Alberti y la emoción poética

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Tras el veredicto del tribunal. Con el director de mi tesis, Ignacio Díez, y los miembros del tribunal: Gaspar Garrote, Dolores Romero, Eduardo Pérez-Rasilla, Jesús Ponce y Juan Matas

Por primera vez en varias semanas, dispongo de un rato para respirar, mirar algo más que no sea el temario de las oposiciones y asimilar los acontecimientos que me rodean. Por ejemplo, el hecho de que, desde hace dos días, soy Doctora Cum Laude en Literatura española, gracias a mi tesis Oscuridad y exilio interior en la obra de Rafael Alberti. Alberti, que hoy, 16 de diciembre, cumpliría 113 años.

Con mi tesis doctoral finalizada, termina un ciclo que empecé hace ya cuatro años. Tenía por entonces 22 y estaba comenzando el Máster de Literatura Española en la Universidad Complutense de Madrid, con el objetivo de poder iniciar, en el siguiente curso, mis estudios doctorales. A mis espaldas, una licenciatura en Periodismo que no me acababa de satisfacer. Me sentía todavía un poco perdida, pero comenzaba a encontrarme.

Mi primer trabajo de investigación para el máster no fue sobre Luis Cernuda, como cabría pensar viniendo de mí, sino sobre uno de sus compañeros de generación, Emilio Prados. Concretamente, me centré en su etapa surrealista. Podría haber continuado la investigación del máster en mi tesis doctoral, pero necesitaba un tema que, más que gustarme, me apasionara. Todo apuntaba, de nuevo, hacia Luis Cernuda. Por eso fue una sorpresa –especialmente, para mí misma- que finalmente me decantara por Rafael Alberti.

Y es que Cernuda ya ha encontrado su lugar en la crítica, la valoración que desde siempre se había merecido y que no ha obtenido hasta hace bien poco. Pero Alberti, tan célebre en los años setenta y ochenta, ha ido desvalorizándose progresivamente; en parte, debido a la ideología comunista que mostraba, que no a todos agrada. Es recurrente, también, juzgar toda la trayectoria del poeta por su primer poemario, Marinero en tierra, sin conocer su amplísima obra, que profundiza el multitud de corrientes, técnicas y géneros, y que resulta en todos los casos brillante. Estamos hablando de una de las voces líricas más importantes de la literatura española, el maestro de las imágenes poéticas, cuajadas de plasticidad y virtuosismo. En acertadas palabras del doctor Gaspar Garrote, miembro de mi tribunal, se trata “del poeta más representativo de la Generación del 27”. Es ahora, cuando podemos contemplar su obra completa desde una cierta distancia temporal, cuando deben publicarse nuevos trabajos que la revisen de forma global, que muestren nuevas perspectivas.

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Agosto de 2014, en la Casa Museo de Rafael Alberti

Y en gran medida, por todo esto elegí a Alberti como tema de mi tesis doctoral. Pero no he incidido en la visión tradicional del poeta como ser luminoso y alegre, visión a la que estamos acostumbrados. Hablé del Alberti más oscuro, del Alberti que se sentía exiliado del presente, cuyos versos nacían del desamparo y de la sombra. Y confieso que me he apasionado escribiendo. Hay quien me ha criticado, en la tesis, un uso excesivo de mi intuición a la hora de interpretar la obra albertiana, dejando más de lado el aspecto filológico. Me cuesta no implicarme en aquello en lo que profundizo. En la carrera de Periodismo, ya me pedían sacrificar mi subjetividad en los escritos y jamás lo conseguí –tampoco hice demasiado por conseguirlo-.

Pero es que no soy periodista ni filóloga; soy las dos cosas a la vez o ninguna. Creo que soy, por encima de todo, poeta –no sé si buena o mala; eso no viene al caso-, y mi propia subjetividad se impone. Me dice que, para poder interpretar la poesía, hay que sentirla: dejarla correr por la sangre, beberla a bocanadas, situarse en la piel de su autor. En este contexto, la filología es solo un instrumento más que nos ayuda al análisis, pero que en ningún caso debería sustituir a la intuición, al sentimiento. Precisamente, porque estamos hablando de poesía, el género literario que más depende de la sentimentalidad, del impulso emocional, de lo opuesto a la razón desnuda.

