
La banda de rock más longeva de la Historia, The Rolling Stones, sigue albergando un episodio oscuro a día de hoy. Dicho misterio, aunque haya sido olvidado parcialmente con el paso de los años y desplazado al territorio de la leyenda, tiene nombre y apellido, Brian Jones, y hoy cumpliría 73 si no hubiera fallecido en extrañas condiciones en 1969.
Que Mick Jagger siempre ha sido la cara visible del grupo es un hecho, pero la crítica jamás ha dejado de reconocer el papel esencial de Jones, sin el cual los Stones no existirían: él fue el fundador, quien reclutó a Jagger y a Keith Richards, y la mente pensante detrás de cada actuación, de cada tema; al menos, durante los primeros tiempos. Bautizó el grupo, inspirándose en un viejo tema de su ídolo Muddy Waters, y enseñó a sus compañeros a sacarle partido a la guitarra, a elegir el vestuario, a comportarse en los escenarios. Hijo de un apasionado del jazz y de una pianista, la música formó parte de su persona desde su más tierna infancia. Hacía música de manera espontánea, natural, sin esfuerzos adicionales. Dominaba todo tipo de instrumentos, desde los habituales –guitarra, bajo, teclados y batería- hasta los más complejos, como saxofón o violín, pasando por algunos tan originales como el arpa, la cítara o el acordeón. El único instrumento que se le resistía era la voz. Y en este punto de la ecuación es donde entraba Mick Jagger.
Jagger complementaba a Jones en el sentido de que él poseía aquello que al genio musical le faltaba: no solo la voz, sino también la extroversión necesaria para quedarse con el público y levantar pasiones. Por eso, en las grabaciones de la época contemplamos a un exultante Jagger, cantando a grito pelado y dejando boquiabierto al escenario con sus saltos y cabriolas y, cerca de él, Richards, con su aire de rebelde sin causa, tocando la guitarra con maestría. Un poco más allá, bajo el riesgo de pasar desapercibida para aquellos que no hayan profundizado mucho en la historia de los Rolling, la discreta figura de un joven rubio, con un característico flequillo largo y unas ojeras canallas que hacían las delicias de sus fans: Brian Jones.
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Como gran parte de las estrellas del rock, Jones comenzó muy bien para después ir cayendo en una espiral de drogas, alcohol y desenfreno. Se fue hundiendo lentamente, perdiendo su “toque”. Esta circunstancia fue aprovechada en extremo por Mick Jagger, que siempre había sentido celos por él. Jagger se alió con Richards para ir desplazando poco a poco a Jones, que ya no tenía capacidad para lidiar al frente de un grupo. Jones no se rebeló el día que sus compañeros acudieron a su casa para explicarle que debía apartarse de la banda. Lo cierto es que él llevaba mucho tiempo lejos, sin implicarse, perdido por sus propios infiernos personales. Unos días más tarde, fue encontrado muerto en su piscina. Los médicos lo atribuyeron a un ataque de asma –enfermedad que padecía desde niño- combinado con un abuso de las drogas que se había incrementado en los últimos tiempos. Enseguida, surgieron las teorías que apuntaban a sus compañeros de la banda como posibles asesinos, basándose en los celos furiosos de Mick Jagger. Pero no hemos de olvidar que, en aquel momento, Jones era un personaje decadente, digno de lástima.
En este sentido, hay que valorar la opinión de Keith Richards, que a pesar de haber sido un auténtico “cabra loca” ha demostrado, también, ser muy razonable y honesto en sus observaciones. Richards, que reconoce la existencia de los omnipresentes celos de Jagger –con quien mantiene una relación de amor-odio desde la década de los ochenta-, afirma, también, que soportar a Jones se convertía cada vez más en un reto imposible, porque el músico había emprendido un viaje imparable hacia su propia autodestrucción. Richards siempre fue el apoyo de Jones en el grupo, hasta que comenzó a salir con Anita Pallenberg, la que había sido novia, hasta ese momento, de Brian. Siempre se ha acusado a Richards de “robarle la novia”, pero los que enjuician este hecho deberían considerar a Pallenberg como una persona autónoma y capaz de tomar decisiones por sí misma. Si cambió a Jones por él, sus motivos tendría y, de hecho, Brian Jones no era conocido por tratar bien a las mujeres, precisamente. Las personas más cercanas a él lo definen como mujeriego y posesivo.


Trascendiendo lo personal, algunos puristas opinan que, desde la muerte de Jones, los Stones perdieron su esencia y casi el sentido de su existencia. Tal vez decir esto sea exagerar. Aunque los Rolling le deben su aparición a la genialidad musical de Brian Jones, tras su muerte supieron defenderse muy sobradamente e ir haciéndose un hueco en el Olimpo del rock. Algunos temas esenciales, como “Miss You”, proceden de la época en la que Brian ya no estaba, y en el seno del grupo se fraguaba una feroz batalla de egos entre Jagger y Richards que tuvo su punto álgido en los ochenta, pero que fueron capaces de superar, o de aprender a vivir con ella. Hoy constituyen uno de los pilares básicos del rock de todos los tiempos.
Y Brian Jones se ha quedado a vivir para siempre en la leyenda, envuelto en su enigma, rodeado de teorías conspiratorias. Brian Jones, ¿víctima o tirano? ¿Genio introvertido -e incomprendido- o machista y despótico? ¿Quizá todo a la vez? Brian Jones, ídolo sombrío de tantas figuras del rock, desde Jim Morrison hasta los miembros de Burning. Fundador del terrible Club de los 27. Paradójico y enigmático, nos sonríe displicente en la distancia, rubio y eternamente joven, con su flequillo liso cayéndole sobre los ojos, de un azul pálido remarcado por aquellas características y sempiternas ojeras. Y hay en su sonrisa un sello de eternidad.










