocidos. Respecto a la eternidad de las musas, continúa siendo una utopía, pero yo soy idealista por naturaleza, lo cual resulta paradójico dado mi proverbial pesimismo.

He conocido a personas maravillosas que se han hecho un hueco en mi corazón: algunas todavía me acompañan -y me esforzaré por que así siga siendo-. He descubierto el mar dentro de una mirada. He echado mucho de menos y he terminado por firmar un pacto con la realidad para no pasarme la vida soñando –ahora, algunos sueños han cruzado conmigo la frontera-.

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Miranfú ha traído consigo terremotos existenciales: tragedias y dichas que han borrado la antigua languidez, porque, triste o alegre, cada acontecimiento delata VIDA. Y yo estoy viva. Ahora, tal vez, desearía un 2015 más tranquilo –un poquito más, tan solo-, para dejar crecer las prometedoras semillas que me ha regalado este año, para alcanzar nuevas metas. Aunque al final, sigamos explotando día a día como estrellas salvajes, las que se derraman sobre mi playa cada verano.

Y me despido de 2014 con nostalgia, dicha, esperanza, y envuelta en las notas de las Noches de blanco satén de los Moody Blues…

Feliz 2015.

Presentando «El barco de cristal»: lluvia, rock y literatura en Madrid

Presentación de "El Barco de Cristal" en el restaurante madrileño Subiendo al sur. Foto de José María Plaza
Presentación de «El Barco de Cristal» en el restaurante madrileño Subiendo al sur. Foto de José María Plaza

Era un sábado inhóspito, invadido por una de esas lluvias salvajes de diciembre por las que se cuela el frío dentro del cuerpo y llega al corazón. Pero el ambiente del local resultaba cálido, acompañado de luces amarillas y olor a velas. Situado en una escondida calle de la zona de Noviciado –Ponciano, 5, Madrid-, el restaurante “Subiendo al Sur” –un restaurante de comercio justo cuyos beneficios van, en parte, destinados a países desfavorecidos- fue el escenario de una noche memorable.

Más de cincuenta personas se agolpaban entre sillas y mesas –algunas tuvieron que sentarse en el suelo-, desafiando a la lluvia y a la pereza existencial que esta provoca. Familiares, amigos, conocidos; gente que ha llegado a mi vida en los últimos tiempos, o que permanece en ella desde siempre: allí estaban casi todos, expectantes. En la mesa, a mi lado, junto a los libros, se hallaba el profesor Emilio Blanco, presentador del acto. Un poco más atrás, Juan Manuel Corral, orgulloso editor de Líneas Paralelas. Me embargaba una emoción indescriptible. Y entonces, comenzaron a sonar los primeros acordes de “The Crystal Ship”, tema de The Doors de 1967 versionado maravillosamente por Strange Days.

De izquierda a derecha: Rafa Ceballos, Julio Téigell, Marina Casado, Emilio Blanco, Juan Casado y Nico de Vicente
De izquierda a derecha: Rafa Ceballos, Julio Téigell, Marina Casado, Emilio Blanco, Juan Casado y Nico de Vicente

Strange Days, cuyo nombre rinde homenaje, precisamente, a un álbum de The Doors, es la joven banda compuesta por mi hermano, Juan Casado –vocalista y guitarrista-; el polifacético Julio Téigell, que se dividió entre teclado, guitarra y voz; Rafa Ceballos, bajista, y Nico de Vicente, que puso ritmo a la noche con la caja flamenca.

“The Crystal Ship” fue el tema que elegí para titular mi ensayo El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock, publicado por Líneas Paralelas en octubre de este año. Además de tratarse de un tema compuesto por Jim Morrison, vocalista de The Doors y figura que encarna a la perfección el vínculo esencial entre rock y literatura –fue un voraz lector, poeta y cineasta, y su bagaje cultural se refleja sobradamente en las letras de sus canciones-, la imagen del barco de cristal me sugería una preciosa alegoría en la que el barco representa la música rock, gobernada por capitanes de la talla de Elvis Presley, Chuck Berry, Little Richard, Jerry Lee Lewis… Y más adelante, los míticos Beatles. ¿Por qué de cristal? Porque el cristal permite ver que las tripas de ese barco de rock están hechas de literatura, que tras las letras de canciones que se han hecho famosas se esconden todas las lecturas de sus autores: las estrofas están repletas de guiños a obras y a escritores. Y es que los grandes rockeros fueron también grandes lectores y algunos, como Jim Morrison o Lou Reed, incluso se aventuraron muy decentemente en la escritura. Rock y literatura caminan de la mano, y esta idea constituye la base de mi ensayo, presentado el sábado 13 de diciembre en “Subiendo al Sur”, en lo que se constituyó como un evento inolvidable.

Marina Casado y Juan Casado. De fondo, Emilio Blanco y  Juan Manuel Corral
Marina Casado y Juan Casado. De fondo, Emilio Blanco y Juan Manuel Corral

El origen de El barco de cristal hay que buscarlo en 2012, cuando creé una sección con el mismo nombre en el programa cultural El Marcapáginas de Gestiona Radio, programa dirigido por el periodista David Felipe Arranz. En la sección, que se mantuvo en activo hasta diciembre de 2013, analizaba las conexiones entre grandes obras de la literatura universal y algunos de los temas más populares del género del pop-rock. En torno a diciembre de 2013, Juan Manuel Corral, colaborador habitual del programa, me comunicó su idea de crear una editorial: proyecto arriesgado en los tiempos que corren y, precisamente por ello, muy admirable. Tras unos meses de trabajo, redacción, investigación y maquetación, nació el libro El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock, cuidadosamente editado por el equipo de Juan Manuel Corral, que posee gran experiencia en el ámbito editorial y es autor de varios ensayos sobre cine y música pop.