No ha sido fácil abrirme camino en el mundo filológico sin la carrera de Filología. He tenido que aprender mucho y compensar mis carencias con múltiples lecturas y horas de trabajo. Pero finalmente, lo he conseguido. Con esta perspectiva emocional, tan distinta del frío academicismo que a veces se exige. Supongo que eso es, a la vez, ventaja e inconveniente. No consigo diseccionar un poema sin diseccionarme a mí con él. Tal vez, es demasiado tarde para convertirme en filóloga… Tal vez lo sea ya.

O tal vez… “Tal vez no seré nada, y mi vida tendrá esa admirable gratuidad de las existencias perfectas”. Eso lo dijo Luis Cernuda. Cernuda, Alberti… Los dos se me antojan amigos muy cercanos a los que nunca he conocido, a los que siempre he conocido.

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Luis Cernuda en los años veinte

Cae la noche y se precipitan las familiares divagaciones. La luz del flexo baña de un aire meditabundo la mesa de mi escritorio. Rememoro mi sonrisa llenando los segundos posteriores a aquellas palabras: “El tribunal ha decidido, por unanimidad, concederle el Sobresaliente Cum Laude”. Empiezo a comprender que todo esfuerzo acaba dando su fruto, aunque a veces parezca que la niebla, esa niebla tan unamuniana, nos envuelva, impidiéndonos contemplar la luz del sol. Sí: todas las recompensas llegan. Pero el camino jamás termina.

Y hoy, en el 113º aniversario del nacimiento de Rafael Alberti, todavía quedan muchas metas que conquistar, hasta que su poesía ocupe en la crítica el lugar que se merece.

Literatura clásica y contemporánea en «L.A. Woman», de The Doors

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Jim Morrison en 1970

El 8 de diciembre de 1943, hace ahora 72 años, nacía en Melbourne James Douglas Morrison, que pasaría a la Historia como Jim Morrison, líder y vocalista de una de las bandas más esenciales del rock internacional: The Doors. En artículos anteriores, ya he profundizado en su faceta de poeta, menos célebre que la de estrella del rock y, sin embargo, aquella en la que Jim se sentía más cómodo.

Los biógrafos de Morrison suelen coincidir en que se convirtió en cantante por mera casualidad: una oportuna conversación con su compañero de carrera Ray Manzarek, que descubrió en los poemas de Jim un material excepcional para añadirle una base rockera y construir, en torno a ellos, una banda de estilo psicodélico, acorde con las nuevas tendencias musicales que comenzaban a aparecer.

Yo misma he sostenido esa hipótesis acerca de que fue la casualidad la que condujo a Jim a los escenarios; pero ahora, después de haberme adentrado mucho más profundamente por las apasionantes sendas del rock de los sesenta, me corrijo: en aquella época, el rock y la literatura caminaban de la mano y resultaba difícil separar uno de la otra. Y así, nos encontramos con las dos caras de la moneda: el rock hecho literatura en la Generación Beat de los cincuenta, y la literatura hecha rock en las míticas bandas de la segunda mitad de los sesenta: The Beatles, The Velvet Underground, Jefferson Airplane… Y, por supuesto, The Doors.

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The Doors: Jim Morrison, Robby Krieger, Ray Manzarek y John Densmore

Como he dicho, la materia prima de las canciones de The Doors la constituían los poemas escritos por Jim Morrison. Exceptuando unos pocos temas compuestos por Robby Krieger –circunstancia que se hace notar en la menor calidad lírica-, todos parten de la poesía de Jim. Y entremezcladas con sus versos, multitud de referencias literarias y cinematográficas que reflejaban el inmenso bagaje cultural del vocalista.

Podríamos dedicar todo un libro para recoger las múltiples referencias e inspiraciones halladas en las letras de The Doors, pero hoy quisiera centrarme en un tema en concreto; uno de los que, en mi opinión, presenta una mayor intensidad lírica. Se trata de la canción “L. A. Woman” –“Mujer de Los Ángeles”, incluida en el álbum que lanzaron en 1971, el último que grabó la banda en vida de Jim Morrison –fallecería tres meses más tarde, en París-, que lleva el mismo título que la canción y que apuesta claramente por la mezcla del rock con el blues.

El tema “L. A. Woman” fue compuesta por Jim Morrison para Pamela Courson, con quien mantendría una inconstante y tormentosa relación desde los veintidós hasta los veintisiete años, cuando murió junto a ella en París. También es un canto a Los Ángeles, ciudad que Morrison amó hasta el fin de sus días. Veamos la traducción de la letra:

Bueno, llegué a la ciudad hace casi una hora.
Me di una vuelta para ver de qué lado soplaba el viento,
por donde están las chicas, en sus bungalows de Hollywood.
¿Eres una damisela afortunada en la Ciudad de la Luz
o solo otro ángel perdido?

Ciudad de la noche,
ciudad de la noche,
ciudad de la noche..
Mujer de Los Ángeles, mujer de Los Ángeles,
mujer de Los Ángeles, tarde de domingo;
mujer De Los Ángeles, tarde de domingo;
mujer De Los Ángeles, tarde de domingo;
conduce por los suburbios
en tu blues, en tu blues; sí…
en tu blues… ¡oh, sí!

Veo que tu cabello arde,
las colinas se incendian.
Si te dicen que nunca te he amado,
sabrás que mienten.

Conduciendo por las autopistas,
vagando por los callejones a media noche…
Policías en coche, bares de topless…
Nunca vi a una mujer
tan sola, tan sola,
tan sola, tan sola…

Motel, dinero, asesinato, locura.
Cambiemos el humor: de la alegría a la tristeza.
El Sr. Mojo colocándose…

En la letra, el yo lírico se dirige a una hipotética mujer a la que formula una pregunta: “¿Eres una damisela afortunada en la Ciudad de la Luz? / ¿O solo otro ángel perdido?…”. A esa misma mujer –sabemos que es Pamela por el color rojo de su pelo- le dice: “Veo que tu cabello arde. / Las colinas se incendian. / Si te dicen que nunca te he amado, / sabrás que mienten”. En el videoclip que The Doors eligieron para la canción, mientras la voz de Morrison canta esta estrofa, vemos un monte ardiendo y, por encima de un edificio, un rótulo, algo así como el nombre de una tienda, un hotel o un pub, que reza Dante’s. Por detrás, las llamas que consumen el paisaje. Se trata, sin duda, de un guiño al Infierno de la Divina Comedia, trasladado a los años sesenta del siglo XX, banalizado.

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Pamela Courson, novia de Jim Morrison, es la musa oculta del tema «L.A. Woman» de The Doors

Pero además de esta referencia a Dante, existen otras contemporáneas. Jim Morrison llama a Los Ángeles “Ciudad de la noche”. Se trata de una alusión a una sobrecogedora novela del texano John Rechy, City of Night (1963), que versa sobre el sórdido mundo de la prostitución masculina en  Nueva York, Los Ángeles, San Francisco y Nueva Orleans. La letra de la canción de The Doors, así como el videoclip original, hacen referencia a la vida nocturna de Los Ángeles, dominada por los bares, el juego, la bebida y la prostitución. Temas, por otra parte, muy recurrentes en la literatura beatnik, de la que Jim bebía.

En la pregunta que plantea Morrison al comienzo de la canción: “¿Eres una damisela afortunada en la Ciudad de la Luz / o solo otro ángel perdido?”, existe una alusión a la novela Los vagabundos del Dharma, escrita por Jack Kerouac –célebre integrante de la Generación Beat- en 1958 y considerada uno de los libros de cabecera del movimiento hippie, a causa de la espiritualidad que exuda. En un momento de la novela, leemos: “¿Somos ángeles caídos que nos negamos a creer que nada es nada y, por tanto, nacemos para perder a los que amamos y a nuestros amigos más queridos uno a uno, y después nuestra propia vida, para probarnos?”.

Una cuestión que, sin duda, atormentaba a Jim, cuya vida fue una constante experimentación de los sentidos –aquella consigna extraída de su adorado Rimbaud- para evitar, en la medida de lo posible, convertirse en lo que él definía como “voyeur”, interpretado en el sentido existencial; en otras palabras: espectador de su propia existencia.