Emilio Blanco, presentador del acto, destacó el buen trabajo realizado por la editorial, además de elogiar el contenido del libro, que, en su opinión, es muy completo y hace un repaso pormenorizado por la historia del pop-rock, con temas que constituyeron la banda sonora de varias generaciones. Emilio Blanco es filólogo y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Coincide conmigo en su gusto por relacionar la música de todo género con la literatura. En 2011, coordinó el congreso “La letra de la música”, celebrado en la Rey Juan Carlos.

De izquierda a derecha: Emilio Blanco, Marina Casado, Rafa Ceballos, Juan Casado y Nico de Vicente
De izquierda a derecha: Emilio Blanco, Marina Casado, Rafa Ceballos, Juan Casado y Nico de Vicente

El acto estuvo vertebrado por las versiones que Strange Days hicieron de algunos de los clásicos que trato en el libro. Además del mencionado “The Crystal Ship” de The Doors, interpretado con elegancia por Julio Téigell, Juan Casado imitó muy acertadamente la voz aguda y plagada de falsetes del gran Elton John en su famoso tema de 1978 “Goodbye Yellow Brick Road”, en el que hace un guiño a la obra de 1910 de Frank Baum El mago de Oz al despedirse del camino de baldosas amarillas por el que los personajes avanzaban para alcanzar Ciudad Esmeralda, lugar donde residía aquel maravilloso Mago de Oz que supuestamente cumpliría todos sus deseos. En la novela, el Mago resultó ser un hombre normal y corriente, y la canción de Elton John alude a un fraude sentimental, a una relación en la que no hay más que promesas doradas, sin rastro de realidades.

El pop-rock nacional también tuvo acto de presencia en el acto del sábado, cuando Strange Days versionó un single de 1987 del dúo donostiarra Duncan Dhu -que toman su nombre del personaje de una novela de Robert Louis Stevenson-, “Una calle de París”, donde se homenajea aquel París de la Bohemia del siglo XIX que fue escenario de las andanzas de poetas como Charles Baudelaire. Julio Téigell fue en esta ocasión el vocalista, poniéndose en el papel de mi admirado Mikel Erentxun.

Nico de Vicente y Julio Téigell al teclado
Nico de Vicente y Julio Téigell al teclado

La interpretación más elogiada fue, sin duda, la del tema de 1993 “Heart-Shaped Box”, de Nirvana, con la voz de Juan Casado y un fondo musical oscuro y humeante. Para el videoclip de este tema, la idea original de Kurt Cobain, líder de Nirvana, era que apareciera el poeta beatnik William S. Burroughs haciendo de viejo cristo yonqui crucificado. Aunque Burroughs rechazó la propuesta, se entrevistó con Cobain en 1993, puesto que era el ídolo literario del cantante. En general, la Generación Beat tuvo una inmensa influencia en la historia del rock.

A Julio le tocó hacer de Mark Knopfler en la brillante interpretación del clásico de Dire Straits «Romeo and Juliet», una particular versión de la obra de Shakespeare que traslada a los amantes a un contexto urbano y actual, banalizado. Romeo sigue amando a Julieta, que en esta versión musical adopta una actitud de fría indiferencia, recibiendo a Romeo con una mezcla entre desdén y burla, considerándolo un pretendiente más. Romeo, nostálgico, recuerda las promesas de Julieta y sus palabras. Su romanticismo resulta ridículo en esta nueva ambientación aportada por Dire Straits…

Otro momento de la presentación de "El barco de cristal"
Otro momento de la presentación de «El barco de cristal»

Para el final, Strange Days se reservó el clásico de 1968 de The Rolling Stones “Sympathy For The Devil”, inspirado por la obra de Mijáil Bulgákov El maestro y Margarita, que Marianne Faithfull regaló a su por entonces novio Mick Jagger, vocalista de la banda. En la obra y en la canción, el Diablo aparece retratado como un gentleman, malicioso y elegante, que se confiesa autor de todos los crímenes de la historia de la humanidad. Juan Casado interpretó fabulosamente la voz salvaje de Jagger, acompañado en algunos momentos por el público, que coreaba el estribillo con pasión.

El resultado fue un acto emocionante, donde me sentí arropada por todos los asistentes, amigos y familiares. Allí estaban, unidas, mis dos pasiones: la literatura y la música, y allí estaban también todos aquellos años escuchando los discos que mis padres ponían en el salón, y la aventura de mi hermano Juan como mi indiscutible guía por los turbulentos senderos del rock.

Marina Casado firmando ejemplares de su libro
Marina Casado firmando ejemplares de su libro

Los escritores no son solo señores muy serios o muy extravagantes que se apartan del mundanal ruido para escribir su obra, ni las estrellas del rock grandes salvajes, sin la menor sensibilidad, que aporrean sus guitarras ciegamente. Dos mundos aparentemente tan opuestos encuentran un estrecho vínculo, y esto es lo que he tratado de reflejar en mi obra: El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock (Líneas Paralelas, 2014).

Portada de "El barco de cristal. Referencias  literarias en el pop-rock" (Líneas Paralelas, 2014)
Portada de «El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock» (Líneas Paralelas, 2014)

PUEDES COMPRAR EL LIBRO EN LA WEB DE LA EDITORIAL Y EN ALGUNAS LIBRERÍAS COMO LA CENTRAL O CASA DEL LIBRO.

*En breve, publicaré aquí el vídeo de la presentación.