[Parte del texto ha sido extraído de mi libro El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock (Líneas Paralelas, 2014)]

El Bardo: más de medio siglo luchando por la poesía

Los participantes del acto. Fila de arriba, de izquierda a derecha: Alberto Guirao, Eric Sanabria, Alberto Guerra, José María de la Torre, Javier Lostalé. Fila de abajo, de izquierda a derecha: Paula Bozalongo, Eme Agra-Fagúndez, Conchy Gutiérrez, Andrea Toribio, Marina Casado, Déborah Alcaide, Marisa Marazuela y Amelia Romero
Los participantes del acto. Fila de arriba, de izquierda a derecha: Alberto Guirao, Eric Sanabria, Alberto Guerra, José María de la Torre, Javier Lostalé. Fila de abajo, de izquierda a derecha: Paula Bozalongo, Eme Agra-Fagúndez, Conchy Gutiérrez, Andrea Toribio, Marina Casado, Déborah Alcaide, Marisa Marazuela y Amelia Romero

Fue Federico García Lorca quien afirmó que “la poesía no quiere adeptos: quiere amantes”. Ayer aquellas palabras me bailaban todo el tiempo en la cabeza, mientras contemplaba con orgullo a las personas que, junto a mí, participaron en el acto en homenaje a la colección de poesía “El Bardo” (de la editorial Los libros de la frontera), que en 2014 cumplió 50 años. Fue en la Casa del Lector de Madrid y tuve el honor de presentarlo.

Resulta una maravilla celebrar algo así en estos “malos tiempos para la lírica”, que diría el gran Germán Coppini. En unos tiempos en los que no demasiados editores apuestan por la poesía, y especialmente si el poeta no es conocido. La gran labor de “El Bardo” fue publicar, desde sus orígenes en 1964, no solo a autores consagrados como el inigualable Vicente Aleixandre, sino también a poetas jóvenes y poco conocidos, por entonces. Algunos de los que publicaron su primer libro con “El Bardo” son hoy reconocidos como grandes autores de la lírica española contemporánea. Es el caso de Antonio Carvajal con su primer libro, Tigres en el jardín, publicado en “El Bardo” en 1968. Ayer, en representación suya, contamos con el magnífico poeta Javier Lostalé (excelso discípulo de Vicente Aleixandre), que nos recitó un poema de este libro, “Amor mío”.

Javier Lostalé recitando un poema de Antonio Carvajal
Javier Lostalé recitando un poema de Antonio Carvajal

El valor de un editor de poesía, como he dicho, es enorme, y merece nuestra admiración y nuestro agradecimiento, porque es necesario que alguien siga apostando por el género que mejor es capaz de reflejar el alma humana, de volcar las emociones en unos versos y dárnoslas a beber. Lo que “El Bardo” ha conseguido en sus más de 50 años en activo ha sido reunir en una colección a las grandes voces de la poesía española contemporánea. Algunos de estos gigantes poéticos resurgieron ayer en otras voces, las de los jóvenes poetas que nos atrevimos a recitarlos y recordarlos.

Marina Casado presentando el acto
Marina Casado presentando el acto
Conchy Gutiérrez y Eric Sanabria recitando por Gloria Fuertes y Félix Grande
Conchy Gutiérrez y Eric Sanabria recitando por Gloria Fuertes y Félix Grande
Eme Agra-Fagúndez y Alberto Guerra recitando por Ana María Moix y Miguel Labordeta
Eme Agra-Fagúndez y Alberto Guerra recitando por Ana María Moix y Miguel Labordeta
Andrea Toribio y Paula Bozalongo recitando por Carlos Bousoño y Vicente Molina Foix
Andrea Toribio y Paula Bozalongo recitando por Carlos Bousoño y Vicente Molina Foix
Déborah Alcaide y Alberto Guirao recitando por Ángel González y Pere Gimferrer
Déborah Alcaide y Alberto Guirao recitando por Ángel González y Pere Gimferrer
Marina Casado y José María de la Torre recitando por Vicente Aleixandre y Gabriel Celaya
Marina Casado y José María de la Torre recitando por Vicente Aleixandre y Gabriel Celaya

Tras el recital, la directora de “El Bardo”, Amelia Romero, nos habló sobre la historia de la colección y, posteriormente, con palpable emoción, recordó a Carlos Sahagún, brillante poeta de la Generación del 50, muy vinculado a “El Bardo”, que falleció el pasado 28 de agosto. Su viuda, Marisa Marazuela, estuvo anoche también con nosotros.

Amelia Romero, directora de "El Bardo", cerrando el acto
Amelia Romero, directora de «El Bardo», cerrando el acto

Fue un acto memorable, digno de un evento como es la celebración de más de medio siglo de “El Bardo” luchando por la poesía. Una cifra que representa un triunfo fulminante sobre esa superficialidad terrible que amenaza a veces con asolar nuestra sociedad actual. Por eso, cuando mi amigo y editor José María de la Torre me puso en contacto con Amelia Romero, me ilusionó la idea de poder organizar este acto.

La fiesta no terminó en la Casa del Lector: posteriormente, continuamos leyendo nuestros propios poemas en una cafetería cercana, y la noche de este noviembre recién estrenado tembló con nuestros versos, y comprendí que la poesía permanece viva y así será siempre mientras conserve amantes, que no adeptos. Ayer también soñamos con el recuerdo de Luis Cernuda, muerto exactamente 52 años antes, pero resplandeciente en nuestros corazones. Verdaderamente, Lorca se hubiera sentido satisfecho de todos nosotros.

Programa del acto
Programa del acto

Javier Krahe: el último vuelo del «cuervo ingenuo»

Hoy a todos se nos llena la boca hablando de Joaquín Sabina, nuestro cantautor oficial y oficioso, aquel que entonó su oda de amor-odio al Madrid que lo acogió a finales de los setenta, se unió a “los de la ceja” a comienzos del siglo XXI y poco después se arrepintió públicamente de eso mismo, porque la moda de Zapatero ya se había pasado y no puede tolerarse que un poeta de la calle tan golfo y tan elegantemente decadente se quede atrás en un tema que está tan en boga como es echar la culpa a Zapatero de todo, incluso del meteorito que acabó con los dinosaurios. Es Sabina un tipo independiente, especialista en eso de “la bohemia”, que debió existir allá por el s XIX y últimamente ha sido relegado al repertorio artístico de estos elevados poetas contemporáneos que la explotan de lo lindo mientras dirigen sus fondos a Suiza.

Javier Krahe, Joaquín Sabina y Alberto Pérez a comienzos de los ochenta

Pero hoy no quiero centrarme en Joaquín Sabina, quien –como ya habrán notado los más avezados lectores- no es precisamente santo de mi devoción, sino en su maestro: el gran Javier Krahe, cuya repentina muerte nos sorprendía a todos anteayer, y utilizo el verbo “sorprender” no como término políticamente correcto, sino en su sentido más literal, ya que, a sus 71 años, Krahe gozaba de buena salud y un ánimo vigorizante, daba conciertos y recitales y se reía del mundo, como ha venido haciendo desde 1980, cuando publicó su primer disco: Valle de lágrimas.

Fue solo un año después cuando vio la luz aquel otro que le lanzaría a la fama: La Mandrágora, grabado junto a Joaquín Sabina y Alberto Pérez, compañeros habituales de recitales y conciertos en locales de aquellos días, como aquel que dio nombre al álbum, situado en el barrio madrileño de Malasaña. El propio Sabina no ha dejado de reconocer que Krahe, cinco años mayor que él, era su referente y siempre lo sería. Lo que no ha admitido en tantas ocasiones es que fue Krahe el compositor de algunos de sus más famosos temas. Y lejos de dejarse esclavizar por “la pose”, como él, Krahe siempre fue insobornable, fiel a sí mismo, y no permitió que su fama le condujera a grandes salas de concierto, sino que continuó decantándose por los pequeños locales y cafés literarios y musicales, como el madrileño Café Central, donde grabó su último disco, En el Café Central de Madrid, publicado en 2014.

Javier Krahe en el banquillo en 2012, qcusado de «ofensa al sentimiento religioso»

Fue un auténtico contestatario; no sólo de boquilla, como Sabina. En 1986, se convirtió en el primer artista censurado de la democracia cuando fue prohibido su tema “Cuervo ingenuo”, una sátira a las contradicciones del discurso de Felipe González, el por entonces presidente del Gobierno de España. En 1978, grabó un video humorístico y anticlerical titulado “Cómo cocinar un cristo para dos personas”, emitido en 2004 y que lo condujo a juicio en 2012 cuando el Centro Jurídico Tomás Moro lo denunció por “ofensa a los sentimientos religiosos”. Por suerte, el cantautor fue absuelto y el caso archivado ese mismo año. Pero, a la vista de los últimos acontecimientos internacionales, la anécdota me hace replantearme la veracidad discursiva de esos políticos españoles abanderados de la democracia que en 2014 empuñaban con orgullo la consabida consigna del “Je suis Charlie”, con toda su carga de defensa de la libertad de expresión. Empeño que, en contraste con la presión que ejercieron en su día contra Krahe, pudiera interpretarse como vana hipocresía. Porque lo que es válido para una religión, lo es para todas. Pero ya dijo el propio Krahe, muy oportunamente y contemporizando a Neruda, aquello de “Me gustas, democracia, porque estás como ausente”.

La ironía fue su arma de combate. Poseía una capacidad asombrosa para bailar con las palabras, para la burla juguetona e inteligente, y es que sus grandes referentes fueron dos míticas figuras de la canción de autor como Georges Brassens y Leonard Cohen, de los que aprendió en Canadá, país en el que estuvo viviendo unos años antes de iniciar su carrera musical en España. Previamente, Javier había sido un niño de familia acomodada, residente en el barrio de Salamanca, uno de los más elegantes de la capital española, y había acudido al Colegio del Pilar, donde coincidió con la flor y nata de la burguesía del momento. Pero ya por entonces llevaba en la sangre una vaga nota de rebeldía que, años más tarde, estallaría en forma de letras canallas y melodías sencillas, populares. Su voz, honda y conmovedora,  contrastaba tanto con esa figura delgaducha, de mirada azul y sentimental, de barba negra que tornaría a plateada mientras la democracia española crecía sin llegar a madurar y él continuaba siendo el azote de todos aquellos demócratas de pose, el juglar contemporáneo de nuestra sociedad que, a pesar de su mordacidad, jamás dejaba la elegancia de lado.

Javier Krahe en sus últimos años

Yo lo conocí hace muchos años, perdido por algún disco de cantautores de los que hay por casa, entonando uno de los temas que lo hicieron célebre allá por 1988: “La hoguera”, un canto definitivo contra la pena de muerte. Después de que en 1975 Aute estremeciera a los españoles con su conmovedora “Al alba”, Krahe aportó el punto de humor inteligente y los hizo reírse ironizando con penas como la silla eléctrica, la guillotina o el garrote vil, dejando que el propio receptor interpretara la falta de sentido y la crueldad vacía que habitaban en una realidad como la pena de muerte. Y es que nadie más hubiera sido capaz de reírse de algo así sin resultar grotesco. Me pregunto qué canción entonaría ante su propio fallecimiento, porque –eso es seguro- Krahe sería capaz de burlarse incluso de eso, concediendo una nota melancólica naufragando dichosa entre torrentes de humor…

«Los despertares» vuelven a la Feria del Libro de Madrid 2015

Ayer, viernes 5 de junio, regresé a la Feria, una vez más como autora. Recuerdo cuando, solo dos años atrás, estaba al otro lado, mirando a los escritores que se sentaban en las casetas a firmar sus obras, pensando que, algún día, yo también estaría allí.

Y como muestra de que algunos sueños se hacen realidad, allí he estado, por segundo año consecutivo, gracias a Los despertares, mi primer poemario, publicado por Ediciones de la Torre en 2014. Fue una tarde entrañable, firmando libros junto al también poeta Ch. Abada, autor de los poemarios Un hombre busca a una mujer y Diario de una mujer requerida.

Gracias, en primer lugar, a José María de la Torre, por apostar por mi poesía en estos «malos tiempos para la lírica», que diría la canción, y por ofrecerme siempre su sabiduría de la vida. Gracias también a los que os pasasteis por la caseta y a todos los que no pudisteis pasar, pero me apoyáis siempre de manera incondicional.

Y para aquellos interesados en comprar Los despertares, el poemario estará disponible, durante toda la Feria del Libro, en la caseta 228 de Ediciones de la Torre, y también podéis comprarlo por Internet en este enlace.

Aquí os dejo unas fotos del evento, e iré añadiendo más según me vayan llegando:

Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
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Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
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Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
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Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015
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Firmando Los despertares en la Feria del Libro de Madrid 2015